Narra
Ainhoa
Una
puerta me separaba de una escena que tanto podría ser buena como
mala. En mis pensamientos era una escena buena, pero algo, una
extraña sensación, me estaba diciendo de que de bueno, esto no
tendría nada.
La
abrí, los pasos eran muy lentos, parecían pasos que no me llevaban
ni un poco más adelante, ni un poco más atrás. La distancia estaba
quedándose un poco más corta, hasta que mi visión se llena de algo
que me destrozaba más y más.
Ver
a mi padre tumbado en aquella camilla de hospital, con tantas cositas
conectadas a su cuerpo, de mirada triste y vacía, hacía con que mi
corazón se quedase en mil pedazos más finos que un cristal. Con
todas mis fuerzas contenía mis lagrimas, dibujaba una sonrisa
sufrida y me acercaba a él, que a poco y poco empezaba a demostrar
algún brillo en su cara.
-
Ainhoa...
-
Papá...
-
… has venido...
-
Claro... no iba a dejarte solo... cómo te sientes?
-
No lo sé... de verdad que no lo sé... esto no es fácil y no será
fácil...
-
Qué quieres decir con eso, papá?
-
Yo... yo tengo cáncer... en el hígado...
Me
quedo en silencio, absorviendo aquela dura y triste realidad que se
había caído por encima de él. Me contenía mil veces para no
soltar las lagrimas, me esforzaba al máximo para pasarle la imagen
de tranquilidad.
-
Verás que todo vaya salir perfecto... - aprieto una de sus manos y
sentía lo sentía que mi padre, aquel hombre que siempre lo conocí
fuerte contra todo, estaba más débil que nunca.
-
Lo dudo...
-
Cómo lo dudas? Dónde está aquel hombre que desde pequeñita me ha
enseñado que jamás nos podemos bajar a una enfermedad?
-
Eso son tiempos pasados...
-
Son tiempos pasados y actuales también... hay que estar fuerte, que
lo sé que puedes... yo no quiero que estés así! Quiero verte con
fuerza, con esperanza, con ganas de vivir...
-
No es así... ahora lo que me queda es la muerte...
-
Ni una puta muerte ni nada, papá! - me enfado al ver tanto espíritu
negativo en tan sola una persona – Tu aún vas a vivir mucho, por
mucho tiempo, de verdad! Verás que aún enseñaras al pequeñito
Antonio todas esas cosas de los aviones, de la misma manera que
hiciste conmigo, con Pedro y Mario y con tus nietos más crecidos!
-
Cómo puedes estar tan positiva, hija?
-
… porque tu me lo has enseñado y porque la vida me aseguró de que
tenías razón... - me saltaban las lagrimas después de tanto poner
un freno a ellas para no salir - … joder, cómo se puede ser tan
negativo? Esta es la oportunidad de probarme de que esto es verdad,
de que mirar la vida con positividad es lo mejor que podemos hacer!
-
Lo siento, pero...
-
No lo admito... porque lo sé que tu puedes hacerlo! Prometeme que lo
intentarás, por lo menos... pero lo intenterás de verdad!
-
Lo prometo... - me responde con una pequeñita lagrima en su ojo
derecho cayendo por su rosto - ...pero con una condición...
-
Cual?
-
Me lo prometes que no vas a estropear tu vida dejando a Pablo... que
él te quiere a ti y a la pequeñita más que a él mismo...
-
Lo prometo... - nos abrazamos y en aquel mismo segundo, algo
cambiaba. Era la primera vez que escuchaba estas mismas palabras
venidas de mi padre, la primera persona a estar en contra de la
relación que tengo con Pablo. Y esta fue también la primera vez en
toda mi santa vida que he visto a él soltando una lagrima.
-
Cómo están los dos? - me pregunta.
-
Están todos muy bien...
-
Qué bien... tu pequeñita es un amor de niña, se lo parece mucho a
tí cuando tenías la misma edad que ella... si no lo supiese que era
adoptada, lo decía que era tu hija de verdad...
-
… y es mi hija de verdad, papá... - le interrumpo - ... no es por
no haber cargado un bebé por nueve meses, por no tener un parto que
no la hace mi hija de verdad... lo importante es lo que se siente...
-
En eso tienes razón... Ainhoa, puedo hacerte una pregunta?
-
Por supuesto que puedes, papá...
-
Por qué has adoptado una niña si puedes... lo sabes, tu puedes y
tienes la edad perfecta para quedarte embarazada?
Confrontada
con esta pregunta, la respuesta fue muy bien pensada antes de salir
algo de mi boca. Solo tenía dos hipótesis: mentirle y darle una
excusa así de bonita o entonces decirle la verdad; y neste exacto
momento, la mentira no sería la solución cuando tarde o temprano
todos van a saber la verdad.
-
Pues... - miro el techo que su cara no era la cosa ideal para mirar
mientras quería responderle con la verdad - … yo tengo edad, pero
no puedo quedarme embarazada porque así mi cuerpo manda... lo
siento, pero jamás en vida alguien va a poder verme embarazada, por
mucho que todo el mundo tuviese ese deseo...
En
ese momento, mi padre se sienta en la cama y abre sus brazos. Era el
gesto elegido por él para decirme que no lo sabía y que lo sentía
mucho, de verdad. Nada decimos los dos, nos encajamos en los brazos
de uno y de otro y allí estuvimos.
Eran
largos los segundos y larga era la sensación que tenía. Me sentía
pequeñita, débil y con ganas de allí correr para soltar todas las
lagrimas que algunos salieron, pero otras tantas eran contenidas por
mí.
Mi
padre lo sabía... lo sabía que salir de allí sería lo mejor y
luego trató de ponerme fuera de allí; lo sé que aquel hombre
fuerte se quedó sufriendo por dentro y yo, que estaba intentado
soltar mi lado más fuerte, solo traté de salir de aquel hospital
sin dar satisfaciones a nadie.
Al
ver el cielo gris, con señales de que la lluvia pronto iba a caer en
la calle, visto mi chaqueta y hago una larga caminada hacía casa.
Existen
días que desearíamos que tuviesen un final más temprano y después
existen aquellos días en que ni siquiera deberían existir...
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