Últimos capítulos...

Últimos capítulos...

lunes, 15 de junio de 2015

59. Amor tierno

Narra Pablo
Por magia, entre su grande grito se hizo escuchar el lloro… el lloro de mi niño, ¡por fin nacía mi pequeñito! Yo casi saltaba de alegría y Ainhoa caía con la cabeza en la camilla, casi sin fuerza ninguna, pero sonreía más que nunca, cerrando los ojos al mismo tiempo.
Aquella preciosidad pequeñita y gordita nos hacía sonreír de oreja a oreja y nos hizo soltar unas buenas lágrimas dulces, llenas de alegría, sintiendo algo que jamás habíamos sentido.
- ¡El niño tiene una cuerdas vocales estupendas! – decía la enfermera. De hecho, su lloro era intenso, pero parecía una pura melodía.
El tiempo paraba en aquel momento, el mismo en que él, de forma muy graciosa, se va tranquilamente para los brazos de Ainhoa.
Sus bracitos y sus piernitas se movían, todo en él era la cosa más preciosa del mundo. Se vía nacer una nueva luz, un motivo más para ser feliz, una nueva vida había nacido allí mismo, que fue el resultado de todo un amor loco, intenso, entre las nubes y con pies bien firmes en tierra.
- ¿Cómo se llamará el niño? – nos preguntan.
- Enrique… - responde Ainhoa, haciendo un sacrificio tremendo.
- Enrique Moreno Martínez… - completo yo, mirando a mi pequeñito.

(Algunas horas después)
La noche empezaba a caer y de Málaga llamaba mi familia más eufórica que nunca. Es cierto que mañana os tendré aquí a todos, deseando ver el nuevo miembro de la familia.
- Papá, ¿ya podemos irnos?
- Sí, mi amor…
- Dime como él es… dímelo…
- Ya verás, princesita… venga, abre esa puerta, pero tienes que entrar en silencio que seguro que él se está durmiendo…
Entramos los dos y luego surge Ainhoa, con el pequeño en sus brazos. La peque se va llena de euforia a ver su hermanito. Salta para la camilla, siéntase junto a ella y luego empezó a contemplar los encantos del pequeñito:
- ¡Dios mío, qué cosita tan bonita! Que mono…
Allí mismo se derretía Ainhoa, elogiando sin parar su hermanito y que nadie se atreviese a interrumpirla en aquel precioso momento. A lo que parece, al pequeño Enrique parece que se ha perdido de amores por Ainhoa. Ella agarra su manito y él se despierta sonriendo. ¡Cuánto amor en una sencilla sonrisa de un bebé!
Y en el día siguiente y de manera casi religiosa, la familia se encuentra toda en el hospital. Una auténtica invasión de Alboranes y Martínez, totalmente embobados.
-  Me lo parece que estoy viendo mi hermano de nuevo en bebé… es igualito, igualito… - decía Casilda - … estos rizos rubios no equivocan a nadie…
- No puedo despegarme de este gordito… - comenta Pilar, que cuando supe que su nieto se llamaba Enrique, se le saltaron unas cuantas lágrimas de emoción, que todavía no han secado por ver semejante angelito.

