Últimos capítulos...

Últimos capítulos...

viernes, 5 de junio de 2015

55. Revelaciones

Narra Ainhoa
Volviendo a Madrid, el coche silencioso me estaba molestando más que nunca. Su cara lo decía todo, a él le encantaría saber qué siento yo por dentro. Yo, que viví aislada del mundo por cuatro días, he dicho una media docena de palabras al hombre que sin nada reclamar demostraba que en él yo podía encontrar toda la fuerza posible para superar todo esto.
Me sentía muy mal por eso y no tardé mucho en desligar aquella música bien tranquila que pasaba en la radio.
- Pablo… - respiro profundamente - … perdóname por no casi no hablar contigo en estos días, es que yo…
- No tienes que disculparte de nada, Ainhoa… - me interrumpe - …yo comprendo tu reacción y la respecto, de verdad…
- Solo he reaccionado así porque yo juré delante de mi padre que… que no lloraría por su muerte… - mi garganta se queda presa en un nudo gigante y ni la respiración forzada me aliviaba un poco - … lo sé que estabas muy preocupado conmigo…
- Tranquila… lo sabía que tenías que reflexionar y por eso yo respecté tu silencio. Lo que importa es que estés bien…
- Yo estoy bien porque te tengo a mi lado en todos los momentos… - mi ángel amoroso de mi interior se hace soltar con estas palabras. Con una respuesta muy sonriente que he recibido, yo suelto el brillo de mi sonrisa, hecha una adolescente o quizás una niña.
La vida empezaba a seguir adelante sin jamás olvidarme de una de las personas más importantes de mi vida. Sigue vivo para mí, sigue sacándome sonrisas cuando recuerdo el pasado y de esos pequeños detalles hacen toda la diferencia.
Todo seguía, así como este embarazo tan deseado y esperado. Todo seguía perfecto, aunque no pudiese descuidarme un poco.
Se celebraban los ocho meses, unos doce kilos hasta ahora, unas ganas inmensas de comer tortillas y la incerteza con el sexo del bebé. Primeramente me han dicho que sería una niña, ahora me dicen que es un niño y seguimos todos con la duda, que luego se quitó en una consulta:
- De hecho, es un niño…
- ¿Seguro?
- Sí, seguro… puede estar segura, Ainhoa, ¡de allí vaya nascer un niño muy saludable!
- ¡Qué bueno!
Salí de la consulta riéndome conmigo misma. Ahora estoy segura que sigo cargando un Pablito y no podía estar mejor. El mundo parece ser aún más bonito de lo que pensaba. Me siento bien y se me viene el pedido muy especial de mi padre a mi mente: “A ver si cuidas bien de esa preciosidad que está viniendo…”.
- Qué cara tienes, mi amor… - comenta Pablo justo cuando entro en casa.
- ¿Yo?
- ¿Yo veo ahí una sonrisa?
- Pues… quizás veas una sonrisa…
- ¿Quizás? Venga, tienes algo para contarme…
- ¿Algo para contarte?
- Sí, tú… venga…
- ¡Mamá, mamá! – de su habitación sale corriendo la peque con toda la velocidad que tenía - ¿Ya sabes si es un niño o una niña? ¡Dímelo, dímelo!
- Pues… - hago de todo para no perderme de risa hacía la cara de curiosidad de los dos - … bueno, es un bebé…
- Eso no dice nada, mamá…
- Lo veo que no tendré otra solución sino la de decir, ¿verdad?
- Mujer, ¡ya la deberías estar diciendo!
- Vale, vale… es… ¡es un niño!
Con esto recibo el mejor abrazo del mundo: el abrazo de los dos mayores amores de mi vida juntos. Nada mejor que llegar a casa y verlos sonriendo. Sonrío aún más y la palabra “familia” asume aún más importancia a cada día que pasa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario