Narra
Ainhoa
-
Mario, dime que todo está bien...
-
Me encantaría decirtelo, Ainhoa... pero nada está bien... - su voz
a poco y poco era tragada por las lagrimas que las sé que se estaban
cayendo en su rosto.
-
… pero se sabe algo en concreto?
-
Muy poco... lo que se sabe es que papá está malísimo y sospechan
que...
-
… de qué sospechan? Por favor, dímelo... no me lo ocultes! - el
control ya se había perdido hace largos minutos cuando el desespero
al escuchar la notícia me hizo soltarme para las calles sin destino.
Necesitaba caminar, tomar aire y digerir cada palabra dicha con el
mayor dolor por la parte de mi hermano.
-
… los médicos sospechan que... sospechan que papá puede tener
cáncer...
-
Qué?!? - el móvil no se cayó por un tris de mi mano. Se me paraban
los pies, se paraba mi cuerpo tal y cual como las muchas estátuas
que por Madrid existen. El suelo desaparecía de mis pies; estar
allí, con aquella bomba de notícia hacía con que aguantarme con
tanta cosa fuise la peor de las sensaciones que se puede sentir.
-
Bueno... oremos para que no sea eso...
-
Seguro que no será eso... hay que ser positivo por mucho que nos
cueste...
-
Claro... y cómo está mamá?
-
Casi no estuve con ella hasta ahora... está junto a papá y no sale
de allí ni para comer...
Suelto
un suspiro, sin saber lo que decirle. Me faltaba enterarme de todo
aquello, algo que en todos aquellos minutos no se estaba sucediendo.
-
Ainhoa... tranquila, eh?? Papá va a quedarse bien y te lo voy
informando de todo, vale?
-
Cómo quieres que me quede tranquila, Mario? Cómo puedo si lo sé
que papá está muy mal en el hospital? … y yo no estoy allí...
-
Hey!! No te culpes! Qué harías si estuvieses aquí? No harías
nada, así como nosotros no podemos hacer infortunadamente!
-
Te crees que me aguantaré por mucho tiempo así tan lejos? Te crees
que me aguanto solo en recibir noticias por teléfono?
-
Ainhoa... no te pongas haciendo una locura... no te atrevas sino
vamos a tener problemas!
Si
por un lado la noticia me había dejado destrozada, con el corazón
el la mano, la amenaza de Mario la debería tomarla en serio por que
su tono de voz fue clarísimo como el agua. Si me atrevía a irme
allá con tanta prisa, lo sabía que sería confrontada por él y...
Mario en su estado rabioso no es lo mejor, os juro.
Al
colgar el móvil, miraba la calle y las personas pasaban... unas para
el lado derecho, otras para el lado izquierdo. Bueno, la verdade es
que esto es tan normal que no debería estar mirando con tanta
atención. Pero yo miraba como si fuese la primera vez.
En
aquel rato, la vida parecía que me había puesto en un lugar dónde
un montón de dilemas empezaban a ganar el poder de mi mente.
Cuando
voy a morirme? Será que estoy disfrutando de la vida como ella debe
ser disfrutada? Estaré yo perdiendo tiempo con algo que no merece la
pena? - estas y muchas más cuestiones empezaban a interrogar mi
mente una y otra vez.
En
15 minutos de caminada hacía mi casa, fueron los minutos suficientes
para hacer el relatorio de la vida vivida hasta ahora: tuve sus malos
y buenos momentos, así como malas y buenas decisiones... y al entrar
en casa y viendo aquella brillante sonrisa de la pequeñita de mis
ojos, tuve la perfecta certeza de que aquella fue de las mejores
decisones que he tomado: Ainhoa, la rubita que ha tomado cuenta de
una parte de mi corazón.
-
Hola mamá! - corre hacía mí para darme un beso y yo en cambio la
agarro y no la suelto. Aquel brazo era la droga de que necesitaba
para no ahogarme en lagrimas. Nada estaba bien, pero en aquel rato,
parecía que en la vida no existia ningún problema – Estás
triste? - me pregunta.
Yo
la miro y si por un lado las palabras no querían soltarse, las
lagrimas estaban allí, bien listas para salir y hacer un mar de los
grandes.
-
Pues... estoy un poco triste...
-
Por qué?
-
Es que... es que el abu Enrique está en el hospital... - “hospital”
era la palabra que daba el comienzo de una lluvia de desespero. En
cambio de las lagrimas, recibo uno abrazo más de la peque y ya no lo
sabía si eran lagrimas de felicidad por tenerla en mi vida o si eran
lagrimas de desespero.
Si
con las palabras me conecté a ella, con el silencio me conecté con
Pablo con tan solo una mirada y un brazo. Ni una sola palabra se
soltara en aquel momento. Los dos me daban el aliento de que mis
sentidos necesitaban.
De
hecho, la situación no era la más facil de pasarse, pero la estaba confrontando. La felicidad ni
siempre está presente, pero el amor sí... y no lo dudo de que era el
amor de los dos que estaba haciendo estar en pie sin caerme por el
dolor.
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