viernes, 12 de junio de 2015

58. Sin embargo...

Narra Pablo
- Ese tío volvió a aparecer aquí en la entrada… - decía Iván, el portero del edificio.
- ¿Qué habéis hecho?
- No te preocupes… en una cuestión de minutos llegaba la policía… se lo estaban buscando hace algunos días por haber robado tres tiendas en Atocha… se nota que le falta un pedazo muy grande de su cerebro…
- Es un descontrolado… ¿no lo sabes cómo se quedó eso?
- Se fue a la cárcel… ha sido tonto a punto de dejarse filmar por las cameras de las tiendas… se le merece la cárcel…
- Por fin hay paz total…
- Es verdad… al menos no tengo que escuchar cosas venidas de tontos… pues, tengo otro asunto… ahora que llueve un poco, ¿aún no se ha dado cuenta de alguna inundación en su casa?
- No… no he dado cuenta de nada…
- Está teniendo suerte, que el vecino de la frente tiene una de sus habitaciones inundada…
- ¿En serio? A ver si el próximo no soy yo…
Las puertas del ascensor se abrían y aparece a mis dos chicas. La peque sale volando hacía mis brazos y no paraba de hablar:
- Papá, papá, yo te he visto en la tele… y después pasó la canción “Quién”, pero yo he…
- Cariño, ¿por qué estás hablando tan rápido? – le interrumpo.
- Pues… por nada, papá… nos vamos al supermercado, ven con nosotras… - para convencerme, suelta aquella su cara tan mona a la cual yo no puedo resistir y luego le doy un grande beso en una de sus mejillas.
- Vale, yo me voy…
- No, no te vas… - interrumpe Ainhoa con una cara muy seria, respirando muy profundamente y despacio.
- ¿Por qué?
- Se me han rompido aguas ahora mismo…
Sigo mi primer instinto y me voy a buscar el coche. No tenía tiempo ni para respirar, me puso más nervioso que nunca y una cuestión de poco más de un minuto, tenía el coche a la entrada del edificio.
Al llegar al hospital, los médicos se fueron corriendo para tratar del parto, pero algo inesperado estaba pasando. Estaba todo listo para hacer el parto, pero se habían dado cuenta de que era un poco temprano para hacerlo, aunque ella estuviese ya sintiendo más dolor que nunca.
- Tendremos que esperar algún tiempo… - decía el médico - … respire profundamente y relájese…
- Usted me diga cómo se relaja sabiendo que va a nacer su hijo… yo no me lo sé… - contesta ella.
- Tranquila… no es necesario estar nerviosa, todo saldrá muy bien… - empieza a reírse.
- Dios mío, que un ser tan pequeño puede causar tanto dolor... ayyyy…
De hecho, yo no sabía quién estaría más nervioso en aquella habitación: ella o yo. Empezaba a sudar, me quedaba caminando de un lado para el otro de la habitación, pero luego lo paré cuando Ainhoa me dice:
- Pablo, quédate parado que me estás dejando aún más nerviosa…
- Vale, yo paro… ¿pero el niño no sale? Lo veo que será cabezota como su madre…
Entre quejas de dolor, Ainhoa suelta una grande carcajada y me mira:
- Pablo, no digas eso… me has hecho reír…
- Eso es bueno, ¿no? – acaricio su pelo – A ver si te relajas un poco…
- ¿Me voy a relajar sabiendo que tú estás hasta las trancas de tantos nervios?… es imposible…
- ¿Cómo lo sabes?
- Quizás porque te conozco mejor que a mí misma…
Casi dos horas después, entre quejas de dolor y tonterías dichas para relajar, empezaba el parto. Una de las enfermeras pedía la fuerza de Ainhoa y el pequeñito salía muy despacito. La emoción subía cada vez más, yo me quedaba todavía más nervioso viendo todo y los gritos por el esfuerzo de Ainhoa eran muchos.
- Solo falta hacer salir la cabecita… Ainhoa, ahora deposite toda la fuerza que tiene, ¡Vamos!
Ella respira profundamente, agarra mi mano de forma tan fuerte que me hacía doler un poco y suelta un grito tan fuerte que seguro que se hizo escuchar en todo el hospital y las lágrimas de tanto dolor caían en su rosto.

