Últimos capítulos...

Últimos capítulos...

jueves, 27 de noviembre de 2014

17. Terral de locura

Narra Pablo
- Anda, hijo... a mi no me pasa nada estar con la peque!
- Que no, mamá... ya tienes mucho trabajo y así te quedas todavía con más!
- Déjate de tonterías... Ainhoa no me da trabajo ninguno y, además, vosotros lo merecéis... ella necesita de animarse!
- Yo no voy a convercerte, verdad?
- Por supuesto que no... la peque se queda aquí y venís a recogerla cuando queráis...
- Cómo te lo agradezco, ma mère?
- No lo necesitas hacerlo... para eso aquí estoy...
Lo que sucedió fue una noche a la que todas las mujeres lo merecen. Una cena iluminada solo por las luces de velas, algo muy íntimo, nada de muy caprichoso, pero lo tenía todo para pasarlo genial. La vista era la ideal, una de las muchas playas preciosas de mi Málaga querida.
Mi ciudad es perfecta para estas cosas y lo sé porque al final fue por aquí que toda esta relación se desarrolló hasta llegar al punto dónde estamos ahora.
- Yo voy a prohibirte de regalarme estas cosas, eh?
- Por qué?
- Es que un día me muero por tanta sorpresa... yo cuando pienso que ya he visto todo el tipo de sorpresas, siempre me lo pruebas que estoy equivocada!
- Eso es bueno, no?
- Pues... lo es y no lo es... pero lo es... - responde entre la duda.
- En que nos quedamos, señorita? - pongo mis manos al nível de su cadera y la acerco a mí.
- Pues nos quedamos en lo que tu quieras, que para mí es perfecto! - sin contar me muerde el labio de una forma muy suave. Por aquel suelo de Málaga que escuchaba nuestros pasos, se hacía sentir el mejor viento, ese Terral caliente que entraba por nuestros almas y les hacían subir hacía un lugar más arriba, inexpicable, como si fuera una atracción más que atraente.
Por un rato todo parecía ser del tiempo en que su lado más frío era su mayor atracción en mí, como si de un íman se tratara.
El Terral se hacía sentir en todo y en mí se lo había subido de tal manera que soy contagiado por algo loco, que te pone haciendo mil y una cosas dichas “anormales”.
Tanto insistí que he podido llevarla a cuestas hacía la playa que era junto al hotel. Parecíamos dos locos de atar por el medio de la arena, con Ainhoa diciendo mil veces que yo era un loco.
- Tu eres un loco... pero un loco, de verdad!
- Todavía no has visto nada...
- Hombre, no me vengas con más locuras, eh? Yo ya tengo la edad suficiente para...
- Para qué? Dímelo, señorita Ainhoa Martínez, que todavía juega con muñecas...
- Eso no cuenta...
- Que sí, que cuenta... y cuenta mucho! Ven... o nos vamos a estar aquí hechas dos estatuas mirando todo esto?
- Estás diciendo para...?
- Eso es... anda, que el agua está calentito...
- No... de noche?
- Nunca has hecho esto?
- No... ni estando de vacaciones en Barcelona dónde hacía las peores tonterías que podías imaginar...
- Pero tu quieres ver cual es el verdadero valor de Málaga o te quedas en ignorancia?
- … y tengo que hacer esto?
Señalo con la cabeza que sí y su reacción de no conformarse al mismo tiempo jugando con toda la situación, era de las cosas más preciosas que yo podía ver.
- Yo no sé que hago contigo... a estas horas de la noche me voy a bañarme... qué guay, eh?
Comienzo yo por mojar el pies mirando el mar cuando me giro y veo lucir en toda aquella obscuridad de la noche las curvas de su estupendo cuerpo. Como siempre, me quedaba boquiabierto, casi que ma caían todos los dientes, tanta curva perfecta con un pelo marrón volando despacito al compás del terral caliente de la noche. Qué más se desea?

