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jueves, 2 de abril de 2015

47. Mañana de energía

Narra Ainhoa
El día había sido muy intenso, empezando por el jet lag para llegar a este paraíso de isla hasta las cuantas locuras y corridas hechas en la playa.
Ha sido un día bien lleno y mejor no podía desear. Por eso mismo, cuando volvemos a casa, salté para el sofá y en un cuestión de minutos ya estaba envuelta en un sueño bien profundo. No lo parecía, pero cuando se cayó la noche, empezé a sentirme ya un poco cansada. Bueno, el jet lag se hace sentir en cualquiera después de largas horas. El sueño ya me estaba llamando.
Si yo me había quedado dormida en el sofá, me desperté en la mañana siguiente en la cama, junto a Pablo. Solo hay una razón para esto: mi pobre Pablo se ha dado al trabajo de cargarme mientras yo dormía. A mí solo me sucedía algo parecido a esto cuando yo tenía unos cuatro años y mi padre o mi madre me llevaba hacía mi cama. Es una extraña, pero también una buena sensación de quedarse dormido en el sofá y despertarse en la cama.
Me despertaba y podía ver al hombre de mi vida durmiendo a mi lado. Nada era más importante en este momento. Seguro que en mis ojos se espejaba un brillo estruendoso, pero ese mismo brillo es de todo el orgullo y amor que tengo por él. Son victorias son mis victorias y sus derrotas son las mías también.
Esto de compartir una vida con alguien siempre me ha dado mucho miedo. Siempre me sentía incapaz de amar y después de una tan mala temporada en mi vida, me lo creo que miedo es una palabra muy suave para describir lo que sentía.
Ahora viendo cómo estoy ahora mismo, me lo parece que nada ha pasado. Lo he superado, he logrado y con todas mis fuerzas he desafiado el destino. Mi destino, el mismo que se prevía ser una catástrofe de las grandes.
Viendo como todo esto ha empezado, lo digo que, al final, yo nunca he detestado a Pablo, pero sí me lo estaba negando a mí misma. Seguía equivocándome, equivocando mi corazón de que gustaba de Pablo. Pura mentira. Yo amo a Pablo como nunca amé nadie y agradezco a toda esa fuerza que me cambió a punto de estar aquí ahora mismo casada con él. Tengo que estar de acuerdo con aquellas bien dichas palabras de mi padre: “Nunca digas no”.
Salí de la cama con una sonrisa de oreja a oreja, visto algo sencillo y bajo hacía la cocina. Estaba con unas ganas tremendas de comer pan tostado y de tomar una taza de café con leche y así me fui yo meterme en aquella cocina con una vista preciosa. Era todo un lujo estar por allí, aquellos paisajes eran un auténtico sueño.
Conecto una radio desconocida que sonaba una canción super alegre. Era la dósis perfecta de energía que estaba necesitando y no tardó mucho en hacer de la cocina mi escenario. Como siempre hago, me puso bailando mientras cocinaba y me sentía más jóven.
Esto sí es un buen despertar lleno de energía, aunque que he parado cuando he visto a Pablo mirándome desde la entrada de la cocina. Estaba allí sin nada hablar, ni siquiera ha hecho un ruido para yo darme cuenta de que estaba allí.
- Qué te pasa? - le pregunto.
- Me ha gustado...
- Qué te ha gustado?
- Puedes seguir bailando que me está gustando...
- … eres un atrevido y tu lo sabes...
- Yo?!? Solo estaba mirando lo que estabas haciendo super bien...

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