martes, 9 de junio de 2015

57. Contaje final

Narra Ainhoa
Comienza setiembre y empieza el contaje final. Vientre redondito y grande, un cansancio que jamás termina y los últimos arreglos en la habitación del pequeñito. ¡Hombre, qué habitación más mona! Todo esto gracias a mi pequeña, que con sus pillas que jamás terminan tenía mil y una ideas para la decoración de este espacio. De hecho, está sencillo y muy confortable.
La pequeñita Lorena está cada vez más parecida con Marisol y mi hermana de corazón se muere de ganas para ver a este pequeñito saliendo para el mundo. Ahora mis hermanos casi me llaman todos los días para asegurarse de que estoy bien y mi madre, que a poco y poco vuelve a la vida normal sin el hombre de su vida, ya me hizo una visita cortita, que fue el deleite para mí, de sentir el cariño tan especial que es el de una madre.
De Málaga viene las ganas de todos, el máximo cariño y la cuestión de cuándo el “Pablito”, como cariñosamente llaman al bebé, vaya nacer. Sigo siendo muy acariñada por todos y me deja muy feliz.
- Ahora solo queda esperar por el deseo del niño en nacer… - decía el médico en la última consulta – Ahora hay que tener la máxima tranquilidad, unas buenas horas de sueño… porque lo sabe que después las va a echar de menos…
Me miro al espejo y me siento súper bien. Me siento más guapa que nunca, aunque me cueste mucho cargar todo este peso.
- ¿Para qué te ves al espejo? – me pregunta Pablo.
- Eso es casi una pregunta retórica. Todo el mundo se mira al espejo para ver cómo está, ¿no?
- Sí, pero ya deberías saber que estás guapísima, guapísima… no lo sabes lo cuanto me encanta verte con esa barriguita…
- … pero esta barriguita pesa mucho, eh! No para de moverse… parece que está bailando o algo así…
- Bueno, esperemos que sea tan buen bailarín como su madre…
- … ya… con una carrera gigante de dos años y medio por que se ha roto su pie derecho…

Flashback
(Siete años antes)
- ¡Último ensayo antes de la grande final! – gritaba Pedro al entrar en el estudio del colegio – Empezamos con bachata o tango?
- Pues… empezamos con el tango que es más complicado… me voy a poner los zapatos y vuelvo ya…
- ¡Que seas rápida, eh! Eres muy lenta…
- ¡Cállate, tonto! No te olvides de que eres el tío que pasa media hora arreglando el pelo todas las mañanas…
- Claro… un buen tío tiene que estar con el pelo bien bonito, ¿no?
- Esto de tener un hermano tan tonto es pura tortura…
- La niña pequeña trata mal a su hermano mayor… mira, eso es…
- ¿Empezamos? – ya con los zapatos en los pies, Ainhoa se va hacía él, siempre ocultando la risa.
- Vale… frente con frente… - empieza la canción - … vamos, uno, dos, tres, izquierda… adelante, manos atrás… derecha, frente…
- ¡Ayyyy! – sin embargo, Ainhoa para gritando más que nunca.
- ¿Qué pasa?
- Mi pie… ostia, qué me duele…
- Venga, siéntate en aquella silla… yo te ayudo a caminar…
- No puedo… yo me quedo aquí en el suelo…
- Ya… déjame ver el pie…
Pedro toma el pie con mucho cuidado, pero Ainhoa sigue quejándose por el dolor. La única solución ha sido de llamar a una ambulancia y de irse al hospital.
Ya en el hospital, las noticias no eran las mejores:
- Ainhoa, el médico me ha dicho que te has roto el pie… - decía Pedro.
- ¿Qué? Pero, ¿y ahora qué hacemos? Tenemos que irnos a la final…
- No seas cabezota… no te vas a morir por fallar una final, es más importante tu pie…
- No puede ser… hemos luchado tanto para llegar hacía aquí y ahora…
- … y ahora te vas a recuperar… - interrumpe Pedro - … es una final, no es el fin del mundo…
- ¡Es una final que nos puede llevar a las competiciones nacionales!
- Olvida todo eso, Ainhoa… vas a llevar muchos meses de recuperación. Lo siento decírtelo yo, pero la danza se acabó para ti por muchos años…