viernes, 21 de noviembre de 2014

16. Después de la primera, viene la segunda... y después qué vendrá?

Narra Ainhoa
(Dos mes después)
Con Junio casi llegando, la temperatura sube en todos los aspectos. Es la temperatura en su sentido real, que haz de los días un auténtico infierno de calor, que te quedas sudando haciendo nada y después existe la temperatura de una gira que está provocando la locura en toda la España.
La gira ya empezó hace unas semanas y, de hecho, están siendo tiempos muy buenos. Los fines de semana son la parte más esperada de semana por mi parte y por de mi pequeñita. A ella le hace mucha ilusión llegar a los viernes por la tarde y entrar en el coche, sabiendo que estará rumbo a muchas horas junto a Pablo.
En esta vez, la niña estaba todavía más enérgica que lo sabía que este fin de semana iba a ser un poco más largo, es decir, lo sabía que iba a estar más tiempo con Pablo. Era uno de los findes de total descanso para él y Málaga ha sido previsiblemente el destino a elegir en esta situación.
La causa principal es el matrimonio de Sergio, el primo de Pablo, que llenará el domingo de pura alegría y felicidad, con toda la família junta. De San Sebastián hacemos una pequeña escapada a Madrid y luego nos vamos hacía la tierra más bonita de todas. El calorcito malagueño se siente y es previsible que vaya aumentar, las previones lo dicen que el terral vaya aparecer por la noche.
El domingo amanece de manera muy interesante en la casa de los padres de Pablo. Sofía y Ainhoa fueron las primeras personas en la casa a despertarse y ellas trataron de poner a todo el mundo despierto en una cuestión de minutos. Por fin tenía la ocasión perfecta para estrenar el vestido malva que me lo habían regalado los dos hace unos tiempos.
De hecho, el vestido era hermosísimo y ya con él en mi cuerpo, la confianza se había subido de una manera considerable. La maldita tarea de elegir los tacones ha sido lo peor, pero nada mejor que tener una buena consejera con el mismo nombre que yo, a quién yo tengo una relación muy pura y bonita, que me ayudó a terminar esa tarea.
Al bajar las escaleras junto a mi peque, casi soy comida con los ojos de Pablo. De muchas formas me miraba, me lo creo que el color malva había llenado sus ojos con algo que no podía explicar. Lo mismo digo, el no poder explicar, esas largas dos horas a las cuales, junto a Pablo, medio mundo me mira, quizás por mucha de la gente todavía no conocerme muy bien o tal vez por algún motivo más negativo, que me lo creo que lo mejor es ni llegar a punto de saber cual es.
Lo estábamos llevando genial en la boda de Sergio y todo se ha quedado mejor a la hora de juntar los “Alborán” en tan sola una mesa. Éramos unos diez o tal vez y las carcajadas se hacían soltar por todo y por nada. Salvador, mi cuñado, parecía que había grabado en toda su mente un libro de bromas que nos hacían reír hasta doler la tripa.
- Ainhoa, tienes que irte también... - me comenta sin embargo Casilda.
De hecho, no estaba viendo muy bien lo que estaba pasando ya que estaba envuelta en risas que jamás terminaban.
- Pero qué pasa? - pregunta.
- Todavía no te has casado, por eso tienes el derecho de irte a coger el manojo de Cristina...
- Que va... yo ya he hecho eso un montón de veces...
- Anda... que una vez más no tiene mal ninguno...
Al levantarme, Cristina me da la mano, me sonreí y luego me dice:
- Yo no iba a perdonarte si no vinieses...
- Yo me voy, no te preocupes...
Me puso en el fin de aquel montónde chicas disputando un tan sencillo manojo de flores. Estaba allí simplemente por estar, que lo sé que ya he recibido una vez el manojo por parte de Marisol y ahora no lo tendré por la segunda vez.
- Tres... dos... - gritan todas - … uno... ya!
En el aire volaba aquel manojo de rosas blancas, pasaba por encima de toda la gente y por la ironía de un destino sin justificación, se cae junto a mis pies. Me lo recojo y Cristina me mira sonriendo más que nunca.
- Yo lo sabía! Lo sabía que vas a ser a continuación...
Miraba las flores y nada decía. Se hacía escuchar por entre las chicas un tan solo “Ella es la novía de Pablo...”.

Narra Pablo
- Quién ha recogido el manojo de flores? - preguntaba mi madre muy curiosa.
Estábamos todos mirando hacía el grupo de chicas a ver quién tenía el las flores en sus manos. Por cierto que estaba en el medio de toda aquella gente y cuando el grupo haz un pequeño camino para salir algunas mujeres, sale Ainhoa también.
Mi madre se había quedado boquiabierta al ver el manojo de flores en las manos de Ainhoa, así como yo me quedé y toda mi familia.
- Venga... para quién no tenía intención de irse a recoger, no está muy mal, eh? - bromea Casilda con Ainhoa.
- Está fabuloso, eh? Es uno más para juntar...
- Uno más?
- Sí... ya es el segundo manojo de flores que recojo... un día voy a tener una colección de ellos!
- Ya lo sabes, Pablo... - susurraba mi hermano para mí de forma muy discreta - … ya es la segunda vez que le sucede esto... a ver si tratas de eso prontito, eh?

miércoles, 19 de noviembre de 2014

15. El baile de una realidad

Narra Pablo
La cara de susto de Ainhoa al salir de la habitación del hospital junto a sus hermanos era muy rara. Los tres no decían nada, cada uno venía con una carta en su mano y nadie lo sabía que sería lo que estaría escrito. Se han puesto lejos de cada uno, en un rincón, y abrían la carta. Pedro fue el primero y fue también la primera persona a abandonar el pasillo del hospital en lagrimas. Sara corría hacía él, sin saber lo que se estaba pasando. Pilar, sentada y sin nada decir, miraba toda aquella escena y bajaba la cabeza, ahogando las lagrimas para ella misma, sin hacer ni tan solo un ruído.
Ainhoa abría la carta y ni ha dado el tiempo suficiente para leerla entera. La cerró con toda la velocidad y sin permiso entra de nuevo en la habitación dónde estaba Enrique. La puerta se cerraba y en pocos minutos se abría de nuevo ya con Ainhoa entre lagrimas de sal y dolor.
Corrió rumbo a la salida y yo corría para no perder su rastro. Para junto al coche en el aparcamiento, se gira y solo me dice:
- Yo tengo que salir de aquí ya, Pablo...
Sin nada responder, yo entro en el coche y ella haz lo mismo. No hablamos nada. En aquel momento las palabras solo pertubaban, la ausencia de ellas era lo ideal para no hacer más intensa el dolor que se sentía.
- Pablo... - murmura.
- Sshhh... no digas nada, vale? - le contesto bajito. Agarro su mano y la acaricio y esto fue el “click” para que Ainhoa desahogarse todo aquello que desde mucho tiempo estaba guardando en su interior. Salada caía la lluvia por su rosto, lagrimas de dolor, de puro sal, amargas en su todo y sin nada de dulzura.
Me dolía también toda esta situación. Ver a alguien tan fuerte, con tanta personalidad, dejándose caerse por la muerte, rendido a un destino que nadie lo sabe cuando llegará, duele y te marca para un siempre.
De hecho, Enrique estaba muriéndose a poco y poco, se notaba la fatiga, las guerras en que había batallado y llegó al momento de dejarse llevar. La vida todavía no le había hecho eso, pero él esperaba, haciendo la despedida que quería.
La realidad no es como él está pensando. Según los medicos, ahora solo queda dejar la quimioterapía y vivir la vida. Nadie puede asegurar por cuanto tiempo vaya vivir, si es una semana, un mes, un año o tal vez más, nadie lo arriesga.
En la casa de sus padres, que estaba vacía, descubrí con mi pequeñita quizás de los tesoros más bien guardados de esta casa. Era una caja que estaba junto al piano de Ainhoa, el primero que ha recibido en toda su vida. Estaba casi toda cubierta por el polvo, pero con los soplos de los dos, se descubre que aquella caja era verde. Al abrir, se aparecen fotos de Ainhoa y de Pedro, en los tiempos en que ellos, muy jóvenes, bailaban.
- Papá... esta es mamá?
- Sí...
- Ella ha sido una ballerina?
- Pues... me lo parece que sí... - al tocar en todo que tenía la caja, se descubre algunos discos que habían dejado a la peque en un éxtasis imposible de controlarse:
- Yo quiero bailar, papá! Baila conmigo! - se aleja de mi corriendo hacía las escaleras, subiéndolas muy rápido y luego se escucha venido del piso de arriba:
- Mamá! Mamá! Viene conmigo!
Agarrando la mano de Ainhoa, la rubita baja las escaleras y luego haz la pregunta más obvia que se podía imaginar:
- Mamá, tu has sido una ballerina con el tito Pedro?
Al ver la caja en el suelo, Ainhoa sonreí, algo que hace días que no sucedía.
- Sí... yo he bailado por muchos años en el cole...
- Baila un poquito, porfi, porfi, porfi... - ella utiliza su típica cara de inocente, la que es imposible hacer con que nosotros le contestemos con un “no”.
- Cómo puedo bailar si no tengo mi par?
- Cómo no? Bailas con papá...
- Yo?!? - pregunto muy sorprendido – Yo no sé bailar, pequeñita...
- Que sí, que lo sabes... anda, baila con mamá...
- No lo intentes, Pablo... ella no vaya cambiar su posición...
- Venga, pone la música...
Ya lo sabía que “competir” con ella iba a ser la misión imposible, Ainhoa tiene los pies como plumas y ellos se mueven de uma manera iniguable y yo tengo los pies como plomo y no se mueven para nada.
De su mirada triste se pasa a una mirada más alegre y lo pude sentir, de manera muy cerca, con su cuerpo bien junto al mío que todo aquel que hemos bailado estaba siendo su arma para quitarse de malas energías, las tantas energías malas que estaba recibiendo.
Al compás del tango, con el público más especial de todos, aquel salón, que no era el mayor del mundo, parecía el infinito. Entre los compás de la canción sin embargo escucho, bien cerco a mi oído su risa y parecía el despertar. Era el despertar de una nueva Ainhoa, liberta de puntos negativos, que cuando se ponía cara a cara conmigo, me hacía temblar.
Mis piernas y manos temblaban porque en un rato me entero de un grande relatorio de mi vida en casi dos años... había encontrado la mujer de mi vida y ya tengo a una hija a quién doy mi vida entera si se trata de continuar con su vida. Me muero por la pequeña, por mis dos pequeñitas, que para mí, la mujer de mi vida siempre será “mi niña” y no importa la edad que tenga.

