Últimos capítulos...

Últimos capítulos...

sábado, 15 de noviembre de 2014

14. Cartas que te marcan

Narra Ainhoa
Abro mi bolso y el primer objecto que vino a mi mano fue la carta que había escrito a mi abuela. Ella ya estaba por allí hace muchos días, ha pasado el cumple de Ainhoa, otro finde más y por fin la quito del bolso. Estaba doblada, el blanco de la hoja relucía letras en azul, del boli de que yo escribi todas aquellas palabras en un acto de desespero.
Escribo a mi abuela todas las veces que siento esa necesidad. Las escribo y todas las veces que vuelva a mi tierra, las pongo en su casa, dónde yo puedo entrar todas las veces que quiera.
Eso mismo hizo cuando una vez más vuelvo a León por mi padre. Entro en la casa y se hace sentir el olor que siempre tuve. Era el comienzo de un viaje de recuerdos que en esta vez tenía la compañía de Ainhoa y de Pablo.
Los dos no lo saben el grande valor que tiene esta casa para mí. Aquí he pasado todos los días cuando mi padre y mi madre estaban trabajando, junto a mis hermanos, haciendo de esta casa un castillo para descubrir.
- Mamá, esta es la muñeca que tenías en tu foto de niña?
Al ver dónde ella estaba, veo aquella muñeca de vestido azul y pelo marrón. Yo la llamaba Paula y tiene este nombre gracias a mi abuela. Ella siempre me lo decía que tenía la sensación de que este nombre iba a ser importante en mi vida pero hasta hoy, no asume esa importancia que ella tanto afirmaba. También me lo informó un día que, primeramente, yo iba a llamarme Paula, pero como a mi padre no le gustaba ese nombre, me he quedado con el nombre Ainhoa.
- Sí, es esa mismo... - respondo.
- Es muy mona... - la tomaba en sus brazos como si de un bebé se tratara. En Ainhoa yo veía la situación igual al del día en que recebí esa muñeca de regalo por las manos de mi abuelo José. Ella estaba haciendo todo lo que hizo en ese día: tomarla en brazos, cantarle una canción y jamás largarla.
- Todavía existe esa muñeca? - pregunta Pablo, que ya había visto un montón de veces la foto dónde yo aparezco con siete años y con la muñeca en mi regazo.
- Parece que sí... ya no me recordaba de su existencia...
- Sigue igual... - después me mira muy serio – Por fin me lo vas a decir porqué has venido aquí?
- Para dejar esta carta... - exhibo la carta.
- Porqué dejas cartas aquí?
- Sabes, yo no lo sé muy bien... todo ha empezado cuando ella se murió. Yo vino aquí y escribí algo para ella y he dejado en su habitación... algo me dice para dejarlas en su casa y es lo que hago...

Narra Pedro
Aunque todavía me lo parezca un poco extraño, me encanta ver a Ainhoa con Pablo y con la pequeñita. Los tres hacen una familia genial y se nota a kilómetros que todos se quieren de una forma imaginable.
Es bueno ver que tu hermana pequeñita, la que siempre ha sido la “muchacha rebelde” de la familia, que ya ha puesto un poco los pies en la tierra y empezó a formar una familia. Me lo encantaría verla por los mejores motivos pero, de hecho, no lo son. Una vez más nos encontramos en un hospital, por mi padre estar aquí otra vez, con cada vez teniendo notícias malas. El panorama de su estado no es lo más positivo y puedo sentir que Ainhoa tiembla al pensar en lo que puede suceder repentinamente.
Ella casi no habla con mi madre, otra más que se ha afundado en puntos negativos y jamás se levanta. Mi madre lamenta, se prepara para lo peor y Ainhoa sufre, en un silencio que hasta a Pablo le molesta por no saber en lo que podrá ayudar.
Yo intento buscar todo lo que sea positivo para no caerme porque tengo la esperanza de que todavía mi Antonio vaya aprender todo sobre aviones y pájaros por la mano de su abueo, así como yo aprendí y mis hermanos.
Estaba yo y Ainhoa, juntamente con Mario, en la habitación dónde estaba mi padre. Solamente el padre con sus hijos. Poco hemos hablado, pero sin saber muy bien el porqué, cada uno de nosotros recibimos una carta. Tenía su letra y su forma especial de hacer los “Q”. la había escrito en la noche anterior y fue la primera carta que he recibido de mi padre. No soy un hombre para llorar, pero, en esta vez, se me caían por la emoción de sus palabras.

Mi hijo querido Pedro,
Yo lo sé que debería decir todo lo que escribé aquí cara a cara, pero mis fuerzas y mis sentimientos ya no me dejan hacerlo. Aunque esté frágil por todo, todavía las fuerzas son suficientes para tomar un bolígrafo y en una hoja y escribirte.
Los dos sabemos de las discusiones que hemos tenido, pero eso ahora no importa. Lo que tengo a decirte es que estoy muy orgulloso de tí. Me conoces muy bien y lo sabes que algunos sentimientos no lo demuestro, pero ese es tu padre antes de caerse en una camilla de hospital , en un cáncer que muy probablemente me quitará la vida muy pronto.
Haz formado una família muy bonita, que merece todo el respecto, admiración y felicidad. Has eligido bien tu compañera y con el nacimiento de ese pequeñito Antonio, tiene todo para resultar. Lo sé que os quieres mucho y por eso espero que jamás te metas por caminos malos como yo lo hizo con mi familia, con vosotros.
Me arrepiendo de haber pasado tanto tiempo lejos de tí y de tus hermanos, si pudiera volver atrás, todo sería diferente. No asistí a algunos de vuestros momentos más importantes, pero quiero que sepas que no fue por no quererte, por no querer a tus hermanos, como una vez me lo has atirado a la cara, te recuerdas? Lo sé que estás arrependido y quiero que lo sepas, aunque nunca te lo había dicho, que te perdoné y te comprendí, de verdad.
Haz hecho algunas tonterías y algunas pensabas tu que yo no las sabía. Siempre supe de todo y nunca te he dado castigos, porque te conozco mejor que a mí mismo. Te has arrepentido por haber dicho a Sara de que Ainhoa, tu própria hermana, era tu novia. Habéis disfrazado por unas semanas, lo sé y lo sé también que tu ya tenías conocimiento de que Mario iba a casarse con Juana antes de toda la familia haber tenido conocimiento. Siempre has sido el primer a saber de todas las notícias entre tus hermanos y eso es bueno, es la prova que lo llevas genial con ellos.
Para terminar esta carta, que mis lagrimas ya se caen como lluvia, te pido para que seas feliz a tu manera.
Aprovecha la vida y haz de todo para vivir los momentos más importantes de tu hijo junto a él. Nada es peor para un padre que saber que no ha estado con su hijo cuando él más necesitaba. Cuida de tu madre, de la misma manera que yo la cuidaba por quererle tanto. Lo sé que está sufriendo y tu podrás quitar un poco su dolor con tu energía positiva.
Déjame partir en paz con todos, la quimioterapía me está matando a cada día y lo sé que de aquí, de esta camilla del hospital, me voy para junto de tu tío Manuel y de tus bisabuelos, mis abuelos queridos.
A tus abuelos, mis queridos padres, que no lloren por mí ni vosotros deberéis hacerlo. No quiero lagrimas, no quiero canciones tristes, quiero alegría y tranquilidad por saber de que estoy caminando hacía la paz de que tanto merezco. Me voy a juntar a quién ha dejado este mundo antes de mí.
Te quiero mucho, Pedro...
Un abrazo eterno de tu padre,
Enrique Martínez Cabanillas

No hay comentarios:

Publicar un comentario