lunes, 8 de junio de 2015

56. Pasado Presente

Narra Pablo
Al llegar a la entrada del edificio, soy abordado por un hombre desconocido, que tenía apariencia de ser más o menos de mi edad:
- ¡Pablo!
Yo paro, lo miro y el primer pensamiento que llega a mi mente es de qué se trata de algún fan. Sonrío, pero algo raro parecía pasarse.
- Yo no soy un fan, ¿vale? Solo quiero hablar contigo…
- ¿Dé que se trata?
- Se trata de Ainhoa… y no vengas ya hacerte de tonto y decir que no conoces ninguna. Ainhoa Martínez Sierra, es de ella que hablo…
- ¿Qué quieres?
- Lo veo que al final no me equivoqué, ¿eh? A ella le salió la puta buena suerte de quedarse con alguien que…
- Yo volveré a repetir: ¿qué quieres? – le interrumpo - ¿Quién eres, al final? – empiezo a ver que de bueno esto no tendrá nada.
- Luis García… el ex de Ainhoa…
- Lo sé muy bien quién eres… es mejor que te vas ya directo a lo que quieres…
- Solo quiero que le digas que volví… volví para quedarme bien cerca…
- ¿En serio? Si fuera a ti no me atrevía a hacerlo…
- ¿Por qué?
- … porque antes de llegar a ella, tendrás que pasar por mí…
- ¡El chico del tú y tú y tú tienes huevos, eh!
- Tengo más huevos que tú seguramente… no he sido yo que ha dado una cachetada a una mujer…
- Yo no…
- Es mejor que te quedes bien, bien lejos de aquí… - le interrumpo más cabreado que nunca – No tienes la percepción con quién estás hablando… si te veo ni que sea a un kilómetro de distancia, verás que tendrás las consecuencias…
- Ya veremos…
- Claro… ya veremos…
Sin nada más responderme, se giró y se fue. De esto no estaba esperando ni por nada de este mundo. La última cosa que podía imaginar sería el de encontrar a aquel gilipollas que tanto sufrimiento causó a Ainhoa y que le hizo una persona demasiado fría, aquella Ainhoa que conocí en aquel día en Málaga.
- Que mala cara tienes, Pablo… ¿ha pasado algo? – aunque hiciera de todo para disfrazar, Ainhoa me conoce demasiado bien para que vea que algo había pasado.
- Tranquila, no ha pasado nada…
- Que sí, que ha pasado algo. Yo te conozco perfectamente, cariño…
- No desistirás mientras no descubres la verdad, ¿eh?
- Ya lo sabes…
-Ha sido cuando estaba a punto de entrar para el edificio, me apareció un hombre…
- ¿Sabías quién era?
- Él trató de presentarse…
- ¿De quién se trataba?
- Era… era tu…
- Mi…
- Era Luis…
- ¿Qué? ¿Cómo ha pasado eso? – me interrumpe -  ¿Qué te ha dicho? – su cara cambia en menos de un segundo y empieza un cuestionario sin fin, lleno de preocupación y miedo.
- Tranquila… ha dicho un par de tonterías, pero luego traté de dejarle muy claro que se mantenga bien lejos. No necesitas de quedarte nerviosa…
- ¡Maldito gilipollas que tenía que aparecer! – sube sus manos a la cabeza – Con tantos millones de personas del mundo tenía que aparecer justo aquí…
- Ainhoa, Ainhoa, tranquila… - su estado de casi descontrol total tenía que ser controlado rápidamente y luego le doy un abrazo para hacerlo - … verás que no vaya acercarse de nosotros. Yo ya he tomado las providencias en caso de aparecer cerca de aquí, ¿vale? No quiero que te quedes preocupada con esta tontería…
- ¿Tontería? Pablo, no estás viendo lo que puede pasar… él es un loco, ¡no vaya descansar mientras no hace algo conmigo!
- Sssshhhhh… nada vaya pasarse y eso te lo aseguro yo. Puedes estar tranquila, que estoy aquí para protegerte…
- Qué pesadilla… - me abraza aún más fuerte y respira profundamente.

