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jueves, 27 de noviembre de 2014

17. Terral de locura

Narra Pablo
- Anda, hijo... a mi no me pasa nada estar con la peque!
- Que no, mamá... ya tienes mucho trabajo y así te quedas todavía con más!
- Déjate de tonterías... Ainhoa no me da trabajo ninguno y, además, vosotros lo merecéis... ella necesita de animarse!
- Yo no voy a convercerte, verdad?
- Por supuesto que no... la peque se queda aquí y venís a recogerla cuando queráis...
- Cómo te lo agradezco, ma mère?
- No lo necesitas hacerlo... para eso aquí estoy...
Lo que sucedió fue una noche a la que todas las mujeres lo merecen. Una cena iluminada solo por las luces de velas, algo muy íntimo, nada de muy caprichoso, pero lo tenía todo para pasarlo genial. La vista era la ideal, una de las muchas playas preciosas de mi Málaga querida.
Mi ciudad es perfecta para estas cosas y lo sé porque al final fue por aquí que toda esta relación se desarrolló hasta llegar al punto dónde estamos ahora.
- Yo voy a prohibirte de regalarme estas cosas, eh?
- Por qué?
- Es que un día me muero por tanta sorpresa... yo cuando pienso que ya he visto todo el tipo de sorpresas, siempre me lo pruebas que estoy equivocada!
- Eso es bueno, no?
- Pues... lo es y no lo es... pero lo es... - responde entre la duda.
- En que nos quedamos, señorita? - pongo mis manos al nível de su cadera y la acerco a mí.
- Pues nos quedamos en lo que tu quieras, que para mí es perfecto! - sin contar me muerde el labio de una forma muy suave. Por aquel suelo de Málaga que escuchaba nuestros pasos, se hacía sentir el mejor viento, ese Terral caliente que entraba por nuestros almas y les hacían subir hacía un lugar más arriba, inexpicable, como si fuera una atracción más que atraente.
Por un rato todo parecía ser del tiempo en que su lado más frío era su mayor atracción en mí, como si de un íman se tratara.
El Terral se hacía sentir en todo y en mí se lo había subido de tal manera que soy contagiado por algo loco, que te pone haciendo mil y una cosas dichas “anormales”.
Tanto insistí que he podido llevarla a cuestas hacía la playa que era junto al hotel. Parecíamos dos locos de atar por el medio de la arena, con Ainhoa diciendo mil veces que yo era un loco.
- Tu eres un loco... pero un loco, de verdad!
- Todavía no has visto nada...
- Hombre, no me vengas con más locuras, eh? Yo ya tengo la edad suficiente para...
- Para qué? Dímelo, señorita Ainhoa Martínez, que todavía juega con muñecas...
- Eso no cuenta...
- Que sí, que cuenta... y cuenta mucho! Ven... o nos vamos a estar aquí hechas dos estatuas mirando todo esto?
- Estás diciendo para...?
- Eso es... anda, que el agua está calentito...
- No... de noche?
- Nunca has hecho esto?
- No... ni estando de vacaciones en Barcelona dónde hacía las peores tonterías que podías imaginar...
- Pero tu quieres ver cual es el verdadero valor de Málaga o te quedas en ignorancia?
- … y tengo que hacer esto?
Señalo con la cabeza que sí y su reacción de no conformarse al mismo tiempo jugando con toda la situación, era de las cosas más preciosas que yo podía ver.
- Yo no sé que hago contigo... a estas horas de la noche me voy a bañarme... qué guay, eh?
Comienzo yo por mojar el pies mirando el mar cuando me giro y veo lucir en toda aquella obscuridad de la noche las curvas de su estupendo cuerpo. Como siempre, me quedaba boquiabierto, casi que ma caían todos los dientes, tanta curva perfecta con un pelo marrón volando despacito al compás del terral caliente de la noche. Qué más se desea?

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