Últimos capítulos...

Últimos capítulos...

lunes, 30 de marzo de 2015

46. “Por fin” sin sentido

Narra Pablo
Acostados lado a lado en la arena de la playa, mirábamos la puesta del sol, un auténtico espectaculo de la Naturaleza. Ya estábamos un poco cansados. Largas fueron esas horas corriendo por la arena, entre uno y otro desafio, entre uno y otro beso y unas cuantas declaraciones de amor teniendo las olas del mar como banda sonora.
Entre el sonido de las olas rebentando en la arena, yo escuchaba la risa de Ainhoa. A mí me llenaba el alma y me hacía el hombre más feliz del mundo. Ella estaba muy feliz y yo no tenía ningún motivo para no estar también.
- Qué intenso es esto del amor... - susurraba ella de una forma muy discreta. Empezó a cantar mirando las estrellas que empezaban a aparecer en aquel cielo negro, brillando más que nunca.
- Qué garra tiene el corazón, sí... - suelto yo un verso muy bajito y luego empezamos los dos:
- Jamás pensé que sucediera así...
Bendita toda conexión
Entre tu alma y voz, sí...
Jamás creí que me iba a suceder a mí...
Por fin lo puedo sentir...
Sin embargo, Ainhoa deja de cantar y yo la miro. Tenía una cara muy rara, pero lo sentía que estaría a punto de decir algo.
- Por fin lo puedo sentir? Venga que... esto no tiene sentido...
- Cómo no tiene sentido? - pregunto.
- Cómo puedo yo decir “Por fin” si yo siento esto hace mucho tiempo? Hace mucho tiempo que lo sé que estoy enamorada de tí y... - me guiña su ojo y yo solo pude reaccionar con tan solo un beso muy apasionado.
- Hay un pequeño detalle que todavía no te he dicho... - le susurro.
- Un detalle? Qué detalle es?
- Eres la única mujer que me completa...
Ainhoa nada me respondió. Me miraba en los ojos y tanto le salía una cara de felicidad como una cara de enfado.
- Joder... - me contesta - … a veces me enfadas tanto que no lo imaginas!
- En serio? - suelto una carcajada hacía sus palabras.
- Es que me pones sin gracia... yo me quedo sin saber qué responder... qué respondo yo?
- Eso es bueno, no?
- Pues... quizás sea bueno... pero lo sabes perfectamente que no me gusta quedarme sin respuesta!
- A mi me encanta esa tu cara cuando no tienes respuesta...
- Eres tan malo, Pablo... eres ma....
La interrumpo agarrando su cuerpo con mucha fuerza y cara a cara le pregunto:
- Quién es malo?
- Tú... eres tú, señorito...
- Ah sí? Pero a tí te gusta un montón, eh? - y comienzo una guerra de cosquillas sin fin.
- Yo también no te he dicho que no me gustaba...
- A ver quién es malo...
La puso en mis brazos y sin decirle nada la llevo hacía el mar. Comienzo por caminar muy despacio pero luego comienzo a correr hecho un loco y ella suelta un grito y una carcajada muy fuerte.
- Ten piedad de mí y no me tires al agua! Demuestrame que eres bueno, venga...
- Que no! Yo soy mu' malo!