(Días después)
Aquella hora pasada en el programa de tele había sido estupenda, sobre todo porque tenía a dos espectadores muy atentas, pero también muy discretas, viendo toda la entrevista.
- Pablo, ya tienes el coche esperando… cuando tú quieras puedes marcharte… - me susurra Rafa mientras sigo a tomar un poco de agua - … las dos ya han seguido porque hemos tenido una situación, pero todo ya se resolvió…
- ¿Algo grave?
- El tío ese saltó la red de la salida del estudio e intentó abordar a los porteros, pero han visto que tenía un arma blanca y luego trataron de llamar a la policía…
- Bueno, lo importante es que no se ha acercado a ellas…
- Claro… ahora seguro que tendrá la factura a pagar por ese acto…

viernes, 5 de junio de 2015

Tu decides!

55. Revelaciones

Narra Ainhoa
Volviendo a Madrid, el coche silencioso me estaba molestando más que nunca. Su cara lo decía todo, a él le encantaría saber qué siento yo por dentro. Yo, que viví aislada del mundo por cuatro días, he dicho una media docena de palabras al hombre que sin nada reclamar demostraba que en él yo podía encontrar toda la fuerza posible para superar todo esto.
Me sentía muy mal por eso y no tardé mucho en desligar aquella música bien tranquila que pasaba en la radio.
- Pablo… - respiro profundamente - … perdóname por no casi no hablar contigo en estos días, es que yo…
- No tienes que disculparte de nada, Ainhoa… - me interrumpe - …yo comprendo tu reacción y la respecto, de verdad…
- Solo he reaccionado así porque yo juré delante de mi padre que… que no lloraría por su muerte… - mi garganta se queda presa en un nudo gigante y ni la respiración forzada me aliviaba un poco - … lo sé que estabas muy preocupado conmigo…
- Tranquila… lo sabía que tenías que reflexionar y por eso yo respecté tu silencio. Lo que importa es que estés bien…
- Yo estoy bien porque te tengo a mi lado en todos los momentos… - mi ángel amoroso de mi interior se hace soltar con estas palabras. Con una respuesta muy sonriente que he recibido, yo suelto el brillo de mi sonrisa, hecha una adolescente o quizás una niña.
La vida empezaba a seguir adelante sin jamás olvidarme de una de las personas más importantes de mi vida. Sigue vivo para mí, sigue sacándome sonrisas cuando recuerdo el pasado y de esos pequeños detalles hacen toda la diferencia.
Todo seguía, así como este embarazo tan deseado y esperado. Todo seguía perfecto, aunque no pudiese descuidarme un poco.
Se celebraban los ocho meses, unos doce kilos hasta ahora, unas ganas inmensas de comer tortillas y la incerteza con el sexo del bebé. Primeramente me han dicho que sería una niña, ahora me dicen que es un niño y seguimos todos con la duda, que luego se quitó en una consulta:
- De hecho, es un niño…
- ¿Seguro?
- Sí, seguro… puede estar segura, Ainhoa, ¡de allí vaya nascer un niño muy saludable!
- ¡Qué bueno!
Salí de la consulta riéndome conmigo misma. Ahora estoy segura que sigo cargando un Pablito y no podía estar mejor. El mundo parece ser aún más bonito de lo que pensaba. Me siento bien y se me viene el pedido muy especial de mi padre a mi mente: “A ver si cuidas bien de esa preciosidad que está viniendo…”.
- Qué cara tienes, mi amor… - comenta Pablo justo cuando entro en casa.
- ¿Yo?
- ¿Yo veo ahí una sonrisa?
- Pues… quizás veas una sonrisa…
- ¿Quizás? Venga, tienes algo para contarme…
- ¿Algo para contarte?
- Sí, tú… venga…
- ¡Mamá, mamá! – de su habitación sale corriendo la peque con toda la velocidad que tenía - ¿Ya sabes si es un niño o una niña? ¡Dímelo, dímelo!
- Pues… - hago de todo para no perderme de risa hacía la cara de curiosidad de los dos - … bueno, es un bebé…
- Eso no dice nada, mamá…
- Lo veo que no tendré otra solución sino la de decir, ¿verdad?
- Mujer, ¡ya la deberías estar diciendo!
- Vale, vale… es… ¡es un niño!
Con esto recibo el mejor abrazo del mundo: el abrazo de los dos mayores amores de mi vida juntos. Nada mejor que llegar a casa y verlos sonriendo. Sonrío aún más y la palabra “familia” asume aún más importancia a cada día que pasa.