sábado, 15 de noviembre de 2014

14. Cartas que te marcan

Narra Ainhoa
Abro mi bolso y el primer objecto que vino a mi mano fue la carta que había escrito a mi abuela. Ella ya estaba por allí hace muchos días, ha pasado el cumple de Ainhoa, otro finde más y por fin la quito del bolso. Estaba doblada, el blanco de la hoja relucía letras en azul, del boli de que yo escribi todas aquellas palabras en un acto de desespero.
Escribo a mi abuela todas las veces que siento esa necesidad. Las escribo y todas las veces que vuelva a mi tierra, las pongo en su casa, dónde yo puedo entrar todas las veces que quiera.
Eso mismo hizo cuando una vez más vuelvo a León por mi padre. Entro en la casa y se hace sentir el olor que siempre tuve. Era el comienzo de un viaje de recuerdos que en esta vez tenía la compañía de Ainhoa y de Pablo.
Los dos no lo saben el grande valor que tiene esta casa para mí. Aquí he pasado todos los días cuando mi padre y mi madre estaban trabajando, junto a mis hermanos, haciendo de esta casa un castillo para descubrir.
- Mamá, esta es la muñeca que tenías en tu foto de niña?
Al ver dónde ella estaba, veo aquella muñeca de vestido azul y pelo marrón. Yo la llamaba Paula y tiene este nombre gracias a mi abuela. Ella siempre me lo decía que tenía la sensación de que este nombre iba a ser importante en mi vida pero hasta hoy, no asume esa importancia que ella tanto afirmaba. También me lo informó un día que, primeramente, yo iba a llamarme Paula, pero como a mi padre no le gustaba ese nombre, me he quedado con el nombre Ainhoa.
- Sí, es esa mismo... - respondo.
- Es muy mona... - la tomaba en sus brazos como si de un bebé se tratara. En Ainhoa yo veía la situación igual al del día en que recebí esa muñeca de regalo por las manos de mi abuelo José. Ella estaba haciendo todo lo que hizo en ese día: tomarla en brazos, cantarle una canción y jamás largarla.
- Todavía existe esa muñeca? - pregunta Pablo, que ya había visto un montón de veces la foto dónde yo aparezco con siete años y con la muñeca en mi regazo.
- Parece que sí... ya no me recordaba de su existencia...
- Sigue igual... - después me mira muy serio – Por fin me lo vas a decir porqué has venido aquí?
- Para dejar esta carta... - exhibo la carta.
- Porqué dejas cartas aquí?
- Sabes, yo no lo sé muy bien... todo ha empezado cuando ella se murió. Yo vino aquí y escribí algo para ella y he dejado en su habitación... algo me dice para dejarlas en su casa y es lo que hago...

Narra Pedro
Aunque todavía me lo parezca un poco extraño, me encanta ver a Ainhoa con Pablo y con la pequeñita. Los tres hacen una familia genial y se nota a kilómetros que todos se quieren de una forma imaginable.
Es bueno ver que tu hermana pequeñita, la que siempre ha sido la “muchacha rebelde” de la familia, que ya ha puesto un poco los pies en la tierra y empezó a formar una familia. Me lo encantaría verla por los mejores motivos pero, de hecho, no lo son. Una vez más nos encontramos en un hospital, por mi padre estar aquí otra vez, con cada vez teniendo notícias malas. El panorama de su estado no es lo más positivo y puedo sentir que Ainhoa tiembla al pensar en lo que puede suceder repentinamente.
Ella casi no habla con mi madre, otra más que se ha afundado en puntos negativos y jamás se levanta. Mi madre lamenta, se prepara para lo peor y Ainhoa sufre, en un silencio que hasta a Pablo le molesta por no saber en lo que podrá ayudar.
Yo intento buscar todo lo que sea positivo para no caerme porque tengo la esperanza de que todavía mi Antonio vaya aprender todo sobre aviones y pájaros por la mano de su abueo, así como yo aprendí y mis hermanos.
Estaba yo y Ainhoa, juntamente con Mario, en la habitación dónde estaba mi padre. Solamente el padre con sus hijos. Poco hemos hablado, pero sin saber muy bien el porqué, cada uno de nosotros recibimos una carta. Tenía su letra y su forma especial de hacer los “Q”. la había escrito en la noche anterior y fue la primera carta que he recibido de mi padre. No soy un hombre para llorar, pero, en esta vez, se me caían por la emoción de sus palabras.