jueves, 26 de marzo de 2015

45. Un poquito más allá del infinito

Narra Ainhoa
Por fin llegábamos a la hermosísima isla de Santorini. Esta isla griega luego me despertó toda la merecida atención por su mar, por su playa, por su ambiente tan acogedor y caloroso. En todos los rincones se respiraba naturaleza, libertad, paz y, sobre todo, amor. Vaya isla romántica que hemos elegido sin saber muy bien lo que nos podía esperar! Ha sido como uno “elegimos la isla y luego vemos lo que tendrá”. De hecho, la isla es aún más bella que en aquellas fotos que ya nos hacía soñar despiertos.
Al llegar hacía aquella bonita casa blanca que estaba totalmente reservada para nosotros, me perdí de amores con el vistazo que desde allí tenía. Era justo frente a una playa de otro mundo, que solo en sueños puedes imaginar. Pura agua cristalina, las olas casi inexistentes, arena muy finita y una tranquilidad que te entraba por el alma y te daba una paz interior estruendosa.
Todo esto lo digo para no hablar de la auténtica pérdida de amores por nuestra habitación. Qué más puedo yo desear en aquella casa si tengo un vistazo para la playa y una habitación con el techo en cristal, que te permite que veas el cielo por la noche mientras estás muy tranquilito en la cama? Teniendo la compañía que tengo, lo puedo afirmar que estoy en un paraíso, sin duda ninguna.
- Me das tu mano? - pregunta Pablo con aquella mirada que tanto me hace derretir.
- Claro... a dónde me llevas?
- … un poquito más allá del infinito...
No tuve tiempo para pronunciar ni una sola palabra. Me acercó a él y sus manos aprisionan mi cuello como solo él sabe hacer. Nos miramos a los ojos y las palabras no fueron necesarias por que el beso habló por todo.
En un paso fugaz saltamos para el sofá y entre una risa y otra, hechos dos locos enamorados en las inmensas peliculas románticas que por este mundo dejan a cualquiera con las ganas de amar a alguien.
Todo esto era una aventura y para empezar de la mejor manera, caminamos unos cuantos metros hacía la arena. Desde allí, me llegaron los recuerdos de aquel bonito día en Barcelona, dónde Pablo me sorprendió en aquella casita junto al mar, dónde en la playa yo hizo mil y una locuras sin jamás imaginar que nuestra relación llegaría a matrimonio, tampoco a llegar a un matrimonio con una niña muy especial, la misma que nos hace de padre y madre constantemente embobados.
Se respiraba locura y por eso no fui mujer de resistir a estar allí en la playa sin meterme en el agua. Luego trato de quitarme el vestido y de correr hecha una loca rumbo a un mar que de todo era en infinito. Era solo el infinito y nada más por que el “más allá del infinito” era el hombre que desde la arena miraba a esa mujer corriendo como si el mundo acabara en aquel momento. Me miraba, me sonreía y trató de no dejarme sola.
Aprisioné su cuello en mis brazos, sin jamás dejar de relucir mi sonrisa que salía de la forma más natural posible. De hecho, me sentía feliz. Muy feliz, por cierto. Lo sé que soy afortunada en tener semejante pareja en mi vida y a veces me pregunto a mi misma si merezco tanta suerte y tanta felicidad en la vida.

lunes, 23 de marzo de 2015

44. Ladrona de mi piel

Narra Pablo
Mi mente se llenó de imágenes e ideas de cómo sería seguir el camino de su inspiración y de su amor. Su mirada parecía succionar todo mi ardor y un buen aire lleno de amor empezaba a entrar en mí de una forma inexpicable. Quería hacerme a su temperatura y deslizar suavemente, tan suave que apenas notara mi presencia en ella y nada más.
Sus ojos seguían perplejos mi mirada que parecía que atravesaba su ropa sin límites, y parecía que Ainhoa estaba leyendo mis pensamientos.
Subía la temperatura con nosotros a solas en aquella habitación. La cama llena de pétalos de rosa, unas cuantas velas iluminando por el medio de toda aquella obscuridad tan misteriosa.
La agarré con mis brazos, juntando su cuerpo al mío y un suspiro muy tierno se soltaba. La besé y una corriente invadió nuestros cuerpos al mismo tiempo y nuestra piel parecía salirse de nosotros en una explotación de mil y una cosas juntas.
Muy discretamente mi camisa se desabrochaba y yo me rendía, cayendo y entrando en todo aquel ardor y amor que el aire tomaba cuenta de intensificar a cada segundo que pasaba. El corazón parecía subirme a la boca y de su cuerpo me venían las mejores sensaciones.
El suelo vacío empezaba a llenarse con una y otra prenda y nuestros cuerpos, ya fundidos en un solo, pisaban aquellos pétalos de rosas rojas, en un estilo muy particular.
En ese instante, un gemido se hace escuchar entre nuestros labios, la deseaba tanto o aún más que ella a mí, quería hacerle mía en ese preciso instante, beber su néctar de pasión y llevar aquella diosa al paraíso.
Sus manos parecían saber exactamente el territorio que recorrían mientras las mías en su espalda hacían maravillas. Yo tomaba las riendas de toda aquella noche de puro sexo y de puro amor. “Contigo el cielo es el infinito”, me lo susurraba mientras yo la ponía suspirando de placer y ella me dejaba así, bien loco, loco por sus labios, por su cuerpo, succionando toda mi pasión.
Sin pensar y sin hablar, respirando casi de forma sufocada, dos volcanes explotaban. Éramos nosotros, parando las horas del reloj, deseando que aquella noche jamás terminaba. No era una noche de amor. Era una noche de amor, la noche de nupcias, la noche que era el pasaje para un nuevo capítulo, en lo cual solo deseábamos lo mejor posible.
Dos corazones hambrientos de amor, dos almas que querían gritar al mundo el verdadero sentimiento que es el amor, dos vidas fundidas en una sola. Un amor desabrochado, así, en su estado más natural, intenso. Era el éxtasis total, una auténtica locura.
- Bésame, tápame la boca con tu boca por que quiero arder... - me lo susurraba en tono de provocación.
Lo que hizo yo? Solo digo que sus deseos son órdenes para mí... Fue ella, “ladrona de mi piel”...

viernes, 20 de marzo de 2015

43. Complicidad al compás de una canción

Narra Pablo
- Anda... ahora vas a bailar conmigo y no puedes decirme que no!
- … y si te digo que no? - le decía en broma.
- Simplemente no lo dices... venga... yo, como una buena esposa que tengo que ser, tengo que...
- Eso es abusar del poder y lo sabes! - la interrumpo.
- Yo soy así tan mala a punto de ser criminosa, mi amor?
- Por supuesto que eres... yo no lo sé cómo el policia no te mandó a la cárcel esta mañana...
- Díos mío, eres tan... eres tan amable diciendo esas cositas eh! - me lo decía de forma muy sarcástica - … pero vas a bailar, no te olvides...
- Vente a bailar, papá... - llegaba la peque de una forma muy cariñosa - … después tendrás que bailar conmigo también...
- Por supuesto que bailo contigo y bailo con mamá... y con quién sea! - le respondo - … a ver si bailas mejor que yo!
- No me desafíes, papá! Lo sabes que te lo vas a perder! Dile, mamá... dile lo que me has enseñado!
- Pues claro... nosotros tenemos aquí una pequeña ballerina y es mejor que tengas mucho cuidado... - afirmaba Ainhoa.
Paso a paso nos fuimos a bailar los dos. Ainhoa en mis brazos y yo dejándome llevar por el compás de la canción en el que emergía en su encanto, como siempre me lo hizo. Parece que hace poco tiempo estábamos discutiendo en el apartamento por la guitarra que tenía y ahora ya es mi mujer. Con ella, el tiempo vuela. Una hora se parece a un minuto con ella en mis brazos. Una noche es solamente una pequeña explotación de nuestro amor, y aquellas noches de amor son tan solo un detalle de algo muy intenso.
Son los detalles los que más marcan. Aquella su mirada y el buenos días de todas las mañanas al despertarme es uno de ellos, así como el “Quítate los pies del sofá” y el “Vístete esta camiseta, que se quedará perfecta en esos pantalones”. Son marcas incomparables y infinitas. Son muchas, pasando por el “Aquella mujer tiene unas buenas piernas, eh!”, que lo dice pensando que miro las piernas de las otras, cuando la verdad es que contemplo las suyas como si de una obra de arte se tratara. Esos sus celos muy saludables son espectaculares.
Todo esto para no hablar de todas aquellas veces en que la pillo cantando mis canciones en la cocina de forma muy discreta, para que yo no vea la desintonización que tiene en la voz. Es la tontita más mona que conozco y es esa misma tontita, la niña que es fan que Nutella y que vive ignorando las dietas, que me cautiva, que me robó el corazón.

Narra Ainhoa
La noche ya relucía en cielo, así como la luz de la luna. No podía dejar pasar la oportunidad de convencer a mi padre para bailar conmigo ni que fuera por solo unos segundos. Notaba que no estaba muy bien, su cara no era la mejor, pero todas las veces que me acercaba a él, el color de su cara cambiaba, así como su humor. A mí lado seguía siendo el mismo padre de siempre y lo sabía que solo estaba haciendo esto por mí, para no preocuparme. Quizás ya me ha quitado mil y una malas cosas para no molestarme, pero yo tengo la perfecta idea de que el caso es muy serio y no merece bromas.
Era el mismo hombre que siempre conocí: sonriendo, con su aire muy fiestero y por supuesto que ha aceptado mi invitación:
- Ya lo estaba extrañando que no me invitaras a bailar contigo... por supuesto que me voy, hija, es todo un lujo bailar con semejante diosa!
No supe lo que debería contestarle. Un pequeño temblor empezaba a sentir en mis ojos mientras íbamos a bailar. En el momento que agarro mi mano,entro en un auténtico viaje en el tiempo. Hace muchos años que mi padre no baila conmigo. Siempre me lo decía que no tiene aptidones ningunas para hacerlo y siempre lo “perdoné”.
No me contuve y luego lo abracé en vez de bailar. Sentía mi corazón muy aprietado, unas ganas tremendas de soltar lo que tantas veces no le he dicho.
- Papá...
- Dime...
- Sabes que te quiero, verdad? - comienzan a saltarme las lagrimas en mis ojos, que luego su mano trata de quitarlas.
- Seguro que no me quieres más que yo a tí, mi niña...
- Papá... perdóname si a veces no fui la mejor hija, pero...
- Shhh... deja de decir tonterías... eres la mejor hija que cualquier padre puede tener y jamás lo dudes...
No lo podía controlar. Mi cara se llenaba de lagrimas hacía semejantes palabras dichas por mi padre. Aquel momento de pura sinceridad jamás había sucedido antes y todavía se quedó más intenso cuando me señala para mi lado derecho.
Pablo seguía bailando con la peque de una forma muy amorosa. Me perdí de amores viendo a mis dos mayores y mejores amores de mi vida bailando de aquella manera, con aquella complicidad que solo ellos tienen. El brillo de los ojos de los dos lo decía todo, así como sus sonrisas, brillando y espejando felicidad.

