Narra
Pablo
-
Anda, hijo... a mi no me pasa nada estar con la peque!
-
Que no, mamá... ya tienes mucho trabajo y así te quedas todavía
con más!
-
Déjate de tonterías... Ainhoa no me da trabajo ninguno y, además,
vosotros lo merecéis... ella necesita de animarse!
-
Yo no voy a convercerte, verdad?
-
Por supuesto que no... la peque se queda aquí y venís a recogerla
cuando queráis...
-
Cómo te lo agradezco, ma mère?
-
No lo necesitas hacerlo... para eso aquí estoy...
Lo
que sucedió fue una noche a la que todas las mujeres lo merecen. Una
cena iluminada solo por las luces de velas, algo muy íntimo, nada de
muy caprichoso, pero lo tenía todo para pasarlo genial. La vista era
la ideal, una de las muchas playas preciosas de mi Málaga querida.
Mi
ciudad es perfecta para estas cosas y lo sé porque al final fue por
aquí que toda esta relación se desarrolló hasta llegar al punto
dónde estamos ahora.
-
Yo voy a prohibirte de regalarme estas cosas, eh?
-
Por qué?
-
Es que un día me muero por tanta sorpresa... yo cuando pienso que ya
he visto todo el tipo de sorpresas, siempre me lo pruebas que estoy
equivocada!
-
Eso es bueno, no?
-
Pues... lo es y no lo es... pero lo es... - responde entre la duda.
-
En que nos quedamos, señorita? - pongo mis manos al nível de su
cadera y la acerco a mí.
-
Pues nos quedamos en lo que tu quieras, que para mí es perfecto! -
sin contar me muerde el labio de una forma muy suave. Por aquel suelo
de Málaga que escuchaba nuestros pasos, se hacía sentir el mejor
viento, ese Terral caliente que entraba por nuestros almas y les
hacían subir hacía un lugar más arriba, inexpicable, como si fuera
una atracción más que atraente.
Por
un rato todo parecía ser del tiempo en que su lado más frío era su
mayor atracción en mí, como si de un íman se tratara.
El
Terral se hacía sentir en todo y en mí se lo había subido de tal
manera que soy contagiado por algo loco, que te pone haciendo mil y
una cosas dichas “anormales”.
Tanto
insistí que he podido llevarla a cuestas hacía la playa que era
junto al hotel. Parecíamos dos locos de atar por el medio de la
arena, con Ainhoa diciendo mil veces que yo era un loco.
-
Tu eres un loco... pero un loco, de verdad!
-
Todavía no has visto nada...
-
Hombre, no me vengas con más locuras, eh? Yo ya tengo la edad
suficiente para...
-
Para qué? Dímelo, señorita Ainhoa Martínez, que todavía juega
con muñecas...
-
Eso no cuenta...
-
Que sí, que cuenta... y cuenta mucho! Ven... o nos vamos a estar
aquí hechas dos estatuas mirando todo esto?
-
Estás diciendo para...?
-
Eso es... anda, que el agua está calentito...
-
No... de noche?
-
Nunca has hecho esto?
-
No... ni estando de vacaciones en Barcelona dónde hacía las peores
tonterías que podías imaginar...
-
Pero tu quieres ver cual es el verdadero valor de Málaga o te quedas
en ignorancia?
-
… y tengo que hacer esto?
Señalo
con la cabeza que sí y su reacción de no conformarse al mismo
tiempo jugando con toda la situación, era de las cosas más
preciosas que yo podía ver.
-
Yo no sé que hago contigo... a estas horas de la noche me voy a
bañarme... qué guay, eh?
Comienzo
yo por mojar el pies mirando el mar cuando me giro y veo lucir en
toda aquella obscuridad de la noche las curvas de su estupendo
cuerpo. Como siempre, me quedaba boquiabierto, casi que ma caían
todos los dientes, tanta curva perfecta con un pelo marrón volando
despacito al compás del terral caliente de la noche. Qué más se
desea?