Narra
Pablo
- Ese tío volvió a aparecer aquí en la
entrada… - decía Iván, el portero del edificio.
- ¿Qué habéis hecho?
- No te preocupes… en una cuestión de
minutos llegaba la policía… se lo estaban buscando hace algunos días por haber robado
tres tiendas en Atocha… se nota que le falta un pedazo muy grande de su
cerebro…
- Es un descontrolado… ¿no lo sabes cómo
se quedó eso?
- Se fue a la cárcel… ha sido tonto a
punto de dejarse filmar por las cameras de las tiendas… se le merece la cárcel…
- Por fin hay paz total…
- Es verdad… al menos no tengo que
escuchar cosas venidas de tontos… pues, tengo otro asunto… ahora que llueve un
poco, ¿aún no se ha dado cuenta de alguna inundación en su casa?
- No… no he dado cuenta de nada…
- Está teniendo suerte, que el vecino de
la frente tiene una de sus habitaciones inundada…
- ¿En serio? A ver si el próximo no soy
yo…
Las puertas del ascensor se abrían y
aparece a mis dos chicas. La peque sale volando hacía mis brazos y no paraba de
hablar:
- Papá, papá, yo te he visto en la tele…
y después pasó la canción “Quién”, pero yo he…
- Cariño, ¿por qué estás hablando tan
rápido? – le interrumpo.
- Pues… por nada, papá… nos vamos al
supermercado, ven con nosotras… - para convencerme, suelta aquella su cara tan
mona a la cual yo no puedo resistir y luego le doy un grande beso en una de sus
mejillas.
- Vale, yo me voy…
- No, no te vas… - interrumpe Ainhoa con
una cara muy seria, respirando muy profundamente y despacio.
- ¿Por qué?
- Se me han rompido aguas ahora mismo…
Sigo mi primer instinto y me voy a
buscar el coche. No tenía tiempo ni para respirar, me puso más nervioso que
nunca y una cuestión de poco más de un minuto, tenía el coche a la entrada del
edificio.
Al llegar al hospital, los médicos se
fueron corriendo para tratar del parto, pero algo inesperado estaba pasando.
Estaba todo listo para hacer el parto, pero se habían dado cuenta de que era un
poco temprano para hacerlo, aunque ella estuviese ya sintiendo más dolor que
nunca.
- Tendremos que esperar algún tiempo… -
decía el médico - … respire profundamente y relájese…
- Usted me diga cómo se relaja sabiendo
que va a nacer su hijo… yo no me lo sé… - contesta ella.
- Tranquila… no es necesario estar
nerviosa, todo saldrá muy bien… - empieza a reírse.
- Dios mío, que un ser tan pequeño puede
causar tanto dolor... ayyyy…
De hecho, yo no sabía quién estaría más
nervioso en aquella habitación: ella o yo. Empezaba a sudar, me quedaba
caminando de un lado para el otro de la habitación, pero luego lo paré cuando
Ainhoa me dice:
- Pablo, quédate parado que me estás
dejando aún más nerviosa…
- Vale, yo paro… ¿pero el niño no sale?
Lo veo que será cabezota como su madre…
Entre quejas de dolor, Ainhoa suelta una
grande carcajada y me mira:
- Pablo, no digas eso… me has hecho
reír…
- Eso es bueno, ¿no? – acaricio su pelo
– A ver si te relajas un poco…
- ¿Me voy a relajar sabiendo que tú
estás hasta las trancas de tantos nervios?… es imposible…
- ¿Cómo lo sabes?
- Quizás porque te conozco mejor que a
mí misma…
Casi dos horas después, entre quejas de
dolor y tonterías dichas para relajar, empezaba el parto. Una de las enfermeras
pedía la fuerza de Ainhoa y el pequeñito salía muy despacito. La emoción subía
cada vez más, yo me quedaba todavía más nervioso viendo todo y los gritos por
el esfuerzo de Ainhoa eran muchos.
- Solo falta hacer salir la cabecita…
Ainhoa, ahora deposite toda la fuerza que tiene, ¡Vamos!
Ella respira profundamente, agarra mi
mano de forma tan fuerte que me hacía doler un poco y suelta un grito tan
fuerte que seguro que se hizo escuchar en todo el hospital y las lágrimas de
tanto dolor caían en su rosto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario