Narra
Pablo
Tener
unos días en los que no tienes que poner el despertador, en que puedes hacer lo
que te da la gana y, sobre todo, estar en un lugar de sueño como este y con una
compañía estupenda, es de lo mejor que se puede desear. Hemos perdido la cuenta
a las veces en que estuvimos en la playa y en que nos fuimos de bici a visitar
algunos rincones de la isla.
De
helicóptero hemos podido contemplar aquella isla griega de una forma totalmente
diferente. De hecho, en tierra, en el aire y en el mar, la isla es más que
perfecta, un auténtico paraíso.
Hemos
aprovechado un montón, haciendo quizás cosas muy peores que las que hiciéramos
cuando todavía éramos dos locos enamorados que jamás les pasaba por la mente
que un día todo aquello llegaría a matrimonio.
Pero
bueno, lo que es bueno termina muy rápidamente. Cuando nos hemos dado cuenta,
ya estábamos abrazando a nuestra pequeñita. Seguro que éramos nosotros los que
echaban más de menos porque ella no paraba de contar lo que ha hecho en todos
estos días en que estuve con mis padres y con Enrique y Pilar.
Tenía
mil y uno dibujos para regalarnos y estaba más energética que nunca. Era algo
que nos contagiaba y justo en ese mismo día, aunque el jet lag nos hacía sentir
en el cuerpo, nos fuimos los tres a la playa.
-
Papá, yo ya lo sé muchas cosas sobre pajaritos... el abu Enrique me ha enseñado
un montón! Y el abu Salvador me enseñó a dibujar unas casas muy bonitas... y yo
me fui con él hacía su oficina y tenía unas maquetas estupendas!
-
Lo veo que has hecho un montón de cositas...
-
Oye, mamá, ahora yo ya puedo ayudarte en la cocina...
-
En serio?
-
Sí... hizo un bizcocho de chocolate con la tita Casilda y con la abu Elena... y
qué rico estaba! Y el tito Mario estuve aquí hace un par de días y yo estuve
todo el día jugando con Juan y María... espera... y también estuve con Sofía y
el primo Salva viendo unas películas por la noche... y nos fuimos a la playa
también y hicimos una barbacoa en casa y...
-
Todavía no has contado todo? Madre mía, lo veo que estuviste muy ocupada...
-
Sí, papá... y he visto en la tele la isla dónde os fuisteis... qué bonita es!
-
A ver si en la próxima vez nos vamos los tres... - decía Ainhoa.
-
Qué guay! Pero ahora nos vamos hacía el agua?
-
Claro... para eso hemos venido a la playa, no?
-
Vale, vale... corre!
Y
las dos se van corriendo hacía el agua como si el mundo estuviera terminando en
aquel momento. Sus carcajadas se hacen escuchar desde lejos y me hace dibujar
una sonrisa muy natural. Ver a mis niñas felices me deja feliz también.
Después
de toda esta locura, la princesita se puso en la arena haciendo castillos. Me
lo parece que ya está naciendo la próxima generación de arquitectos en la
familia. Es increíble cómo sin nada hacer el gusto por la arquitectura nace.
-
Qué haces tú, princesita? - pregunto.
-
Me estoy haciendo casitas y castillos... me encanta hacerlos...
-
Venga que... que estoy teniendo hacía mí una pequeña arquitecta, eh? –
preguntaba Ainhoa con la misma pregunta que tenía yo en mi mente.
-
La tita Juana ha estado por aquí hace un par de días y me enseñó muchas cosas
para dibujar y hacer casas muy bonitas…
De
hecho, el castillo que estaba haciendo estaba quedándose estupendo. Seguro que
ya le corre por la sangre ese espíritu para la arquitectura. Vaya familia
conectada con todos los tipos de arte! Alrededor de mí solo tengo artistas, qué
mejor se puede desear?
Sin
embargo, Ainhoa se queda demasiado pensativa. Jamás ha estado así, muy quieta,
mirando el horizonte y el mar como si nunca lo hubiera hecho. Me sonaba un poco
raro toda aquella situación.
-
Te veo muy pensativa, cariño… - comento.
-
De hecho, lo estoy…
-
Qué es lo que estás pensando?
-
Un montón de cosas… en la peque, en nuestra familia, en la enfermedad de mi
padre… me da un aprieto en el corazón… aunque parezca muy positiva, yo no lo sé
cómo estaré cuando mi padre…
-
Ssshhhh… - pongo mi dedo índice en sus labios para que se callara - … tu padre
es un hombre muy fuerte y jamás vaya dejarse llevar por la enfermedad que tiene…
Sin
nada responderme, me abraza muy fuerte y en mis brazos refugia sus lágrimas,
que comienzan a caerse sin pedir permiso. De forma muy lenta acaricio su pelo
con mi mano y hago de todo para parar todas aquellas lágrimas.
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