42. Un color especial

(Conversación entre Enrique y Pilar)
- Enrique, es mejor que te sientes... estás con la cara muy blanca y eso no es bueno... - murmuraba Pilar a Enrique.
- Tranquila... yo estoy bien...
- Deja de ser cabezota... no queremos que te ocurra algo de malo justo hoy!
- Yo estoy bien... y qué tal escuchar la misa, eh? Hoy nada me pasará, te lo aseguro...
De hecho, la cara de Enrique no era la mejor. Estaba muy pálido y con síntomas de que algo de malo se estaba pasando. El cáncer le estaba matando a poco y poco, pero él, con todas las fuerzas que tenía, se mantenía allí, de pie, como todo el mundo, haciendo parecer que no tenía semejante enfermedad quitándole la vida.
Es verdad que todo el mundo ya tiene el corazón un poco preparado para la mala hora. Esa misma hora, en la que el cáncer vaya lograr y tomar todo su cuerpo. Más que eso, él ni la familia ha contado que en el día anterior estuve en el hospital para no preocupar a la niña pequeña de la familia.
Por recomendación de los médicos, debería estar en casa, descansando, pero lo que ha decidido ha sido de fingir que no había pasado nada y vivir el sueño de ver a su única niña subiendo al altar. Ya podía morir feliz, pero no hoy. Quizás mañana, quizás en otro día.

Narra Ainhoa
Lado a lado en un día tan especial. Tenía un color especial este día tan bonito. Era más un capítulo escrito en nuestra historia llena de emociones hasta ahora y que seguramente que vendrán muchas más. De palabras se escribe, pero de sentimientos se siente. Se siente, y mucho. El motor de mi cuerpo, es decir, mi corazón, latía como nunca hizo antes y cuando la frase mágica aparece... el mundo paraba:
- Os declaro marido y mujer...
Vino un silencio maravilloso en aquel momento. Yo y Pablo nos miramos, agarramos las manos uno del otro y sonreímos, sobretodo, con nuestros ojos que espejaban alegría, complicidad y amor.
La distancia entre nuestros labios se fue reduciendo hasta que se fundieron en un solo. En un beso muy intenso, con sabor a canela, caramelo y azúcar, hemos podido parar el tiempo, parar un mundo entero y enterarnos de todo. Yo y él, nosotros, una sola persona. Ahora de forma oficial, parecía irreal.
Nada ni nadie nos paraba el beso. Además, a los invitados les parecía gustar (si esto es raro o normal, no lo sé):
- Pablo, demuestra tu lado besucón, hombre! - la voz de Carlos, uno de sus grandes amigos de infancia y de los primeros a saber de nuestra relación incentivaba a Pablo de una forma muy graciosa.
Pablo se rió entre besos y luego me agarra de una forma incomparable. Me puso en su regazo y allí me dejé derretir en él, como hielo cuando es puesto en altas temperaturas, que se derrite en una cuestión de segundos.
La alegría reinaba todo el aire y yo me sentía un personaje de un cuento de hadas, los mismos que en pequeñita me hacían soñar por largas horas. Explotaba de alegría y me lo creo que eso era perceptible en mí. Sonreía sin parar.

Narra Pablo
- Ahora sí te puedo llamar de cuñadito, eh!! - me lo decía Pedro cuando toda la gente se divertía en la fiesta.
- Por supuesto, cuñado... - le contesto de forma muy graciosa.
- Yo no sé si debería decirte esto, pero... no, es mejor que no lo diga, olvida...
- Que no! Ahora me lo dices!
- Seré muy tonto diciendo esto...
- Hombre, si no lo dices jamás vas a saber! Anda, te crees que me enfado? Justo hoy? Que va, hoy es solo alegría...
- Vale, vale... entonces nos tomamos una copa de champán que está llegando justo ahora... - llega uno de los camameros y luego tomamos la dicha copa de champán.
- Venga... qué tienes para decirme?
- Bueno, no es decir... es un pedido...
- Te estoy escuchando...
- No te quedas con celos si bailo con Ainhoa como en los viejos tiempos?
- Hombre, era esto? Yo no soy celoso... venga, bailas tú que yo muy poco voy a bailar que mis pies tienen mucho plomo, te lo digo!
- No tardará mucho en buscarte, eh!! Es mejor que te prepares!

