Narra
Pablo
Cuatro
paredes blancas, un techo y un suelo, una sola mesa y tan solo dos
sillas pretas. Era el vacío que en aquel momento me decía que el
silencio iba a ser mi mejor amigo por un rato. Sobre aquella madera
relucía aquella hoja blanca usada en aquella noche, en que fue la
víctima a cargar las toneladas de versos que del bolígrado eran
escritas y que del alma salían sin parar.
La
primera canción que no tuve la necesidad de revisarla. Al leer
palabras tras palabra, la sintonía era más que mucha y no tenía
motivos para borrar algo, cambiar expresiones, escribir nuevos
versos. Me había salido perfecta esta canción, increíble.
-
Ya se puede leer la canción? - entra Manuel.
-
Claro... - le doy la hoja, él se sienta y por unos largos minutos no
quitaba ni tan solo por un segundo la mirada de todas aquellas
palabras.
Al
compás de su lectura, la cabeza iba bajando a poco y poco y sin
embargo se levanta. Me mira muy serio, suelta una sonrisa y yo estaba
allí, inmóvil, como si de una piedra se tratara.
-
Pablo, Pablo, Pablo... - suspira – Tu.... - haz una pequeña pausa
- ...como voy a decir esto...
-
… lo diga con las palabras... - contesto, esperando que por fin su
opinión se soltara para el aire.
-
… tu estás... hombre, tu estás enamorado hasta las trancas por
esa chica!
Sonrío,
sin saber qué palabras soltar en aquel momento. Debería yo
preguntar el porqué, afirmarle que sí, o cualquier cosa que le
pudiese contestar a su frase. Me afirma que estoy enamorado “por
esa chica” que él ni siquiera la conoce personalmente. Me lo creo
que debe conocer tanto como los demás, lo sabe que tengo alguien,
pero no tiene ninguna información.
Era
el día de “Por fin”, de grabar la canción, de por fin
asegurarme de que esta misma canción se va para el disco y no me
importa si todo el mundo va a comentar “oye, que esta canción es
para su chica”, que lo digan, que, de hecho, están diciendo la
verdad y me atrebo a afirmarlo publicamente sin complejos ningunos.
Y
con toda esta historia de amores, de estar “enamorado hasta las
trancas”, con tantos cambios en pocas semanas, el mes de Marzo
comienza con la escrita de más dos canciones y con una visita
extraña, es decir, que ni yo ni Ainhoa estábamos esperando:
-
Mamá? Papá? - al abrir la puerta, Ainhoa se había quedado
boquiabierta literalmente – Pero esto es algun milagro o...?
-
Hola para tí también, Ainhoa... - saluda su madre ya entrando –
Hola Pablo! - bueno, por lo menos fue todavía más simpática que
Enrique, que vino a saludarme con aquel su aire pesado, como si
estuviese controlando sus soldados en el ejército.
-
Por fin habéis decidido volver a visitarme después de tres años! -
Ainhoa entraba en la conversación en modo “lista para matar
alguien”. Se servía de la alegría y de la buena disposición para
no indignarse con sus padres, que, en primer lugar, hace tres años
que no vienen a visitarla y, en según lugar, ellos no aceptan muy
bien la vida que ella sigue llevando. Ahora lo que queda saber es ver
la reacción en vivo del hecho de que hemos adoptado una niña.
-
Qué exagero, Ainhoa! - contesta su padre.
-
Exagero?!? Venga que... yo no estoy para discusiones, pero, de hecho,
la última visita vuestra fue justo poco después del nacimiento de
María!
-
Mamá!! - y la pequeñita había llamado por Ainhoa justo en el
momento correcto, por casualidad. Se estaría previendo una discusión
entre los tres, viendo aquí el ambiente de un poco de tensión. Vino
hacía nosotros corriendo con una muñeca en sus manos, pero cuando
ha visto a dos personas, que para ella le eran totalmente extrañas,
casi para, mirándonos como quién estaba preguntando “quién son
estas personas?” - Mamá... - la llamaba de nuevo, ahora con un
tono de voz más bajito y con la mayor timidez del mundo.
-
Viene aquí, pricesita...
Se
acercó a Ainhoa y en un susurro bien tímido, le pregunta:
-
Quién son ellos?
-
Mira, esta señorita de aquí es mi madre...
-
… y el señor es tu padre y ellos son mis abuelos! - saltaba sin
parar, hacía explotar las palabras. Se notaba el entusiasmo y nos
había puesto a todos riéndonos de toda aquella escena, aquella su
energía nos contagiaba y, de hecho, Pilar y Enrique habían sido
también las victimas de toda esa energía. Sin saber muy bien el
porqué, se notaba algun fascinio de Ainhoa por Pilar y Enrique.
Yo
no lo sabía, Ainhoa tampoco. Lo que sabemos es que, al primer
abrazo, al primer saludo, parecía que los tres ya se conocían hace
mucho tiempo. Estábamos los dos completamente estorpecidos viendo
todo aquello. No nos salía ni tan solo un comentario, los tres
hablaban mucho y lo llevaban estupendo haciendo la descubierta de
personalidades y de gustos.
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