Narra
Ainhoa
-
Hermanita... algo de muy bueno se pasó, tu cara lo dice todo...
-
Tu tienes cada obsesión, Marisol!
-
No es obsesión, Ainhoa... y puedo ver que Pablo está metido, como
siempre...
No
podía ocultar, Marisol me conoce muy bien y si no le cuento, me
“mata” y se queda muy pesada, preguntando constantemente lo que
pasa. Sonrío al pensar en todo aquello, seguramente y sin duda
ninguna, el mejor regalo que jamás recibí. Era un diamante, pero no
un diamente real, era la cosa más sencilla y al mismo tiempo, la más
compleja de todos los regalos que se podían imaginar.
-
Ya lo sé que no puedo ocultar, por eso...
-
Venga, cuéntame...
-
Te lo cuento, te lo cuento todo... o casi todo...
-
Mujer, qué esperas?
-
Bueno, bueno... Pablo... - balbuceo – Pablo escribió una
canción...
-
Sí... hasta ahora nada de diferente... que es seguro que escribe un
montón de ellas...
-
Es verdad... pero esta... la escribió... para mí...
Por
la mitad sonriendo, por la mitad boquiabierta, Marisol me miraba con
los ojos más abiertos que nunca:
-
Qué bonito... y de qué hablaba la canción?
-
No lo sé decirte en concreto el tema...
-
Era una espécie de declaración o...?
-
Más o menos... era más para agradecer... joder, los versos son la
cosa más bonita que puedes escuchar!
-
No lo dudo, Ainhoa... que tu los mereces... mereces todo de bueno...
Desde
mi bolso sonaba el móvil, vibraba sin parar. Lo recojo, miro la
pantalla y el numero me puso nerviosa. Por fin recibo la llamada, no
lo sabía si debería esperar buenas noticias o no:
-
Hola Ainhoa! Cómo estás?
-
Nerviosa... ahora con su llamada estoy nerviosa...
-
No tiene que estar... que las noticias no son malas...
-
Por favor... me las diga ya que no sé si me aguantaré en pie...
-
Mujer... le aseguro: no tiene que estar nerviosa...
-
Ay, madre mía... - suelto un suspiro, intentando que me calmara
un poco, pero sin resultado – Me diga, es un sí o un no?
-
Pues...
-
Por favor, me diga, sea lo que sea... - todavía no lo sabía cómo
estaba aguantando tanto tiempo con el móvil en la mano, mis dos
manos temblaban de igual forma que una licuadora.
-
Es un sí... un sí sin duda ninguna...
En
aquel momento las palabras no me salían. Las lagrimas empezaran a
caer igual que la lluvia que hacía en la calle, sin parar, constante
y intensa. No me lo creía en lo que estaba escuchando, parecía
irreal.
-
Ainhoa, está ahí?
-
Sí... estoy aquí... - limpio las lagrimas con la mano.
Aquella
llamada que tanto esperaba, una espera de largas semanas, una
ansiedad sin explicación para saber si después de aquella petición
saldría una respuesta positiva o negativa, me ha traído una
positiva, un “sí, sin duda”. Me costaba creerme.
-
Está hablando en serio? - pregunto sin enterarme de la realidad.
-
Sí... esto no es motivo para broma, hombre!
-
No sé que decir... madre mía, que ahora yo...
-
Sí, Ainhoa... es justo eso que está pensando... cuando quiera,
aparezca...
-
Solo no me voy ahora mismo porque no puedo sino ya estaría volando
hacía ahí!
Al
finalizar la llamada, aún envuelta en lagrimas, Marisol me
preguntaba lo obvio:
-
Qué está pasando, Ainhoa?
-
Me... yo... - balbuceaba aún más - … yo soy... ay, madre mía que
no me sale!
-
No importa... que estás demasiado nerviosa... pero es algo bueno o
malo?
-
Pronto verás...
-
Me vas a dejar intrigada?
-
Sí... que no estoy en condiciones suficientes para hablar y también
tengo que irme ahora mismo...
-
Ahora estoy preocupada! Dónde tienes que irte con tanta prisa?
-
Por favor, Marisol... no me hagas preguntas... tengo que irme... no
te preocupes, vale?
Me
levanto de la silla, le tiro un beso de despedida y salgo de allí,
corriendo hacía la calle. No podía esperar. El metro no estaba con
horarios buenos, llamo un táxi con la mayor prisa, el señor se
quedó sorprendido con la prisa que tenía y tenías razones muy
fuertes para pedir que llegase rápido.
Pago
al taxista, salgo del coche corriendo, abro la puerta con una
velocidad sin igual, en vez de entrar en el ascesor, subo las
escaleras corriendo mismo estando de tacones, algo que no es común
de hacer.
-
Perdona, no puedes pasarte corriendo... - decía la recepcionista. No
le hacía caso, simplemente abría la puerta, caminaba por aquel
pasillo, sintiéndome con la legitimidad de poder romper las normas
cómo estaba haciendo.
Abro
la tercera puerta del lado izquierdo, los dos técnicos me miran
sorprendidos. No era de admirar, que solo entra aquí la gente que ha
informado la recepcionista, que les avisa de quién está entrando.
-
Perdona, pero no puede estar aquí... - me dice uno de ellos.
-
Necesito de hablar con Pablo ahora mismo...
-
No podemos permitir eso... usted no ha avisado que...
-
Que necesito hablar con él! - grito interrumpiendo lo que estaba
diciendo. Mis piernas temblaban, la paciencia se agotaba a cada
segundo que pasaba y una barrera se había puesto en mi camino tan
tormentado.
Doy
dos pasos, entro en la sala del sonido, miro por el cristal y allí
estaba Pablo, grabando algo, muy concentrado.
-
Usted tiene que salir...
-
Primero diga a Pablo que mire para aquí...
-
Cómo?
-
Hágalo, por favor... yo no soy ninguna loca, le aseguro...
-
Pablo, para un poco, por favor... - decía él al microfono.
Pablo
quitaba los auriculares de sus oídos, puso la guitarra en el suelo y
miró hacía nosotros. Al mirarme, hizo la típica cara de quién no
estaba esperando la presencia de alguién. Con la mano, hago una
señal para que venga hacía mí y los dos tecnicos se quedan mirando
boquiabiertos al ver toda aquella escena.