martes, 17 de marzo de 2015

41.Cuando las puertas se abren

Narra Pablo
El suelo me parecía temblar por debajo de mis pies, pero, al final, eran mis piernas que estaban hechas dos terremotos con tantos nervios. Jamás en mi vida me había sentido así y cuando las malditas 12 horas ya pasaban hace algunos minutos del reloj, casi no me aguantaba. Respiraba profundamente y a mi lado mi padre y mi hermano se estaban riendo hechos unos locos conmigo. Yo me reía también, pero lo hacía como una terapía para quitarse un poco el estado nervioso que había entrado en mí.
- Esperemos que Ainhoa no llegue muy retrasada... - decía el cura, por detrás de mi, para “ayudar” a toda esta situación.
- Seguro que estará a punto de llegar... - susurraba mi madre.
Eran las 12:23... el corazón casi saltaba para fuera de mi cuerpo, el sudor cargado de nervios escurría por mi cara y me ponía en un estado lastimable. Los invitados empezaban a mirar muchas veces la puerta, esperando lo mismo que yo, que todo el mundo: que aquella maldita y grande puerta de madera se abrira. No se sucedía ni por nada y yo desesperaba.
- Pablo, ha pasado algo con Ainhoa? - preguntaba el cura muy preocupado.
- Que yo lo sepa.. no... seguro que está retrasada...
- Eso lo sé... pero no podemos estar aquí así, sin nada!
Salía el cura para su lugar y venía mi padre, empezando ya a poner una cara muy seria. De forma muy discreta, me lo susurraba:
- Ya no me está gustando esta larga espera...
- Ni a mi, papá... - respondía - … ni a mí me gusta...
12:31. Todos se callan y ponen su mirada en la puerta. Por fin, después de litros de sudor que se bajaron por mi cara, la puerta se abría y yo solo soltaba un suspiro, pero no por mucho tiempo. Del vacío aparecía a Enrique y la peque, solo ellos. Él estaba con una cara tan seria, que por la primera vez en mi vida sentía un miedo terrible.
Abría los ojos de par en par y ella no aparecía. Me asustaba por completo. Sin embargo, una sonrisa se dibuja en la cara de Enrique y Ainhoa aparecía, por entre aquel tapiz rojo que pisaba a pasos muy lentos.
De la puerta ya no quitaba mi mirada y los tres, a paso muy lento, se acercaban a mí. Ainhoa estaba hecha una diosa o tal vez más guapa que una diosa griega. Aquel blanco brillante de su vestido llenaba mis ojos con alegría, seguro que en aquel momento estaba hecho un bobo contemplando la mujer de mi vida, pero a mi no me molestaba.
Hacía mí llegaban ellos y Enrique, con una cara muy tierna, me extendió el brazo de Ainhoa y solo me ha dicho:
- Tranquilo, hijo... aunque sea con retraso, es toda tuya... a ver si os casáis rapido, sino te vas a deshidratar pronto con tanto sudor por los nervios...
Sus dedos se fundían en mi mano y su mirada me secaba y me quitaba los tantos nervíos que sentía. Temblábamos más que nunca, pero no lo sentíamos de verdad.
- Por un rato, me sentí muy preocupado con el retraso... - le digo muy bajito.
- Yo también... pero tienes que culpar a lo policia y no a mí...
- A lo policia?
- Chicos, empezamos? - preguntaba el cura interrumpiendo nuestra conversación.
- Claro... - responde Ainhoa - … adelante con esto para no perder tiempo...
Se levantaba todo el mundo y empezaba el largo discurso:
- Queridos amigos... - decía el cura delante de nosotros - … estamos hoy reunidos para que veamos a Pablo y Ainhoa...

(20 minutos antes)
Narra Ainhoa
- Al final no llegaremos muy retrasados... - comentaba mi padre en el coche.
- … y así está muy bien... - respondía Pedro - … ya me han enviado un mensaje diciendo que Pablo está nervioso...
- Seguro que no está tan nervioso como yo... Dios, me va a pasar algo hoy! - digo.
- Tranquila, nena... - decía Mario mientras conducía - … oye, la policia?
- Seguro que están haciendo esas operaciones de rutina...
- Seguro que sí... pero tendremos que parar, papá... mira...
- Que no nos retrase mucho!
Mario aparca el coche con la órden del policia y luego él aparece con una forma muy horrible:
- Buenas tardes... o buenos días, señor conductor... necesito de sus documentos y del coche también, por favor...
- Por supuesto... - Mario saca de todos esos papeles y documentos y los entrega a él. De hehco, aquel policia no tenía buena cara, parecía muy gillipollas, de verdad. Empezaba a quedarme más nerviosa de lo que estaba.
- Usted ha tomado alcohol, señor... Mario Martínez?
- No... todavía es muy temprano para hacerlo...
- Por supuesto... pero pronto lo hará, lo veo que tenemos una prometida...
No resisto a su cara asquerosa y luego le respondo de muy mala manera:
- Una prometida que ya está retrasada, sabe? Venga, hoy es día de fiesta... lo va a estropear todo?
- … y quién es usted para hablar así conmigo?
- Soy alguien que tiene formación militar y sabe la ley... lo sabe perfectamente que todo está legal... por qué no nos deja marchar?
- Ainhoa! - suplicaba Pedro a mi lado.
- … venga, yo no voy a estropear... - me contesta él - … pero pronto puede verme, lo sabe? … y ahí las cosas serán diferentes...
- Por supuesto... como si yo fuera una criminosa...
Por fin entrega los documentos y dice la frase mágica:
- Puede seguir con su camino... que tenga un buen día...