miércoles, 3 de junio de 2015

54. Adiós

Narra Pablo
Desde que ella salió de la habitación dónde se encuentra Enrique, Ainhoa no suelta ni una sola palabra. Sus ojos pasan una terrible imagen de miedo, de un grande “¿por qué?”, empapados en lágrimas que ahora se han metido en un silencio terrible para todos.
Ahora en aquella habitación reside la mayor de todas las atenciones. Todos ya han dicho que son las últimas horas, pero ya se han pasado casi 22 horas desde esa previsión. Ni los médicos ni los enfermeros se pronuncian y el estrés empieza a quitar la poca racionalidad que queda por aquí.
- Hemos hecho el posible y el imposible… - sin embargo sale disparado un médico que con una sencilla frase hizo caer la esperanza que quedaba.
Ni tan solo un segundo pasó que Ainhoa luego caminó hacía el jardín exterior del hospital. Un pedazo de mí me dice que tengo urgentemente de irme junto a ella que algo podía sucederse. Me equivoqué.
Se puso mirando un pequeño árbol, sin soltar ni tan sola una lagrima. El moreno de su piel había desaparecido hace mucho tiempo y daba el lugar al blanco, más blanco que la harina. Los ojos estaban ahora más secos que nunca, sin brillo, en un completo vacío.
Dentro de mí sentía también un vacío muy raro. En todo parecía faltar algo y no tenía una justificación plausible para eso.
- ¿Estás bien? – le pregunto muy bajito.
Puso su cabeza en mi hombro y nada me respondió. En un frente doy un beso suave de conforto y allí nos quedamos los dos, sin ni una sola palabra decir cuando el corazón solo sentía aquel vacío inexplicable.
(Dos días después)
El cielo espejaba de forma muy clara el sentimiento de toda la familia. Las nubes grises hacían prever la lluvia, que no caía.
La iglesia trasbordaba de gente, entre coroneles, gente del ejército, la grande familia Martínez y una cuanta gente de la ciudad que conocía a aquel hombre que de prestigio tenía mucho. Casi junto al cura, en una fila de sillas, se encontraban Esperanza y sus tres hijos. Algunos comentaban bajito la pálida cara y el estado frágil de Ainhoa, otros el rosto de dolor de Esperanza, que estaba como su hija, sin casi nada decir desde aquella triste noticia del médico. En la salida, Mario y Pedro, juntamente con dos generales, cargan el ataúd, llevándolo hacía el cementerio, dónde se hizo la despedida:
- Por eso al despedir a nuestro hermano Enrique… - decía el cura - … podemos irnos recordando esas palabras de Jesucristo: Tu hermano resucitará…
Por fin Ainhoa reaccionaba al ver su padre enterrado por la tierra. No fue por palabras, pero soltó la primera lágrima desde todo esto. Una y una sola lágrima, un adiós muy dolorido, sufrido, pero que ahora tenía que seguir adelante.

