Narra
Ainhoa
Después
de tantos días agitados, por fin tengo la oportunidad de mirar el
calendario... miércoles, 18 de marzo...
Hace
diez días que mi padre descubrió el cáncer y quedán cuatro días
para una fecha muy especial: el cumpleaños de Ainhoa. Nadie se lo
imagina en la exaltación que anda la niña en saber que en pocos
días tendrá su día y que vaya cumplir sus cinco añitos.
Son
cosas buenas y malas todas mezcladas en la rutina, pero, bueno,
seguir adelante es la solución que todo vaya tener buenos finales.
Hablando
de buenos finales, algo no tuve un final así tan positivo como lo
esperaba y se llama TRABAJO. Sí, sí, trabajo, él mismo que justo
en la primera semana me quita de casa y me hace estar 24 horas
constantes en el lugar del trabajo. Precioso, no?
Utilizo
la ironía para no enfadarme más de lo que ya estoy con todo esto.
Además de un jefe pidiendo lo imposible, tengo a la peque triste por
no verme y a Pablo cerco de un estado de rabia que entre nosotros las
conversaciones terminan muy mal.
-
Madre mía, pero esto vaya ser así? - me pregunta muy enfadado.
-
Así cómo, Pablo?
-
Y todavía me preguntas? Cuentame lo tiempo que ahora lo pasas con
nosotros todos juntos? Dímelo!
-
Yo lo sé que es muy poco y as veces es casi ninguno, pero qué
quieres qué te haga? Qué deje mi trabajo?
-
Pues a mí me parece lo ideal...
-
Por supuesto que sí y después yo me quedo una inútil, eh? Lo sabes
perfectamente que yo no aguanto estar en casa días tras días,
constantemente...
-
Tu solo estás trabajando porque quieres y tu lo sabes! Yo desde el
comienzo que te he dicho que mi rendimiento es más que suficiente
para todo! Además de eso, dónde se queda la niña en el medio de
todo esto?
-
Te crees que a mí no me cuesta pasar tanto tiempo lejos de ella? No
lo sabes lo que siento cuando salgo de aquí por la mañana...
-
No lo parece... sino ya habías cambiado algo...
-
Por supuesto que sí... como si yo fuise quién da las normas del
trabajo! - le respondo con la ironía mezclada con los nervios a la
flor de la piel.
-
Entonces si no puedes dar las normas, dejas el trabajo, no?
-
Es eso lo que quieres, Pablo? Yo dejo de trabajar, pero vamos a ver
por cuánto tiempo nos vamos a aguantar a todos!
-
Verás que todo vaya cambiar!
-
Es mejor que comienzes a orar para que nada cambie para peor,
Pablo...
Él
nada me respondió y yo, sin contestar nada, salgo del salón rumbo a
la habitación para coger mi bolso. Me miro al espejo y aquel
sencillo objecto parecía querer decirme algo. Casi me saltaban las
lagrimas, que discutir con Pablo no es lo que más me agrada, odio
con todos mis dientes.
-
Mamá, por la tarde nos vamos al parque? - me pregunta la niña junto
a la puerta.
-
Por supuesto que nos vamos, cariño... te lo prometo, eh?
-
Te quiero... - me abraza
Ya
dentro del coche, corriendo casi mitad de la ciudad de Madrid, yo en
el silencio pensaba en el estado en que aquella discusión me había
puesto: sin duda que estaba entre la espada y la pared.
La
espada era mi trabajo y la pared la familia y tenía yo que elegir
uno de ellos para no hacerme daño. Sin pensar dos veces, elegí la
família, a pesar de haber elegido con miedo, ya que tengo el
insitinto diciéndome de que algo vaya sucederse y tengo la impresión
de que no será cosa buena.
Sin
corage para confrontar duramente, en tan solo cinco minutos llego a
Martín y le digo con todas las palabras que aquí terminaba aquello
que había empezado, una de las más duras pero más grande
experiencia en mi profesión.
-
Estás segura de que quieres salir? - me pregunta sorprendido con lo
que le había dicho.
-
Sí, estoy segura... es todo una cuestión de prioridades y mi
família está por encima de todo...
-
Yo no te voy a juzgar, Ainhoa... si es eso que quieres, hazlo... solo
me queda decirtelo que seas feliz y que tienes aquí un amigo para lo
que necesitas, vale?
-
Muchas gracias...
Salía
por la última vez por aquella puerta, con la sensación de que había
cerrado un capítulo para dejar que otro no tuviese su fin. En aquel
momento, necesitaba del poder de la cafeína, entré en un bar y
sonaba uno de los sonidos más familiares:
“Tenía
ganas ya
De pasar junto a ti
Unos minutos soñando,
Sin un reloj que cuente las caricias que te voy dando.
Juramento de sal y limón,
Prometimos querernos los dos.
Te he echado de menos
Todo este tiempo
He pensado en tu sonrisa y en tu forma de caminar...”
De pasar junto a ti
Unos minutos soñando,
Sin un reloj que cuente las caricias que te voy dando.
Juramento de sal y limón,
Prometimos querernos los dos.
Te he echado de menos
Todo este tiempo
He pensado en tu sonrisa y en tu forma de caminar...”
Era
paz la sensación que sentía junto a aquel olor del café, por entre
la gente sentada en las mesas charlando y riéndose, con aquella
canción en tono bajito sonando.
-
Quiero algo más, señorita? - me pregunta el camarero después de
haber dado mi café.
-
Sí... - respondo - … quiero la cuenta y una pizca de felicidad de
la buena, por favor...
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