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jueves, 25 de junio de 2015
lunes, 22 de junio de 2015
miércoles, 17 de junio de 2015
lunes, 15 de junio de 2015
59. Amor tierno
Narra
Pablo
Por magia, entre su grande grito se hizo
escuchar el lloro… el lloro de mi niño, ¡por fin nacía mi pequeñito! Yo casi
saltaba de alegría y Ainhoa caía con la cabeza en la camilla, casi sin fuerza
ninguna, pero sonreía más que nunca, cerrando los ojos al mismo tiempo.
Aquella preciosidad pequeñita y gordita
nos hacía sonreír de oreja a oreja y nos hizo soltar unas buenas lágrimas
dulces, llenas de alegría, sintiendo algo que jamás habíamos sentido.
- ¡El niño tiene una cuerdas vocales
estupendas! – decía la enfermera. De hecho, su lloro era intenso, pero parecía
una pura melodía.
El tiempo paraba en aquel momento, el
mismo en que él, de forma muy graciosa, se va tranquilamente para los brazos de
Ainhoa.
Sus bracitos y sus piernitas se movían,
todo en él era la cosa más preciosa del mundo. Se vía nacer una nueva luz, un
motivo más para ser feliz, una nueva vida había nacido allí mismo, que fue el
resultado de todo un amor loco, intenso, entre las nubes y con pies bien firmes
en tierra.
- ¿Cómo se llamará el niño? – nos
preguntan.
- Enrique… - responde Ainhoa, haciendo
un sacrificio tremendo.
- Enrique Moreno Martínez… - completo
yo, mirando a mi pequeñito.
(Algunas
horas después)
La noche empezaba a caer y de Málaga
llamaba mi familia más eufórica que nunca. Es cierto que mañana os tendré aquí
a todos, deseando ver el nuevo miembro de la familia.
- Papá, ¿ya podemos irnos?
- Sí, mi amor…
- Dime como él es… dímelo…
- Ya verás, princesita… venga, abre esa
puerta, pero tienes que entrar en silencio que seguro que él se está durmiendo…
Entramos los dos y luego surge Ainhoa,
con el pequeño en sus brazos. La peque se va llena de euforia a ver su
hermanito. Salta para la camilla, siéntase junto a ella y luego empezó a
contemplar los encantos del pequeñito:
- ¡Dios mío, qué cosita tan bonita! Que
mono…
Allí mismo se derretía Ainhoa, elogiando
sin parar su hermanito y que nadie se atreviese a interrumpirla en aquel
precioso momento. A lo que parece, al pequeño Enrique parece que se ha perdido
de amores por Ainhoa. Ella agarra su manito y él se despierta sonriendo.
¡Cuánto amor en una sencilla sonrisa de un bebé!
Y en el día siguiente y de manera casi
religiosa, la familia se encuentra toda en el hospital. Una auténtica invasión
de Alboranes y Martínez, totalmente embobados.
-
Me lo parece que estoy viendo mi hermano de nuevo en bebé… es igualito,
igualito… - decía Casilda - … estos rizos rubios no equivocan a nadie…
- No puedo despegarme de este gordito… -
comenta Pilar, que cuando supe que su nieto se llamaba Enrique, se le saltaron
unas cuantas lágrimas de emoción, que todavía no han secado por ver semejante
angelito.
viernes, 12 de junio de 2015
58. Sin embargo...
Narra
Pablo
- Ese tío volvió a aparecer aquí en la
entrada… - decía Iván, el portero del edificio.
- ¿Qué habéis hecho?
- No te preocupes… en una cuestión de
minutos llegaba la policía… se lo estaban buscando hace algunos días por haber robado
tres tiendas en Atocha… se nota que le falta un pedazo muy grande de su
cerebro…
- Es un descontrolado… ¿no lo sabes cómo
se quedó eso?
- Se fue a la cárcel… ha sido tonto a
punto de dejarse filmar por las cameras de las tiendas… se le merece la cárcel…
- Por fin hay paz total…
- Es verdad… al menos no tengo que
escuchar cosas venidas de tontos… pues, tengo otro asunto… ahora que llueve un
poco, ¿aún no se ha dado cuenta de alguna inundación en su casa?
- No… no he dado cuenta de nada…
- Está teniendo suerte, que el vecino de
la frente tiene una de sus habitaciones inundada…
- ¿En serio? A ver si el próximo no soy
yo…
Las puertas del ascensor se abrían y
aparece a mis dos chicas. La peque sale volando hacía mis brazos y no paraba de
hablar:
- Papá, papá, yo te he visto en la tele…
y después pasó la canción “Quién”, pero yo he…
- Cariño, ¿por qué estás hablando tan
rápido? – le interrumpo.
- Pues… por nada, papá… nos vamos al
supermercado, ven con nosotras… - para convencerme, suelta aquella su cara tan
mona a la cual yo no puedo resistir y luego le doy un grande beso en una de sus
mejillas.
- Vale, yo me voy…
- No, no te vas… - interrumpe Ainhoa con
una cara muy seria, respirando muy profundamente y despacio.
- ¿Por qué?
- Se me han rompido aguas ahora mismo…
Sigo mi primer instinto y me voy a
buscar el coche. No tenía tiempo ni para respirar, me puso más nervioso que
nunca y una cuestión de poco más de un minuto, tenía el coche a la entrada del
edificio.
Al llegar al hospital, los médicos se
fueron corriendo para tratar del parto, pero algo inesperado estaba pasando.
Estaba todo listo para hacer el parto, pero se habían dado cuenta de que era un
poco temprano para hacerlo, aunque ella estuviese ya sintiendo más dolor que
nunca.
- Tendremos que esperar algún tiempo… -
decía el médico - … respire profundamente y relájese…
- Usted me diga cómo se relaja sabiendo
que va a nacer su hijo… yo no me lo sé… - contesta ella.
- Tranquila… no es necesario estar
nerviosa, todo saldrá muy bien… - empieza a reírse.
- Dios mío, que un ser tan pequeño puede
causar tanto dolor... ayyyy…
De hecho, yo no sabía quién estaría más
nervioso en aquella habitación: ella o yo. Empezaba a sudar, me quedaba
caminando de un lado para el otro de la habitación, pero luego lo paré cuando
Ainhoa me dice:
- Pablo, quédate parado que me estás
dejando aún más nerviosa…
- Vale, yo paro… ¿pero el niño no sale?
Lo veo que será cabezota como su madre…
Entre quejas de dolor, Ainhoa suelta una
grande carcajada y me mira:
- Pablo, no digas eso… me has hecho
reír…
- Eso es bueno, ¿no? – acaricio su pelo
– A ver si te relajas un poco…
- ¿Me voy a relajar sabiendo que tú
estás hasta las trancas de tantos nervios?… es imposible…
- ¿Cómo lo sabes?
- Quizás porque te conozco mejor que a
mí misma…
Casi dos horas después, entre quejas de
dolor y tonterías dichas para relajar, empezaba el parto. Una de las enfermeras
pedía la fuerza de Ainhoa y el pequeñito salía muy despacito. La emoción subía
cada vez más, yo me quedaba todavía más nervioso viendo todo y los gritos por
el esfuerzo de Ainhoa eran muchos.
- Solo falta hacer salir la cabecita…
Ainhoa, ahora deposite toda la fuerza que tiene, ¡Vamos!
Ella respira profundamente, agarra mi
mano de forma tan fuerte que me hacía doler un poco y suelta un grito tan
fuerte que seguro que se hizo escuchar en todo el hospital y las lágrimas de
tanto dolor caían en su rosto.
martes, 9 de junio de 2015
57. Contaje final
Narra
Ainhoa
Comienza setiembre y empieza el contaje
final. Vientre redondito y grande, un cansancio que jamás termina y los últimos
arreglos en la habitación del pequeñito. ¡Hombre, qué habitación más mona! Todo
esto gracias a mi pequeña, que con sus pillas que jamás terminan tenía mil y
una ideas para la decoración de este espacio. De hecho, está sencillo y muy
confortable.