miércoles, 11 de marzo de 2015

40. Un día especial

Narra Ainhoa
(Un mes y medio después)
- Ainhoa!! Cariño, es mejor que estés lista sino tendremos muchos problemas!! - desde el otro lado de la puerta escuchaba a mi madre, quizás más nerviosa que yo. A todo el mundo se le parecían que habían puesto unas pilas super potentes, porque nadie paraba por tan solo un segundo y me dejaban todavía más nerviosa. Por suerte, tuve mi momento de tranquilidad en la habitación.
El sol malagueño entraba por la ventana y se espejaba en el espejo dónde yo me contemplaba a mi misma con aquel vestido. Me sentía super bien en ello y todo parecía un sueño. El día que tantas ganas tenía había llegado y solo me estaba dando cuenta ahora mismo.
Un auténtico bonito cuento de hadas empezaba allí mismo, justo en el segundo que mis ojos se deparan conmigo vestida con semejante prenda, salida, quizás, de un sueño.
Mi pelo al natural y el blanco reluciente de mi vestido brillaban en mí y me daban la sensación de que un nuevo capitulo estaba empezando ahora mismo y que iba a quedarse bien formado muy pronto. Me giraba para la derecha, otra vez a la izquierda, para tener la certeza que no estaría faltando ningún detalle.
- Mamá... - entraba la peque por la habitación. Estaba hecha una princesa, más guapa que yo, por cierto y casi se me saltaban las lagrimas viendo a mi niña dibujando aquella sonrisa que tanta felicidade me regala todos los días.
- Estás tan bonita... - me lo decía sin quitar los ojos de mi vestido - … el tito Mario ya te está esperando, anda...anda... no podemos dejar a papá esperando!
Busco mi manojo de rosas blancas y luego caminé mano a mano con ella. Abrí la puerta y en primer plano veo a mi madre, ya intentando aguantarse con todas las lagrimas que tenía para soltar al verme. De hecho, yo también estaba así, pero las aguanté por poco tiempo.
- Hija, estás tan... - llega mi padre con su traje de general y ahí las lagrimas se disparaban por mis ojos de una forma inigualable. Lo sabía que estaba haciendo un esfuerzo tremendo para poder caminar solo, para aguantarse con tanta emoción, por que el cáncer estaba en su estado más horrible, muy grave y sin cura. Nadie lo sabía, todavía, cómo estaba aguantando con tanta emoción.
Hace casi un mes que seguimos todos contando cada segundo de su vida. Nuestra esperanza ahora solo vive en el querer vivir lo más que pueda y cualquier momento puede ser el fin de todo. Me sentía afortunada por el cáncer haber dado una oportunidad, la grande oportunidad para mi padre realizar su sueño más grande: llevarme hacía el altar en mi matrimonio.
- … estás tan preciosa, hija mía... - se puso entre mis brazos y en un abrazo lleno de sentimiento nos fundimos como si de la última vez se tratara.
- Papá, no llores más, por favor... - le decía yo ya entre lagrimas.
- Después de esto ya puedo morirme feliz...
- Deja de decir tonterías... - comento - … todavía nos tendrás que aguantarnos por muchos años...
- Me encantaría que fuera así como dices... pero lo sabes perfectamente que...
- Oye, dejemonos de tristezas... - llega Mario - … hoy es día de pura alegría... y es mejor que nos vayamos sino tomaremos el riesgo de que el novio tenga un ataque de nervios!
- Vamos... - dice mi padre dibujando una sonrisa y limpiando las lagrimas - … nos vamos que todavía nos vamos a pasar muchos minutos poniendo a esta princesa... perdón, a esta diosa en el coche...

