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viernes, 24 de octubre de 2014

9. Más que una enfermedad

Narra Ainhoa
- Mario, dime que todo está bien...
- Me encantaría decirtelo, Ainhoa... pero nada está bien... - su voz a poco y poco era tragada por las lagrimas que las sé que se estaban cayendo en su rosto.
- … pero se sabe algo en concreto?
- Muy poco... lo que se sabe es que papá está malísimo y sospechan que...
- … de qué sospechan? Por favor, dímelo... no me lo ocultes! - el control ya se había perdido hace largos minutos cuando el desespero al escuchar la notícia me hizo soltarme para las calles sin destino. Necesitaba caminar, tomar aire y digerir cada palabra dicha con el mayor dolor por la parte de mi hermano.
- … los médicos sospechan que... sospechan que papá puede tener cáncer...
- Qué?!? - el móvil no se cayó por un tris de mi mano. Se me paraban los pies, se paraba mi cuerpo tal y cual como las muchas estátuas que por Madrid existen. El suelo desaparecía de mis pies; estar allí, con aquella bomba de notícia hacía con que aguantarme con tanta cosa fuise la peor de las sensaciones que se puede sentir.
- Bueno... oremos para que no sea eso...
- Seguro que no será eso... hay que ser positivo por mucho que nos cueste...
- Claro... y cómo está mamá?
- Casi no estuve con ella hasta ahora... está junto a papá y no sale de allí ni para comer...
Suelto un suspiro, sin saber lo que decirle. Me faltaba enterarme de todo aquello, algo que en todos aquellos minutos no se estaba sucediendo.
- Ainhoa... tranquila, eh?? Papá va a quedarse bien y te lo voy informando de todo, vale?
- Cómo quieres que me quede tranquila, Mario? Cómo puedo si lo sé que papá está muy mal en el hospital? … y yo no estoy allí...
- Hey!! No te culpes! Qué harías si estuvieses aquí? No harías nada, así como nosotros no podemos hacer infortunadamente!
- Te crees que me aguantaré por mucho tiempo así tan lejos? Te crees que me aguanto solo en recibir noticias por teléfono?
- Ainhoa... no te pongas haciendo una locura... no te atrevas sino vamos a tener problemas!
Si por un lado la noticia me había dejado destrozada, con el corazón el la mano, la amenaza de Mario la debería tomarla en serio por que su tono de voz fue clarísimo como el agua. Si me atrevía a irme allá con tanta prisa, lo sabía que sería confrontada por él y... Mario en su estado rabioso no es lo mejor, os juro.
Al colgar el móvil, miraba la calle y las personas pasaban... unas para el lado derecho, otras para el lado izquierdo. Bueno, la verdade es que esto es tan normal que no debería estar mirando con tanta atención. Pero yo miraba como si fuese la primera vez.
En aquel rato, la vida parecía que me había puesto en un lugar dónde un montón de dilemas empezaban a ganar el poder de mi mente.
Cuando voy a morirme? Será que estoy disfrutando de la vida como ella debe ser disfrutada? Estaré yo perdiendo tiempo con algo que no merece la pena? - estas y muchas más cuestiones empezaban a interrogar mi mente una y otra vez.
En 15 minutos de caminada hacía mi casa, fueron los minutos suficientes para hacer el relatorio de la vida vivida hasta ahora: tuve sus malos y buenos momentos, así como malas y buenas decisiones... y al entrar en casa y viendo aquella brillante sonrisa de la pequeñita de mis ojos, tuve la perfecta certeza de que aquella fue de las mejores decisones que he tomado: Ainhoa, la rubita que ha tomado cuenta de una parte de mi corazón.
- Hola mamá! - corre hacía mí para darme un beso y yo en cambio la agarro y no la suelto. Aquel brazo era la droga de que necesitaba para no ahogarme en lagrimas. Nada estaba bien, pero en aquel rato, parecía que en la vida no existia ningún problema – Estás triste? - me pregunta.
Yo la miro y si por un lado las palabras no querían soltarse, las lagrimas estaban allí, bien listas para salir y hacer un mar de los grandes.
- Pues... estoy un poco triste...
- Por qué?
- Es que... es que el abu Enrique está en el hospital... - “hospital” era la palabra que daba el comienzo de una lluvia de desespero. En cambio de las lagrimas, recibo uno abrazo más de la peque y ya no lo sabía si eran lagrimas de felicidad por tenerla en mi vida o si eran lagrimas de desespero.
Si con las palabras me conecté a ella, con el silencio me conecté con Pablo con tan solo una mirada y un brazo. Ni una sola palabra se soltara en aquel momento. Los dos me daban el aliento de que mis sentidos necesitaban.
De hecho, la situación no era la más facil de pasarse, pero la estaba confrontando. La felicidad ni siempre está presente, pero el amor sí... y no lo dudo de que era el amor de los dos que estaba haciendo estar en pie sin caerme por el dolor.

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