La pequeñita Lorena está cada vez más
parecida con Marisol y mi hermana de corazón se muere de ganas para ver a este
pequeñito saliendo para el mundo. Ahora mis hermanos casi me llaman todos los
días para asegurarse de que estoy bien y mi madre, que a poco y poco vuelve a
la vida normal sin el hombre de su vida, ya me hizo una visita cortita, que fue
el deleite para mí, de sentir el cariño tan especial que es el de una madre.
De Málaga viene las ganas de todos, el
máximo cariño y la cuestión de cuándo el “Pablito”, como cariñosamente llaman
al bebé, vaya nacer. Sigo siendo muy acariñada por todos y me deja muy feliz.
- Ahora solo queda esperar por el deseo
del niño en nacer… - decía el médico en la última consulta – Ahora hay que
tener la máxima tranquilidad, unas buenas horas de sueño… porque lo sabe que
después las va a echar de menos…
Me miro al espejo y me siento súper
bien. Me siento más guapa que nunca, aunque me cueste mucho cargar todo este
peso.
- ¿Para qué te ves al espejo? – me
pregunta Pablo.
- Eso es casi una pregunta retórica.
Todo el mundo se mira al espejo para ver cómo está, ¿no?
- Sí, pero ya deberías saber que estás
guapísima, guapísima… no lo sabes lo cuanto me encanta verte con esa
barriguita…
- … pero esta barriguita pesa mucho, eh!
No para de moverse… parece que está bailando o algo así…
- Bueno, esperemos que sea tan buen
bailarín como su madre…
- … ya… con una carrera gigante de dos
años y medio por que se ha roto su pie derecho…
Flashback
(Siete
años antes)
- ¡Último ensayo antes de la grande
final! – gritaba Pedro al entrar en el estudio del colegio – Empezamos con
bachata o tango?
- Pues… empezamos con el tango que es
más complicado… me voy a poner los zapatos y vuelvo ya…
- ¡Que seas rápida, eh! Eres muy lenta…
- ¡Cállate, tonto! No te olvides de que
eres el tío que pasa media hora arreglando el pelo todas las mañanas…
- Claro… un buen tío tiene que estar con
el pelo bien bonito, ¿no?
- Esto de tener un hermano tan tonto es
pura tortura…
- La niña pequeña trata mal a su hermano
mayor… mira, eso es…
- ¿Empezamos? – ya con los zapatos en
los pies, Ainhoa se va hacía él, siempre ocultando la risa.
- Vale… frente con frente… - empieza la
canción - … vamos, uno, dos, tres, izquierda… adelante, manos atrás… derecha,
frente…
- ¡Ayyyy! – sin embargo, Ainhoa para
gritando más que nunca.
- ¿Qué pasa?
- Mi pie… ostia, qué me duele…
- Venga, siéntate en aquella silla… yo
te ayudo a caminar…
- No puedo… yo me quedo aquí en el
suelo…
- Ya… déjame ver el pie…
Pedro toma el pie con mucho cuidado, pero
Ainhoa sigue quejándose por el dolor. La única solución ha sido de llamar a una
ambulancia y de irse al hospital.
Ya en el hospital, las noticias no eran
las mejores:
- Ainhoa, el médico me ha dicho que te
has roto el pie… - decía Pedro.
- ¿Qué? Pero, ¿y ahora qué hacemos?
Tenemos que irnos a la final…
- No seas cabezota… no te vas a morir
por fallar una final, es más importante tu pie…
- No puede ser… hemos luchado tanto para
llegar hacía aquí y ahora…
- … y ahora te vas a recuperar… -
interrumpe Pedro - … es una final, no es el fin del mundo…
- ¡Es una final que nos puede llevar a
las competiciones nacionales!
- Olvida todo eso, Ainhoa… vas a llevar
muchos meses de recuperación. Lo siento decírtelo yo, pero la danza se acabó
para ti por muchos años…
lunes, 8 de junio de 2015
56. Pasado Presente
Narra
Pablo
Al llegar a la entrada del edificio, soy
abordado por un hombre desconocido, que tenía apariencia de ser más o menos de
mi edad:
- ¡Pablo!
Yo paro, lo miro y el primer pensamiento
que llega a mi mente es de qué se trata de algún fan. Sonrío, pero algo raro
parecía pasarse.
