Últimos capítulos...

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domingo, 12 de octubre de 2014

6. Es un milagro o...?

Narra Pablo
Cuatro paredes blancas, un techo y un suelo, una sola mesa y tan solo dos sillas pretas. Era el vacío que en aquel momento me decía que el silencio iba a ser mi mejor amigo por un rato. Sobre aquella madera relucía aquella hoja blanca usada en aquella noche, en que fue la víctima a cargar las toneladas de versos que del bolígrado eran escritas y que del alma salían sin parar.
La primera canción que no tuve la necesidad de revisarla. Al leer palabras tras palabra, la sintonía era más que mucha y no tenía motivos para borrar algo, cambiar expresiones, escribir nuevos versos. Me había salido perfecta esta canción, increíble.
- Ya se puede leer la canción? - entra Manuel.
- Claro... - le doy la hoja, él se sienta y por unos largos minutos no quitaba ni tan solo por un segundo la mirada de todas aquellas palabras.
Al compás de su lectura, la cabeza iba bajando a poco y poco y sin embargo se levanta. Me mira muy serio, suelta una sonrisa y yo estaba allí, inmóvil, como si de una piedra se tratara.
- Pablo, Pablo, Pablo... - suspira – Tu.... - haz una pequeña pausa - ...como voy a decir esto...
- … lo diga con las palabras... - contesto, esperando que por fin su opinión se soltara para el aire.
- … tu estás... hombre, tu estás enamorado hasta las trancas por esa chica!
Sonrío, sin saber qué palabras soltar en aquel momento. Debería yo preguntar el porqué, afirmarle que sí, o cualquier cosa que le pudiese contestar a su frase. Me afirma que estoy enamorado “por esa chica” que él ni siquiera la conoce personalmente. Me lo creo que debe conocer tanto como los demás, lo sabe que tengo alguien, pero no tiene ninguna información.
Era el día de “Por fin”, de grabar la canción, de por fin asegurarme de que esta misma canción se va para el disco y no me importa si todo el mundo va a comentar “oye, que esta canción es para su chica”, que lo digan, que, de hecho, están diciendo la verdad y me atrebo a afirmarlo publicamente sin complejos ningunos.
Y con toda esta historia de amores, de estar “enamorado hasta las trancas”, con tantos cambios en pocas semanas, el mes de Marzo comienza con la escrita de más dos canciones y con una visita extraña, es decir, que ni yo ni Ainhoa estábamos esperando:
- Mamá? Papá? - al abrir la puerta, Ainhoa se había quedado boquiabierta literalmente – Pero esto es algun milagro o...?
- Hola para tí también, Ainhoa... - saluda su madre ya entrando – Hola Pablo! - bueno, por lo menos fue todavía más simpática que Enrique, que vino a saludarme con aquel su aire pesado, como si estuviese controlando sus soldados en el ejército.
- Por fin habéis decidido volver a visitarme después de tres años! - Ainhoa entraba en la conversación en modo “lista para matar alguien”. Se servía de la alegría y de la buena disposición para no indignarse con sus padres, que, en primer lugar, hace tres años que no vienen a visitarla y, en según lugar, ellos no aceptan muy bien la vida que ella sigue llevando. Ahora lo que queda saber es ver la reacción en vivo del hecho de que hemos adoptado una niña.
- Qué exagero, Ainhoa! - contesta su padre.
- Exagero?!? Venga que... yo no estoy para discusiones, pero, de hecho, la última visita vuestra fue justo poco después del nacimiento de María!
- Mamá!! - y la pequeñita había llamado por Ainhoa justo en el momento correcto, por casualidad. Se estaría previendo una discusión entre los tres, viendo aquí el ambiente de un poco de tensión. Vino hacía nosotros corriendo con una muñeca en sus manos, pero cuando ha visto a dos personas, que para ella le eran totalmente extrañas, casi para, mirándonos como quién estaba preguntando “quién son estas personas?” - Mamá... - la llamaba de nuevo, ahora con un tono de voz más bajito y con la mayor timidez del mundo.
- Viene aquí, pricesita...
Se acercó a Ainhoa y en un susurro bien tímido, le pregunta:
- Quién son ellos?
- Mira, esta señorita de aquí es mi madre...
- … y el señor es tu padre y ellos son mis abuelos! - saltaba sin parar, hacía explotar las palabras. Se notaba el entusiasmo y nos había puesto a todos riéndonos de toda aquella escena, aquella su energía nos contagiaba y, de hecho, Pilar y Enrique habían sido también las victimas de toda esa energía. Sin saber muy bien el porqué, se notaba algun fascinio de Ainhoa por Pilar y Enrique.
Yo no lo sabía, Ainhoa tampoco. Lo que sabemos es que, al primer abrazo, al primer saludo, parecía que los tres ya se conocían hace mucho tiempo. Estábamos los dos completamente estorpecidos viendo todo aquello. No nos salía ni tan solo un comentario, los tres hablaban mucho y lo llevaban estupendo haciendo la descubierta de personalidades y de gustos.

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