Mi hijo querido Pedro,
Yo lo sé que debería decir todo lo que escribé aquí cara a cara, pero mis fuerzas y mis sentimientos ya no me dejan hacerlo. Aunque esté frágil por todo, todavía las fuerzas son suficientes para tomar un bolígrafo y en una hoja y escribirte.
Los dos sabemos de las discusiones que hemos tenido, pero eso ahora no importa. Lo que tengo a decirte es que estoy muy orgulloso de tí. Me conoces muy bien y lo sabes que algunos sentimientos no lo demuestro, pero ese es tu padre antes de caerse en una camilla de hospital , en un cáncer que muy probablemente me quitará la vida muy pronto.
Haz formado una família muy bonita, que merece todo el respecto, admiración y felicidad. Has eligido bien tu compañera y con el nacimiento de ese pequeñito Antonio, tiene todo para resultar. Lo sé que os quieres mucho y por eso espero que jamás te metas por caminos malos como yo lo hizo con mi familia, con vosotros.
Me arrepiendo de haber pasado tanto tiempo lejos de tí y de tus hermanos, si pudiera volver atrás, todo sería diferente. No asistí a algunos de vuestros momentos más importantes, pero quiero que sepas que no fue por no quererte, por no querer a tus hermanos, como una vez me lo has atirado a la cara, te recuerdas? Lo sé que estás arrependido y quiero que lo sepas, aunque nunca te lo había dicho, que te perdoné y te comprendí, de verdad.
Haz hecho algunas tonterías y algunas pensabas tu que yo no las sabía. Siempre supe de todo y nunca te he dado castigos, porque te conozco mejor que a mí mismo. Te has arrepentido por haber dicho a Sara de que Ainhoa, tu própria hermana, era tu novia. Habéis disfrazado por unas semanas, lo sé y lo sé también que tu ya tenías conocimiento de que Mario iba a casarse con Juana antes de toda la familia haber tenido conocimiento. Siempre has sido el primer a saber de todas las notícias entre tus hermanos y eso es bueno, es la prova que lo llevas genial con ellos.
Para terminar esta carta, que mis lagrimas ya se caen como lluvia, te pido para que seas feliz a tu manera.
Aprovecha la vida y haz de todo para vivir los momentos más importantes de tu hijo junto a él. Nada es peor para un padre que saber que no ha estado con su hijo cuando él más necesitaba. Cuida de tu madre, de la misma manera que yo la cuidaba por quererle tanto. Lo sé que está sufriendo y tu podrás quitar un poco su dolor con tu energía positiva.
Déjame partir en paz con todos, la quimioterapía me está matando a cada día y lo sé que de aquí, de esta camilla del hospital, me voy para junto de tu tío Manuel y de tus bisabuelos, mis abuelos queridos.
A tus abuelos, mis queridos padres, que no lloren por mí ni vosotros deberéis hacerlo. No quiero lagrimas, no quiero canciones tristes, quiero alegría y tranquilidad por saber de que estoy caminando hacía la paz de que tanto merezco. Me voy a juntar a quién ha dejado este mundo antes de mí.
Te quiero mucho, Pedro...
Un abrazo eterno de tu padre,
Enrique Martínez Cabanillas

martes, 11 de noviembre de 2014

13. Para todo hay una razón

Narra Pablo
(FLASHBACK)
Ocho de la mañana y este era el primer día del comienzo de una rutina. Era el primer día de trabajo de Ainhoa y esto decía que la peque tendría que enfrentar la realidad de estar algunas horas junto a quién ella dice no saber estar lejos.
- Mamá, tienes que irte, de verdad? - preguntaba la rubita justo en el momento en que Ainhoa estaba lista a abrirse la puerta.
- Sí, princesita... - se pone en cuclillas - … pero verás que las horas van a pasarse tan rápido que ni vas a darte cuenta de que estuve lejos, mi vida...
- Yo quería que estuvieses conmigo... - comenta cabizbaja.
- Lo sé, Ainhoa... a mi también, pero tiene que ser así...
- ... yo te espero...
- Pues... es para comportarse bien, eh? Que una princesa no puede hacer cositas malas!
Se notaba la nostalgia entre las dos y los ojos de Ainhoa lo decían de verdad de que toda aquella escena estaba haciendo de las situaciones más complicadas que tenía que confrontarse.