- Yo no soy un fan, ¿vale? Solo quiero
hablar contigo…
- ¿Dé que se trata?
- Se trata de Ainhoa… y no vengas ya
hacerte de tonto y decir que no conoces ninguna. Ainhoa Martínez Sierra, es de
ella que hablo…
- ¿Qué quieres?
- Lo veo que al final no me equivoqué,
¿eh? A ella le salió la puta buena suerte de quedarse con alguien que…
- Yo volveré a repetir: ¿qué quieres? –
le interrumpo - ¿Quién eres, al final? – empiezo a ver que de bueno esto no
tendrá nada.
- Luis García… el ex de Ainhoa…
- Lo sé muy bien quién eres… es mejor
que te vas ya directo a lo que quieres…
- Solo quiero que le digas que volví… volví
para quedarme bien cerca…
- ¿En serio? Si fuera a ti no me atrevía
a hacerlo…
- ¿Por qué?
- … porque antes de llegar a ella,
tendrás que pasar por mí…
- ¡El chico del tú y tú y tú tienes
huevos, eh!
- Tengo más huevos que tú seguramente…
no he sido yo que ha dado una cachetada a una mujer…
- Yo no…
- Es mejor que te quedes bien, bien
lejos de aquí… - le interrumpo más cabreado que nunca – No tienes la percepción
con quién estás hablando… si te veo ni que sea a un kilómetro de distancia,
verás que tendrás las consecuencias…
- Ya veremos…
- Claro… ya veremos…
Sin nada más responderme, se giró y se
fue. De esto no estaba esperando ni por nada de este mundo. La última cosa que
podía imaginar sería el de encontrar a aquel gilipollas que tanto sufrimiento causó
a Ainhoa y que le hizo una persona demasiado fría, aquella Ainhoa que conocí en
aquel día en Málaga.
- Que mala cara tienes, Pablo… ¿ha
pasado algo? – aunque hiciera de todo para disfrazar, Ainhoa me conoce
demasiado bien para que vea que algo había pasado.
- Tranquila, no ha pasado nada…
- Que sí, que ha pasado algo. Yo te
conozco perfectamente, cariño…
- No desistirás mientras no descubres la
verdad, ¿eh?
- Ya lo sabes…
-Ha sido cuando estaba a punto de entrar
para el edificio, me apareció un hombre…
- ¿Sabías quién era?
- Él trató de presentarse…
- ¿De quién se trataba?
- Era… era tu…
- Mi…
- Era Luis…
- ¿Qué? ¿Cómo ha pasado eso? – me
interrumpe - ¿Qué te ha dicho? – su cara
cambia en menos de un segundo y empieza un cuestionario sin fin, lleno de
preocupación y miedo.
- Tranquila… ha dicho un par de
tonterías, pero luego traté de dejarle muy claro que se mantenga bien lejos. No
necesitas de quedarte nerviosa…
- ¡Maldito gilipollas que tenía que
aparecer! – sube sus manos a la cabeza – Con tantos millones de personas del
mundo tenía que aparecer justo aquí…
- Ainhoa, Ainhoa, tranquila… - su estado
de casi descontrol total tenía que ser controlado rápidamente y luego le doy un
abrazo para hacerlo - … verás que no vaya acercarse de nosotros. Yo ya he
tomado las providencias en caso de aparecer cerca de aquí, ¿vale? No quiero que
te quedes preocupada con esta tontería…
- ¿Tontería? Pablo, no estás viendo lo
que puede pasar… él es un loco, ¡no vaya descansar mientras no hace algo
conmigo!
- Sssshhhhh… nada vaya pasarse y eso te
lo aseguro yo. Puedes estar tranquila, que estoy aquí para protegerte…
- Qué pesadilla… - me abraza aún más
fuerte y respira profundamente.
(Días
después)
Aquella hora pasada en el programa de
tele había sido estupenda, sobre todo porque tenía a dos espectadores muy
atentas, pero también muy discretas, viendo toda la entrevista.