Narra Pablo
- Que entres ya en el coche o llegaremos después de Ainhoa... - decía mi hermana tras unos largos minutos haciendo su larga verificación a ver si mi traje estaba perfecto.
Los nervios eran cada vez más intensos con el pasar del tiempo. Me lo imaginaba cómo estaría Ainhoa, cómo todo iba a sucederse, pero por cierto todo lo que estaría pensando no sucedería así. Lo que no quería pensar de manera ninguna sería la tradición de la prometida siempre llegar retrasada. No quería pensar en ello, no lo sé si podría aguantarme aún más tiempo esperando por ella cuando lo que quería de verdad era de ver ya el estado “casado” en nuestras identificaciones.
- Relájate un poco, hermanito... - me lo suplicaba Casilda - … si puedes controlar los nervios en los concis, también los puedes aguantar ahora...
- No es así como dices... estos nervios son muy distintos...
- Lo sé, pero puedes estar tranquilo... Ainhoa no se va a escapar! Te crees que puede suceder eso?
- No lo sé... ahora mismo no lo sé... nada, no sé nada!
- Qué bobito eres, Pablo!! Si Ainhoa se escapa, te lo aseguro que no existirán más matrimonios en el mundo! Ella no va a dejar al hombre que quiere solo en la iglesia! Hoy no va a pasar nada de malo, hoy solo existirá alegría!!
- Hablando así, todo parece muy fácil, eh!!
- … y lo es, Pablo!! Pero bueno... los nervios no son así tan malos... en unos años te mearás de risa al recordar semejante escena que hiciste!!
- Deja de ser mala, Casilda!
Pronto estábamos en la iglesia y no lo sabía muy bien cómo reaccionar. Empezaba a sudar hecho un loco y a veces las palabras casi no podían soltarse de mi boca. Para ayudar a todo esto, mi hermano se reía con el figurón que estaba haciendo y eso me dejaba más mal de lo que estaba.
Entré en la iglesia, me puso junto al altar y solo miraba la puerta. Contaba los segundos para abrirse, que sería el comienzo de un sueño hecho realidad.
- Estás bien, hijo? - preguntaba mi padre con un cara muy rara al mirarme.
- Sí, yo estoy bien...
- Se nota que estás a gustito, eh!! - me lo decía de una forma muy irónica - Hombre, puedes estar relajado! Afloja un poco la corbata que seguramente te está molestando el cuello...
- Qué bueno que el problema fuise la corbata, papá... - comento bajito.
Mi padre comienza a reírse sin parar y nada me respondió. Mi madre parecía muy relajada, pero cuando el cura le había informado de que quedaban tan solo cinco minutos para la hora combinada de la misa, empezó a quedarse nerviosa, aunque no lo demostrara mucho.
El tiempo pasaba más lento que un caracol y la tensión interior aumentaba a una velocidad estruendosa. Las piernas ya no podían estar inmóviles, el corazón latía tanto que casi se saltaba para fuera de mi cuerpo y la puerta jamás abría.

jueves, 5 de marzo de 2015

39. Impresión

Narra Pablo
Comparando con la mala impresión de la que tenía Enrique sobre mí, ahora todo parecía irreal. Estábamos los dos en el jardín de la casa mientras los pájaros que pasaban volando era la introdución a una larga conversación.
De hecho, Enrique sabe mucho sobre estes animales y se puso contando mil y uno episodios de la infancia de Ainhoa y de sus hermanos, que os recuerda con un increíble brillo en los ojos. Lo que más marca todo esto es el arrepentimiento que siente por no haber sido un padre más presente en algunos momentos importantes:
- He pasado muy buenos momentos con la familia... pero lo sé que todo podía ser mejor, si yo no tuviese el puesto que tenía... aunque todo el mundo piense que un general no haz nada, la verdad es que somos muy ocupados y jamás podemos dejar el trabajo... pero bueno, ya no se puede hacer nada, ya todos son adultos, cada uno siguió con su vida...
- Lo aseguro que no es el único padre diciendo esto... lo mío dice igual y muchos más también...
- Nunca estamos satisfechos... pero bueno, lo mejor es que mis tres hijos están logrando en la vida y no se han caminado por malos caminos... por lo menos tengo la tranquilidad de haber dado una buena educación... aunque tuviese mucho miedo de Ainhoa...
- Por qué? - pregunto muy curioso.
- Ella era loca por Luis... sabes de esas relaciones que parecen que serán para una vida entera? Pues los dos parecían tener una relación así y cuando rompieron todo, Ainhoa estuve muy cerca de una depresión profunda...
Yo no respondía nada. Me puso escuchando todo aquel pasado que, aunque lo sepa, los detalles son desconocidos para mí. A ella le cuesta mucho hablar de eso momento de su vida y no también no hago presión para saber más.
- La solución que ha adoptado fue de alejarse del mundo... no ha sido fácil, he perdido la cabeza algunas veces y yo y ella hemos tenido discusiones muy feas... - miraba las flores y el árbol muy pensativo - ...por suerte eso ha cambiado y fue justo cuando se fue para Málaga... has sido lo mejor que le podría aparecer en su vida y te estoy diciendo esto con toda la sinceridad...
Sus palabras me dejaban sin saber lo que contestar. No tenía la idea de que al final Ainhoa peor de lo que yo imaginaba.
- Yo tuve mucho miedo, Pablo... - me lo confesaba - … tuve miedo cuando descubrí de que eras tu quién estaba dejando a Ainhoa más feliz... he pensado lo peor y hasta me llegaron muy malas ideas... por suerte, algo en mí me lo decía de que no querías hacerle daño sino... sino yo ya había hecho a tí... había hecho algo... y hablo de algo serio...
- Jamás me ha pasado por la cabeza hacerle daño, Enrique... - le respondo - … cómo podría yo hacer daño a alguien que me dejaba feliz, que me daba un nuevo sentido a la vida? Imposible...
- Sabes... tu actitud me hace recordar a alguien...
- En serio? A quién?
- A mí... yo también era así cuando conocí a Pilar... cuando se quiere de verdad, se protege y se cuida... y sabes perfectamente a dónde quiero llegar... hasta ahora tengo muy buenas impresiones sobre tí, solo espero que en el futuro sean todavía mejores que las de ahora...
- En eso puede estar muy tranquilo... de mi parte solo haré lo mejor para ella y para la peque, las protegeré siempre más que a mi mismo...

