Narra
Pablo
Visto
mi jaqueta, abandonamos el estudio con una excusa dicha a la mayor
prisa, nos bajamos hasta la calle, entramos en un taxi y seguíamos
por las calles de Madrid sin creer muy bien en lo que estaba
sucediendo y sin saber los cambios que todo esto iba a causar. No por
casualidad, pero sí por una decisión tomada por los dos, en un
acuerdo pensado hasta el último detalle.
Los
nervios se apoderaban de mi, no me salían palabras ni siquiera
gestos, mi cabeza se giraba hasta la ventanilla y contemplaba las
calles. Ainhoa estaba de igual modo, los dos en el taxi sin una sola
palabra soltar.
El
coche para, salimos y nos parecía que estábamos a punto de entrar
en un mundo nuevo, diferente de este ahora en que estábamos. Aquella
era la puerta para el futuro, un mañana más cerco de lo que se
pensaba, un mañana todavía con más desafíos. Estábamos a un paso
del desafío eterno, uno de aquellos que algunos se atreven sin
querer, otros se atreven por la edad y por su estado social, nosotros
nos atrevemos por un simple motivo: la extraña, pero tan bonita
conexión que existe entre nosotros.
Subimos
las escaleras, entramos y siguiendo con el silencio, nos fuimos hacía
la oficina, dónde nos esperaba una señora, la misma que ha
provocado toda esta tormenta de corridas en los dos.
-
Esperad un ratito que vuelvo ya... - los segundos parecían horas,
los minutos, la eternidad más grande de todas las eternidades
existentes en el mundo. Mis pies no paraban ni tan solo un segundo,
las manos de Ainhoa se movían una y otra vez, o en el pelo, o en la
cara, rozando en los pantalones, pero paradas, nunca.
-
La madre que la parió... - susurra – Pero piensa ella que nosotros
tenemos el mismo tiempo que ella?
-
Tranquila... - respondo – Ella volverá ya, verás...
-
Tranquilidad es algo que ahora mismo no está en mi... madre mía,
qué nervios!
-
Bueno... - entra la señora ya con papeles en la mano - … cómo ya
estoy acostumbrada a estas cosas, lo sé que estáis nerviosos, por
eso... no voy a tardar mucho... - hacía nuestra frente nos ponía
uno y otro papel, todos para firmar. Estas burocracias nos dejaban
aún más nerviosos, lo que queríamos de verdad es que el momento
llegase ahora mismo, sin burocracias, sin más nervios.
Los
boligrafos dibujaban las firmas más tembladas que jamás han hecho,
todas aquellas mezclas de lineas cruzadas, unas arriba, otras abajo,
sin precisión, hechas a la mano libre, firmaban las hojas que decían
oficialmente lo que en segundos podríamos escuchar de su voz de
señora experiente, con total responsabilidad de lo que decía.
-
Y ahora? - preguntaba Ainhoa sin quitar los ojos de los de ella, por
cierto se sentía intimidada por la mirada que estaba recibiendo.
-
Ahora? - haz una pausa de discurso y sonreí – Ahora hay que
ponerse vuestros apellidos en su nombre y listo!
-
Eso es fácil... - contesta Ainhoa - … se queda Ainhoa Moreno
Martínez...
-
Pues bien... solo queda mostrar al autorización... - nos da el
documento que decía por estas mismas palabras:
“
Nombre:
Ainhoa Moreno Martínez
Fecha
de nacimiento: 22 de marzo de 2008
Naturalidad:
Madrid, España
Padre:
Pablo Moreno de Alborán Férrandiz
Fecha
de nacimiento: 31 de mayo de 1989
Naturalidad:
Málaga, España
Madre:
Ainhoa Martínez Sierra
Fecha
de nacimiento: 25 de mayo de 1989
Naturalidad:
León, España
Estado
del pedido de adopción: APROVADO”
“Aprovado”,
la palabra que el aquel momento dejaba para tras una pagina, un
capítulo, empezaba ahora mismo uno nuevo, escrito en una nueva
página de este que es el libro de la vida.
Después
de tantos nervios, llegaba la verdadera hora. La pequeña entra en la
oficina, se sorprende con nuestra presencia, pero no hacía ni una
pequeña idea de la noticia que estaba a punto de ser revelada a
ella.
-
Ainhoa, princesita... - decía María, la señora que tanto nos había
dejado nerviosos – Tenemos una noticia para ti...
-
Una noticia? Es buena?
-
Pues... me lo creo que sí...
-
Cuéntame... - los ojos de la niña parecían haber duplicado de
tamaño con la curiosidade que en aquel momento se le había
despertado.
-
Tu tienes unos nuevos padres...
-
Qué?!? Que son los mismos?! Dime que no, porfi, porfi, porfi! - de
un rato para el otro, la niña casi saltaba del suelo, una parte
sorprendida, otra con miedo de que fuisen los mismos señores que la
han dejado por un motivo tan tonto.
-
Rubita... - le llamaba Ainhoa, que se fue hacía ella y se puso de
rodillas para ponerse a su altura – No son los mismos... no te
preocupes...
-
Entonces...?
-
Mirame en los ojos... - las dos se miraban fijamente – Tu estás
mirandoa ahora mismo para... - balbucea – Yo soy... yo soy...
-
Mi madre? - le interrumpe – Eres tú?!?
-
Sí... - le sonrió.
-
En serio? - no se movía, no daba señales ni siquiera de que estaba
respirando, la miraba boquiabierta, ojos bien abiertos y ya con un
montón de lagrimas listos para caerse por su bonita cara.
-
Te crees que estoy bromando?
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