- Pablo, ya tienes el coche esperando…
cuando tú quieras puedes marcharte… - me susurra Rafa mientras sigo a tomar un
poco de agua - … las dos ya han seguido porque hemos tenido una situación, pero
todo ya se resolvió…
- ¿Algo grave?
- El tío ese saltó la red de la salida
del estudio e intentó abordar a los porteros, pero han visto que tenía un arma
blanca y luego trataron de llamar a la policía…
- Bueno, lo importante es que no se ha
acercado a ellas…
- Claro… ahora seguro que tendrá la
factura a pagar por ese acto…
viernes, 5 de junio de 2015
55. Revelaciones
Narra
Ainhoa
Volviendo a Madrid, el coche silencioso
me estaba molestando más que nunca. Su cara lo decía todo, a él le encantaría
saber qué siento yo por dentro. Yo, que viví aislada del mundo por cuatro días,
he dicho una media docena de palabras al hombre que sin nada reclamar
demostraba que en él yo podía encontrar toda la fuerza posible para superar
todo esto.
Me sentía muy mal por eso y no tardé
mucho en desligar aquella música bien tranquila que pasaba en la radio.
- Pablo… - respiro profundamente - …
perdóname por no casi no hablar contigo en estos días, es que yo…
- No tienes que disculparte de nada,
Ainhoa… - me interrumpe - …yo comprendo tu reacción y la respecto, de verdad…
- Solo he reaccionado así porque yo juré
delante de mi padre que… que no lloraría por su muerte… - mi garganta se queda
presa en un nudo gigante y ni la respiración forzada me aliviaba un poco - … lo
sé que estabas muy preocupado conmigo…
- Tranquila… lo sabía que tenías que
reflexionar y por eso yo respecté tu silencio. Lo que importa es que estés
bien…
- Yo estoy bien porque te tengo a mi
lado en todos los momentos… - mi ángel amoroso de mi interior se hace soltar
con estas palabras. Con una respuesta muy sonriente que he recibido, yo suelto
el brillo de mi sonrisa, hecha una adolescente o quizás una niña.
La vida empezaba a seguir adelante sin
jamás olvidarme de una de las personas más importantes de mi vida. Sigue vivo
para mí, sigue sacándome sonrisas cuando recuerdo el pasado y de esos pequeños
detalles hacen toda la diferencia.
Todo seguía, así como este embarazo tan
deseado y esperado. Todo seguía perfecto, aunque no pudiese descuidarme un
poco.
Se celebraban los ocho meses, unos doce
kilos hasta ahora, unas ganas inmensas de comer tortillas y la incerteza con el
sexo del bebé. Primeramente me han dicho que sería una niña, ahora me dicen que
es un niño y seguimos todos con la duda, que luego se quitó en una consulta:
- De hecho, es un niño…
- ¿Seguro?
- Sí, seguro… puede estar segura,
Ainhoa, ¡de allí vaya nascer un niño muy saludable!
- ¡Qué bueno!
Salí de la consulta riéndome conmigo
misma. Ahora estoy segura que sigo cargando un Pablito y no podía estar mejor.
El mundo parece ser aún más bonito de lo que pensaba. Me siento bien y se me
viene el pedido muy especial de mi padre a mi mente: “A ver si cuidas bien de
esa preciosidad que está viniendo…”.
- Qué cara tienes, mi amor… - comenta
Pablo justo cuando entro en casa.
- ¿Yo?
- ¿Yo veo ahí una sonrisa?
- Pues… quizás veas una sonrisa…
- ¿Quizás? Venga, tienes algo para
contarme…
- ¿Algo para contarte?
- Sí, tú… venga…
- ¡Mamá, mamá! – de su habitación sale
corriendo la peque con toda la velocidad que tenía - ¿Ya sabes si es un niño o
una niña? ¡Dímelo, dímelo!
- Pues… - hago de todo para no perderme
de risa hacía la cara de curiosidad de los dos - … bueno, es un bebé…
- Eso no dice nada, mamá…
- Lo veo que no tendré otra solución
sino la de decir, ¿verdad?
- Mujer, ¡ya la deberías estar diciendo!
- Vale, vale… es… ¡es un niño!