domingo, 1 de marzo de 2015

38. Voces que no deberían aparecer

Narra Ainhoa
(Algunas semanas después)
El cielo azul de mi ciudad relucía y por las calles de León yo iba rumbo a unas auténticas horas de aventuras para elegir el tan soñado vestido para mi matrimonio. Cada calle me daba un buen recuerdo de mi pasado, cuando yo en mi bici pasaba por las calles a toda la velocidad para irme al cole, a comer unos pastelitos de almendras en la pastelería del señor Perez, comprar revistas o simplemente dejarme llevar por las ruedas de mi bici verde, que tantas dolores de cabeza había dado a mi padre cuando se estropeaba algo.
Sonreía al pensar en semejantes recuerdos que te prueban de que la vida tiene sus cosas sencillas y bonitas. Todo era muy bonito con aquel cielo espectacular, hasta que una voz muy familiar por detrás de mi espalda hizo parar mi camino:
- Ainhoa?
Me giro y para la peor suerte de todas las malas suertes existentes en el mundo, me aparece Luis hacía mi. La rabia comienza a subirme por la cabeza y el primer estimulo que tuve fue de responder con muy mala cara:
- Perdona, pero no te conozco...
Me giro de nuevo y sigo mi camino, una vez más interrumpido, ahora con su mano agarrando en mi brazo de una forma muy violenta:
- Que me sueltes ya, gillipollas!
- Llamame gillipollas, lo que tu quieras, pero tendrás que escucharme! He estado muchos años tomando el coraje suficiente para contarte...
- Qué tienes para contarme, eh?? La triste novedad de que estás arrepentido? Eso ya no es nuevo, lo siento...
- No, no es eso... y lo sé perfectamente que podía decirte mil y uno motivos para justificar lo que te hizo que no te crees en mi... pero hay algo que te oculté...
- A mi no me importa lo que me has ocultado... olvida todo lo que ha pasado, que yo hizo lo mismo... sigue con tu vida que yo ya seguí con la mía hace mucho tiempo...
- Por favor, escuchame por un rato... luego desaparezco de tu vida para siempre!
- No! - le contesto más cabreada que nunca - … yo no quiero escuchar ni una sola palabra más venida de tu boca!
- Sí, quieres... lo que tengo para decirte es muy importante...
- En serio? Cómo puedo creerme si estoy hacía una persona imbecil, sin sentimientos ningunos... que solo piensa en él mismo y nadie más! Que siempre piensa que es superior a los demás solo por que es un cirujano de prestigio...
- Yo he fallado... - me dice.
Sin nada responder vuelvo a caminar y él, persiguiéndome, seguía soltando frases sin sentido, que me estaban llevando a un estado de locura inigualable:
- La operación... lo sabes... la niña no estaba... la cirurgia falló...
- Cállate, por favor! - grito en la calle, sin molestar a la gente que en aquel momento pasaba y me miraba con una cara muy rara - … déjame en paz! Yo no quiero saber de nada... de nada! Es mejor que desaparezcas ahora mismo, sino...
- … sino? Qué me haces?
- Qué te hago? Lo suficiente para que te pases tu vida en una cárcel, es eso que quieres? Si yo fuera como tu, ahora mismo estaría en una cárcel, con tu vida jodida... yo no hizo nada, nada! Solamente por que no soy como tu!
Por milagro aparece Manuel, compañero de mi padre en el ejército y con su manera mala, vino hacía nosotros de forma muy autoritária:
- Qué está pasando aquí? - pregunta él en tono de intimidación.
- Nada... no pasa nada... - responde Luís. Se gira y sin nada más decir, siguió con su camino, distinto del mío.
- Estás bien, Ainhoa? - me lo pregunta de forma muy delicada.
- Sí... estoy bien, Manuel... muchas gracias...
- No tienes que darlas... lo sé que ha pasado entre vosotros... anda, yo te acompaño para guarantizarme de que él no aparece otra vez...

Con toda su amabilidad, Manuel me acompañó hacía la tienda y por supuesto que no podía dejar de hablar de las ganas de mi padre para que llegue el día de mi matrimonio. Por lo que me ha dicho Manuel, a mi padre ya le ha quitado algunas horas de sueño de tanto pensar en esto.