(Carta escrita por Ainhoa)
Querida abuelita María,
Hoy te eché de menos más que en los otros días. Por eso mismo que te estoy escribiendo, que tengo la esperanza de que estés leyendo esto que te escribo con la mayor nostalgia de que puedas imaginar.
Te recuerdas de aquel día en que me has dicho en que a veces el mundo parece que te da la espalda y no deja hacer lo que quieres? Te recuerdas que estábamos charlando en el jardín de tu bonita casa días después del abuelo José haber partido para otro mundo?
Lo sé que te recuerdas y te lo digo que yo en tantos años, nunca comprendí el verdadero sentido de tu sentimiento hasta hoy.
El mundo me ha dado la espalda porque no veo otra justificación posible para lo que está sucediendo. Pensaba yo que volvería a mi trabajo en paz y poco iba a cambiar. Me equivoqué tanto que me siento ignorante cuanto a lo que puede pasar en la vida.
Mi trabajo está poniendo mi persona 24 horas en un complejo turístico y sin oportunidad para volver ni tan solo por una hora a casa. Estoy ahogada en papeles que deberían estar tratados y no están por haber estado lejos.
Son ordenes que me dan, quieren esto listo en dos días y quieren que sea el lider de algo que no es mío de verdad. Me pagan para dormir 4 horas en casa. El tiempo está valiendo mucho dinero y no están teniendo en atención de que tengo vida.
Una parte de la culpa es mía porque me rendí a esto, pero lo sabes perfectamente que decir “no” es de las cosas más dificiles que puedo hacer. Lo sabes las veces que he sacrificado parte de mí para ayudar a los demás.
Ya no lo sé cómo debo seguir adelante. He parado en la carretera de la vida y estoy sin información para dar un paso. El caos se ha instalado, abu y lo sé que estás viendo eso.
Mi padre tiene aquella maldita enfermedad y las previsiones no son las mejores. No tengo oportunidad de ver al hombre que quiero y a la hija que amo más que a mi misma pues el trabajo no me deja.
Quizás debería por fin dejar todo esto, pero no soy una persona que está bien sin hacer nada y tu lo sabes perfectamente. Tu siempre me lo has dicho que para mí “parar es morirse a poco y poco” y estoy de acuerdo contigo.
Tengo miedo, mucho miedo de que esta falta de tiempo para la família sea la causa para muy malas consecuencias.
Sé que me miras desde ese lugar dónde estás. Sé que a veces te desiludes con mis decisiones, pero que estás feliz al verme feliz. Siempre fuiste como una madre para mí y si pudiera, jamás iba a permitir que salieses de mi vida porque mejor consejera que tú yo nunca encontré.
No soy la persona más religiosa de este mundo, pero me lo creo que debería orar para que nada termine mal entre mí y Pablo, ni siquiera con Ainhoa.
Es imposible de no estar escribiendo en mi diario sin saltarme las lagrimas. Este es el objecto que guarda mis mayores alegrías y mis mayores tristezas. Muchas de las páginas son tuyas porque el anhelo es mucho. Ya son más de seis años sin ti... cómo yo aguanto tanto?
Lo sé que eres un ángel y por eso mismo te lo pido que protejas a los dos mientras esto se termina. Esta falta de tiempo es pasajera y mientras tanto, confío la protección a tí.
Con amor y anhelo a tí,
De tu Ainhi...

FLASHBACK
Narra Pablo
Toda esta situación no me está gustando en nada. Ainhoa llega del trabajo a la hora en que Ainhoa ya se duerme profundamente y las dos hablan un par de minutos por la mañana cuando ella ya sale corriendo para el trabajo, con el móvil sin parar de sonar.
Pero qué vida es esta la que seguimos llevando? No es esto que quiero para los tres y permitir que Ainhoa se quede sin ver a sus padres por tanto tiempo en un día, jamás ha estado en mis planes.
Es una situación que me lleva a la exaustión. Después de una semana y media en esta constante corrida, en breves minutos de conversación y de pasar noches casi enteras sin ella en la cama, me hace poner un punto final. Cabezota como es, la solución es ponerla con el poder de decisión en sus manos de la manera menos cómoda. Por mucho que me cueste y que sea un sacrificio total hacerme de enfadado hasta las trancas, tiene que ser.
El despertador vuelve a sonar a las 7:35, como todos los días. Ya estaba despierto, había pasado la noche entera pensando en una manera de poner ese punto final sin hacerle daño. Estaba de espaldas a ella y Ainhoa se levanta a una velocidad fugaz, pero con el cuidado de no hacer ni tan solo un ruido porque es cierto que pensaba que todavía estaba durmiendo ya que no me movía.
Sin embargo se escucha el agua de la ducha y en una cuestión de minutos las puertas del armario ya emitían su sonido al abrirse y cerrarse. En menos de quince minutos, Ainhoa ya se encontraba totalmente vestida y lista para seguir para el desayuno.
En pijama me levanto mientras ella estaba entretenida al eligir qué pendientes iba a poner, me voy hacía la cocina y comienzo a preparar el desayuno.
- Buenos días, cariño... - me saluda con un beso en la mejilla.
- Buenos días... - respondo con una sonrisa.
- Oye, no necesitas de hacer el pan tostado para mí que yo tendré que salir corriendo...
De nuevo escuchaba aquel “corriendo” y, en esta vez, me lo había caído muy mal dentro de mí. No podía permitir que esto se quedase así y, con el sacrificio, se suelta mi voz:
- Madre mía, pero esto vaya ser así?


(Fin del flashback)