Con esto recibo el mejor abrazo del
mundo: el abrazo de los dos mayores amores de mi vida juntos. Nada mejor que
llegar a casa y verlos sonriendo. Sonrío aún más y la palabra “familia” asume
aún más importancia a cada día que pasa.
miércoles, 3 de junio de 2015
54. Adiós
Narra
Pablo
Desde que ella salió de la habitación
dónde se encuentra Enrique, Ainhoa no suelta ni una sola palabra. Sus ojos
pasan una terrible imagen de miedo, de un grande “¿por qué?”, empapados en
lágrimas que ahora se han metido en un silencio terrible para todos.
Ahora en aquella habitación reside la
mayor de todas las atenciones. Todos ya han dicho que son las últimas horas,
pero ya se han pasado casi 22 horas desde esa previsión. Ni los médicos ni los
enfermeros se pronuncian y el estrés empieza a quitar la poca racionalidad que
queda por aquí.
- Hemos hecho el posible y el imposible…
- sin embargo sale disparado un médico que con una sencilla frase hizo caer la
esperanza que quedaba.
Ni tan solo un segundo pasó que Ainhoa
luego caminó hacía el jardín exterior del hospital. Un pedazo de mí me dice que
tengo urgentemente de irme junto a ella que algo podía sucederse. Me equivoqué.
Se puso mirando un pequeño árbol, sin
soltar ni tan sola una lagrima. El moreno de su piel había desaparecido hace
mucho tiempo y daba el lugar al blanco, más blanco que la harina. Los ojos
estaban ahora más secos que nunca, sin brillo, en un completo vacío.
Dentro de mí sentía también un vacío muy
raro. En todo parecía faltar algo y no tenía una justificación plausible para
eso.
- ¿Estás bien? – le pregunto muy bajito.
Puso su cabeza en mi hombro y nada me
respondió. En un frente doy un beso suave de conforto y allí nos quedamos los
dos, sin ni una sola palabra decir cuando el corazón solo sentía aquel vacío
inexplicable.
(Dos
días después)
El cielo espejaba de forma muy clara el
sentimiento de toda la familia. Las nubes grises hacían prever la lluvia, que
no caía.
La iglesia trasbordaba de gente, entre
coroneles, gente del ejército, la grande familia Martínez y una cuanta gente de
la ciudad que conocía a aquel hombre que de prestigio tenía mucho. Casi junto
al cura, en una fila de sillas, se encontraban Esperanza y sus tres hijos.
Algunos comentaban bajito la pálida cara y el estado frágil de Ainhoa, otros el
rosto de dolor de Esperanza, que estaba como su hija, sin casi nada decir desde
aquella triste noticia del médico. En la salida, Mario y Pedro, juntamente con
dos generales, cargan el ataúd, llevándolo hacía el cementerio, dónde se hizo
la despedida:
- Por eso al despedir a nuestro hermano
Enrique… - decía el cura - … podemos irnos recordando esas palabras de
Jesucristo: Tu hermano resucitará…
Por fin Ainhoa reaccionaba al ver su
padre enterrado por la tierra. No fue por palabras, pero soltó la primera
lágrima desde todo esto. Una y una sola lágrima, un adiós muy dolorido,
sufrido, pero que ahora tenía que seguir adelante.
martes, 2 de junio de 2015
53. Inmoble
Narra
Pablo
(Tres
semanas después)
Estaba siendo imposible irse a cenar. La
peque se puso viendo algunas fotos mías y de Ainhoa, de nuestra niñez y
adolescencia y se moría de risa hacía mis inmensos rizos rubios y las tranzas
bien hechas en el pelo muy largo de Ainhoa.
- Papá, ¡pero que camiseta más fea
tienes vestida aquí en la foto!
- No es así tan fea… se estaba muy de
moda…
- … y mamá era muy de moda llevando esas
zapatillas… se parecen dos piedras…
- Mira esta, princesita… - Ainhoa le
enseña una foto mía y la peque se quedó un poco sorprendida.
- Pelo corto… papá, ¿has tenido el
coraje de tener el pelo así tan corto?