martes, 2 de junio de 2015

53. Inmoble

Narra Pablo
(Tres semanas después)
Estaba siendo imposible irse a cenar. La peque se puso viendo algunas fotos mías y de Ainhoa, de nuestra niñez y adolescencia y se moría de risa hacía mis inmensos rizos rubios y las tranzas bien hechas en el pelo muy largo de Ainhoa.
- Papá, ¡pero que camiseta más fea tienes vestida aquí en la foto!
- No es así tan fea… se estaba muy de moda…
- … y mamá era muy de moda llevando esas zapatillas… se parecen dos piedras…
- Mira esta, princesita… - Ainhoa le enseña una foto mía y la peque se quedó un poco sorprendida.
- Pelo corto… papá, ¿has tenido el coraje de tener el pelo así tan corto?
- Se me ha gustado mucho… a ver si un día no vuelvo a ponerlo así también…
- ¡No! El pelo que tienes ahora es mucho mejor… lo sabes que a mí me encanta jugar con tu pelo… ¡no quiero que lo cortes!
- … ¿y si lo corto?
- Yo no dejaré… el pelo que tienes es estupendo…
Sin embargo, el teléfono suena y Ainhoa va a contestarlo.
- Sí… ¡Mario! Por fin me llamas, ¿eh?... – un largo minuto de silencio - … ¿qué ha pasado?... No… - el rosto de Ainhoa empezaba a quedarse muy pálido. Se notaba que no se trataba de una llamada normal, seguro que malo había sucedido, seguro que sería algo de Enrique - … yo comprendo, pero… lo sé, Mario, lo sé… ¿es así muy grave?... vale, ya es tarde, pero mañana yo me voy. No puedo quedarme aquí sabiendo que… tranquilo, hermanito, yo me cuidaré… esperemos que sea solo más un susto… claro, llámame a la hora que sea, ¿vale?... un besito…
- ¿Qué pasa? – pregunto.
- Es mi padre… está de nuevo en el hospital… ahora es muy grave…
- Ya verás que solo será más un susto… lo sabes que tu padre es un hombre muy fuerte…
- Eso lo espero también… - Ainhoa suelta un suspiro profundo y mira el suelo. El silencio toma cuenta de la casa.
- Tranquila… - le doy un abrazo bien fuerte en el que ella no quiso salir jamás. Lo sabía que sus lágrimas empiezan a caerse en mi hombro, pero el silencio era la mejor cosa que podía haber en aquel momento.

Narra Ainhoa
Por detrás de aquella puerta blanca, lo sabía que iba a encontrar algo que seguramente me ponía muy mal, pero tenía que verlo. La abro y doy mis primeros pasos. Tenían lo mismo sabor que los primeros de he dado en mi vida.
Mi padre permanecía inmoble en aquella camilla de hospital. Me acerqué a él y haciendo el máximo esfuerzo, él intenta darme la mano. En un gesto muy sencillo agarro de su mano de manera muy suave y de su rosto despedazado sale una pequeña sonrisa.
- A ver si cuidas bien de esa preciosidad que está viniendo…
- … y esta preciosidad la verás nacer…
- Tendré que enseñarle algunas cositas, ¿eh?
- Por supuesto… o no estaremos hablando de los Martínez…
- ¿Ya te he dicho lo cuanto te quiero? – me interrumpe, hablando muy bajito.
Siento un grande nudo en mi garganta y las lágrimas hacen de todo para saltar al exterior. Nos miramos mutuamente sin nada decir. Sus ojos brillaban más que nunca:
- Todo lo que hizo en la vida ha sido para que tú y tus hermanos tuviesen la mejor vida posible… por cierto me he equivocado algunas veces, pero lo sé que por un lado esos errores fueron importantes también…
- No digas esas cosas, papá… me estás haciendo llorar…
- Si es para llorar que sea de alegría… si la hora de irme llegar pronto, ¿me lo prometes que no llorarás de tristeza?
- Papá… - se me soltaba toda la emoción que sentía en aquel momento.
- Yo quiero que seas feliz… y lo sé qué estás feliz con la familia que has construido…
- En el comienzo no te ha gustado a Pablo…
- … pero eso fue cuando supe que él era tu novio. Me he equivocado… te ha salido la mayor buena suerte que existe en el amor… ¿me lo prometes?
- No sé si soy capaz de hacerlo… papá, eres tan importante que…
- Tu eres fuerte, Ainhoa… ¿quién se ha atrevido a cuestionar mis decisiones? ¿Quién se fue a estudiar para Ginebra sola aunque yo no lo quisiese?
- Fui yo… - respondo bajito.
- Eres más fuerte de lo que te crees…
- No… ¿quién seré yo sin ti? – a poco y poco el lloro casi se me quita la respiración. Yo temblaba solo en pensar en su ausencia. Todo se parecía a obscuridad sin él. Me dolía. Tenía cuchillos en el corazón.