sábado, 8 de noviembre de 2014

12. Entre la espada y la pared



Narra Ainhoa
Después de tantos días agitados, por fin tengo la oportunidad de mirar el calendario... miércoles, 18 de marzo...
Hace diez días que mi padre descubrió el cáncer y quedán cuatro días para una fecha muy especial: el cumpleaños de Ainhoa. Nadie se lo imagina en la exaltación que anda la niña en saber que en pocos días tendrá su día y que vaya cumplir sus cinco añitos.
Son cosas buenas y malas todas mezcladas en la rutina, pero, bueno, seguir adelante es la solución que todo vaya tener buenos finales.
Hablando de buenos finales, algo no tuve un final así tan positivo como lo esperaba y se llama TRABAJO. Sí, sí, trabajo, él mismo que justo en la primera semana me quita de casa y me hace estar 24 horas constantes en el lugar del trabajo. Precioso, no?
Utilizo la ironía para no enfadarme más de lo que ya estoy con todo esto. Además de un jefe pidiendo lo imposible, tengo a la peque triste por no verme y a Pablo cerco de un estado de rabia que entre nosotros las conversaciones terminan muy mal.
- Madre mía, pero esto vaya ser así? - me pregunta muy enfadado.
- Así cómo, Pablo?
- Y todavía me preguntas? Cuentame lo tiempo que ahora lo pasas con nosotros todos juntos? Dímelo!
- Yo lo sé que es muy poco y as veces es casi ninguno, pero qué quieres qué te haga? Qué deje mi trabajo?
- Pues a mí me parece lo ideal...
- Por supuesto que sí y después yo me quedo una inútil, eh? Lo sabes perfectamente que yo no aguanto estar en casa días tras días, constantemente...
- Tu solo estás trabajando porque quieres y tu lo sabes! Yo desde el comienzo que te he dicho que mi rendimiento es más que suficiente para todo! Además de eso, dónde se queda la niña en el medio de todo esto?
- Te crees que a mí no me cuesta pasar tanto tiempo lejos de ella? No lo sabes lo que siento cuando salgo de aquí por la mañana...
- No lo parece... sino ya habías cambiado algo...
- Por supuesto que sí... como si yo fuise quién da las normas del trabajo! - le respondo con la ironía mezclada con los nervios a la flor de la piel.
- Entonces si no puedes dar las normas, dejas el trabajo, no?
- Es eso lo que quieres, Pablo? Yo dejo de trabajar, pero vamos a ver por cuánto tiempo nos vamos a aguantar a todos!
- Verás que todo vaya cambiar!
- Es mejor que comienzes a orar para que nada cambie para peor, Pablo...
Él nada me respondió y yo, sin contestar nada, salgo del salón rumbo a la habitación para coger mi bolso. Me miro al espejo y aquel sencillo objecto parecía querer decirme algo. Casi me saltaban las lagrimas, que discutir con Pablo no es lo que más me agrada, odio con todos mis dientes.
- Mamá, por la tarde nos vamos al parque? - me pregunta la niña junto a la puerta.
- Por supuesto que nos vamos, cariño... te lo prometo, eh?
- Te quiero... - me abraza
Ya dentro del coche, corriendo casi mitad de la ciudad de Madrid, yo en el silencio pensaba en el estado en que aquella discusión me había puesto: sin duda que estaba entre la espada y la pared.
La espada era mi trabajo y la pared la familia y tenía yo que elegir uno de ellos para no hacerme daño. Sin pensar dos veces, elegí la família, a pesar de haber elegido con miedo, ya que tengo el insitinto diciéndome de que algo vaya sucederse y tengo la impresión de que no será cosa buena.
Sin corage para confrontar duramente, en tan solo cinco minutos llego a Martín y le digo con todas las palabras que aquí terminaba aquello que había empezado, una de las más duras pero más grande experiencia en mi profesión.
- Estás segura de que quieres salir? - me pregunta sorprendido con lo que le había dicho.
- Sí, estoy segura... es todo una cuestión de prioridades y mi família está por encima de todo...
- Yo no te voy a juzgar, Ainhoa... si es eso que quieres, hazlo... solo me queda decirtelo que seas feliz y que tienes aquí un amigo para lo que necesitas, vale?
- Muchas gracias...
Salía por la última vez por aquella puerta, con la sensación de que había cerrado un capítulo para dejar que otro no tuviese su fin. En aquel momento, necesitaba del poder de la cafeína, entré en un bar y sonaba uno de los sonidos más familiares:

Tenía ganas ya
De pasar junto a ti
Unos minutos soñando,
Sin un reloj que cuente las caricias que te voy dando.
Juramento de sal y limón,
Prometimos querernos los dos.
Te he echado de menos
Todo este tiempo
He pensado en tu sonrisa y en tu forma de caminar...”

Era paz la sensación que sentía junto a aquel olor del café, por entre la gente sentada en las mesas charlando y riéndose, con aquella canción en tono bajito sonando.
- Quiero algo más, señorita? - me pregunta el camarero después de haber dado mi café.
- Sí... - respondo - … quiero la cuenta y una pizca de felicidad de la buena, por favor...