- Se me ha gustado mucho… a ver si un
día no vuelvo a ponerlo así también…
- ¡No! El pelo que tienes ahora es mucho
mejor… lo sabes que a mí me encanta jugar con tu pelo… ¡no quiero que lo
cortes!
- … ¿y si lo corto?
- Yo no dejaré… el pelo que tienes es
estupendo…
Sin embargo, el teléfono suena y Ainhoa
va a contestarlo.
- Sí… ¡Mario! Por fin me llamas, ¿eh?...
– un largo minuto de silencio - … ¿qué ha pasado?... No… - el rosto de Ainhoa
empezaba a quedarse muy pálido. Se notaba que no se trataba de una llamada
normal, seguro que malo había sucedido, seguro que sería algo de Enrique - … yo
comprendo, pero… lo sé, Mario, lo sé… ¿es así muy grave?... vale, ya es tarde,
pero mañana yo me voy. No puedo quedarme aquí sabiendo que… tranquilo,
hermanito, yo me cuidaré… esperemos que sea solo más un susto… claro, llámame a
la hora que sea, ¿vale?... un besito…
- ¿Qué pasa? – pregunto.
- Es mi padre… está de nuevo en el
hospital… ahora es muy grave…
- Ya verás que solo será más un susto…
lo sabes que tu padre es un hombre muy fuerte…
- Eso lo espero también… - Ainhoa suelta
un suspiro profundo y mira el suelo. El silencio toma cuenta de la casa.
- Tranquila… - le doy un abrazo bien
fuerte en el que ella no quiso salir jamás. Lo sabía que sus lágrimas empiezan
a caerse en mi hombro, pero el silencio era la mejor cosa que podía haber en
aquel momento.
Narra
Ainhoa
Por detrás de aquella puerta blanca, lo
sabía que iba a encontrar algo que seguramente me ponía muy mal, pero tenía que
verlo. La abro y doy mis primeros pasos. Tenían lo mismo sabor que los primeros
de he dado en mi vida.
Mi padre permanecía inmoble en aquella
camilla de hospital. Me acerqué a él y haciendo el máximo esfuerzo, él intenta
darme la mano. En un gesto muy sencillo agarro de su mano de manera muy suave y
de su rosto despedazado sale una pequeña sonrisa.
- A ver si cuidas bien de esa
preciosidad que está viniendo…
- … y esta preciosidad la verás nacer…
- Tendré que enseñarle algunas cositas,
¿eh?
- Por supuesto… o no estaremos hablando
de los Martínez…
- ¿Ya te he dicho lo cuanto te quiero? –
me interrumpe, hablando muy bajito.
Siento un grande nudo en mi garganta y
las lágrimas hacen de todo para saltar al exterior. Nos miramos mutuamente sin
nada decir. Sus ojos brillaban más que nunca:
- Todo lo que hizo en la vida ha sido
para que tú y tus hermanos tuviesen la mejor vida posible… por cierto me he
equivocado algunas veces, pero lo sé que por un lado esos errores fueron
importantes también…
- No digas esas cosas, papá… me estás
haciendo llorar…
- Si es para llorar que sea de alegría…
si la hora de irme llegar pronto, ¿me lo prometes que no llorarás de tristeza?
- Papá… - se me soltaba toda la emoción
que sentía en aquel momento.
- Yo quiero que seas feliz… y lo sé qué
estás feliz con la familia que has construido…
- En el comienzo no te ha gustado a
Pablo…
- … pero eso fue cuando supe que él era
tu novio. Me he equivocado… te ha salido la mayor buena suerte que existe en el
amor… ¿me lo prometes?
- No sé si soy capaz de hacerlo… papá,
eres tan importante que…
- Tu eres fuerte, Ainhoa… ¿quién se ha
atrevido a cuestionar mis decisiones? ¿Quién se fue a estudiar para Ginebra
sola aunque yo no lo quisiese?
- Fui yo… - respondo bajito.
- Eres más fuerte de lo que te crees…
- No… ¿quién seré yo sin ti? – a poco y poco el lloro
casi se me quita la respiración. Yo temblaba solo en pensar en su ausencia. Todo
se parecía a obscuridad sin él. Me dolía. Tenía cuchillos en el corazón.
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