sábado, 1 de noviembre de 2014

11. Positivo por encima de todo

Narra Ainhoa
Una puerta me separaba de una escena que tanto podría ser buena como mala. En mis pensamientos era una escena buena, pero algo, una extraña sensación, me estaba diciendo de que de bueno, esto no tendría nada.
La abrí, los pasos eran muy lentos, parecían pasos que no me llevaban ni un poco más adelante, ni un poco más atrás. La distancia estaba quedándose un poco más corta, hasta que mi visión se llena de algo que me destrozaba más y más.
Ver a mi padre tumbado en aquella camilla de hospital, con tantas cositas conectadas a su cuerpo, de mirada triste y vacía, hacía con que mi corazón se quedase en mil pedazos más finos que un cristal. Con todas mis fuerzas contenía mis lagrimas, dibujaba una sonrisa sufrida y me acercaba a él, que a poco y poco empezaba a demostrar algún brillo en su cara.
- Ainhoa...
- Papá...
- … has venido...
- Claro... no iba a dejarte solo... cómo te sientes?
- No lo sé... de verdad que no lo sé... esto no es fácil y no será fácil...
- Qué quieres decir con eso, papá?
- Yo... yo tengo cáncer... en el hígado...
Me quedo en silencio, absorviendo aquela dura y triste realidad que se había caído por encima de él. Me contenía mil veces para no soltar las lagrimas, me esforzaba al máximo para pasarle la imagen de tranquilidad.
- Verás que todo vaya salir perfecto... - aprieto una de sus manos y sentía lo sentía que mi padre, aquel hombre que siempre lo conocí fuerte contra todo, estaba más débil que nunca.
- Lo dudo...
- Cómo lo dudas? Dónde está aquel hombre que desde pequeñita me ha enseñado que jamás nos podemos bajar a una enfermedad?
- Eso son tiempos pasados...
- Son tiempos pasados y actuales también... hay que estar fuerte, que lo sé que puedes... yo no quiero que estés así! Quiero verte con fuerza, con esperanza, con ganas de vivir...
- No es así... ahora lo que me queda es la muerte...
- Ni una puta muerte ni nada, papá! - me enfado al ver tanto espíritu negativo en tan sola una persona – Tu aún vas a vivir mucho, por mucho tiempo, de verdad! Verás que aún enseñaras al pequeñito Antonio todas esas cosas de los aviones, de la misma manera que hiciste conmigo, con Pedro y Mario y con tus nietos más crecidos!
- Cómo puedes estar tan positiva, hija?
- … porque tu me lo has enseñado y porque la vida me aseguró de que tenías razón... - me saltaban las lagrimas después de tanto poner un freno a ellas para no salir - … joder, cómo se puede ser tan negativo? Esta es la oportunidad de probarme de que esto es verdad, de que mirar la vida con positividad es lo mejor que podemos hacer!
- Lo siento, pero...
- No lo admito... porque lo sé que tu puedes hacerlo! Prometeme que lo intentarás, por lo menos... pero lo intenterás de verdad!
- Lo prometo... - me responde con una pequeñita lagrima en su ojo derecho cayendo por su rosto - ...pero con una condición...
- Cual?
- Me lo prometes que no vas a estropear tu vida dejando a Pablo... que él te quiere a ti y a la pequeñita más que a él mismo...
- Lo prometo... - nos abrazamos y en aquel mismo segundo, algo cambiaba. Era la primera vez que escuchaba estas mismas palabras venidas de mi padre, la primera persona a estar en contra de la relación que tengo con Pablo. Y esta fue también la primera vez en toda mi santa vida que he visto a él soltando una lagrima.
- Cómo están los dos? - me pregunta.
- Están todos muy bien...
- Qué bien... tu pequeñita es un amor de niña, se lo parece mucho a tí cuando tenías la misma edad que ella... si no lo supiese que era adoptada, lo decía que era tu hija de verdad...
- … y es mi hija de verdad, papá... - le interrumpo - ... no es por no haber cargado un bebé por nueve meses, por no tener un parto que no la hace mi hija de verdad... lo importante es lo que se siente...
- En eso tienes razón... Ainhoa, puedo hacerte una pregunta?
- Por supuesto que puedes, papá...
- Por qué has adoptado una niña si puedes... lo sabes, tu puedes y tienes la edad perfecta para quedarte embarazada?
Confrontada con esta pregunta, la respuesta fue muy bien pensada antes de salir algo de mi boca. Solo tenía dos hipótesis: mentirle y darle una excusa así de bonita o entonces decirle la verdad; y neste exacto momento, la mentira no sería la solución cuando tarde o temprano todos van a saber la verdad.
- Pues... - miro el techo que su cara no era la cosa ideal para mirar mientras quería responderle con la verdad - … yo tengo edad, pero no puedo quedarme embarazada porque así mi cuerpo manda... lo siento, pero jamás en vida alguien va a poder verme embarazada, por mucho que todo el mundo tuviese ese deseo...
En ese momento, mi padre se sienta en la cama y abre sus brazos. Era el gesto elegido por él para decirme que no lo sabía y que lo sentía mucho, de verdad. Nada decimos los dos, nos encajamos en los brazos de uno y de otro y allí estuvimos.
Eran largos los segundos y larga era la sensación que tenía. Me sentía pequeñita, débil y con ganas de allí correr para soltar todas las lagrimas que algunos salieron, pero otras tantas eran contenidas por mí.
Mi padre lo sabía... lo sabía que salir de allí sería lo mejor y luego trató de ponerme fuera de allí; lo sé que aquel hombre fuerte se quedó sufriendo por dentro y yo, que estaba intentado soltar mi lado más fuerte, solo traté de salir de aquel hospital sin dar satisfaciones a nadie.
Al ver el cielo gris, con señales de que la lluvia pronto iba a caer en la calle, visto mi chaqueta y hago una larga caminada hacía casa.
Existen días que desearíamos que tuviesen un final más temprano y después existen aquellos días en que ni siquiera deberían existir...