Aquellos
jodidos momentos en que te das cuenta que la rotina ha tomado la
cuenta de todo, así como ha robado algún tiempo precioso que lo
podías haber pasado con los tuyos... me mata por completo. Es
dificil y por mucho que intente adelantar cosas para gañar tiempo
libre, siempre aparece algo y me quedo igual, sin tiempo ninguno.
-
Papá, cuando vas a llevarme a tu estudio? - no lo sé explicar, pero en aquel
momento fue justo ese en que me he dado cuenta de que el tiempo libre
me lo había sido robado. Hace semanas que lo había prometido a la
peque de que iba a llevarle hacía dónde las canciones se trasladan
para los discos.
-
Pues... y qué tal si te llevo mañana?
-
Mañana?
-
Sí...
-
Pues... me llevas en serio?
-
Por supuesto, princesita...
Me
lo creo que en esa misma noche, Ainhoa había soñado con el momento
de irse al estudio. Se notaba el entusiasmo, esto ya para no hablar
de la energía con que se había despertado en el día siguiente. Si
pudiera, ni el desayuno tomaría solo para llegar más temprano al
estudio. Estas locas ideas de los peques son algo de precioso, de
verdad.
No
me atreví a irme a pie con ella, ni en un taxi, pero que recogí el
coche y nos fuimos hacía el estudio los dos, eso fue segurísimo.
Por increíble que esto pueda parecer, nadie me reconoció. Quizás
por haber afeitado la barba y estar de gorra que esto se sucedió
así, que ni en la pequeña distancia que tuvimos para caminar por
una calle llena de personas para entrar en el estudio.
O
fue eso o entonces nadie se lo imagina yo mismo en la versión papá.
Bueno, que nadie lo sabe, eso es verdad y seguro que lo van a saber
ya que es la privacidad de mi hija y de mi vida más privada.
-
Wooowwww! Esto es... esto es alucionante, papá... - atónita con
todo al su rededor, Ainhoa parecía haber entrado en un mundo
parecido con el de Alicia en el país de las maravillas o de todos aquellos cuentos que en nuestra niñez escuchamos más que una vez. Todo era una
descubierta, desde de las más utilizadas guitarra, pasando por un
sencillo cuadro que estaba en la pared.
-
Hoy tenemos una invitada especial para asistir a las grabaciones? -
preguntaba Porty enamorándose de su sonrisa. Así que lo
ha visto, me dijo “Es Porty!”. Bueno, ahora no es Porty, pero sí
el tito Porty... el tito Porty, el tito Lolo, tito David... ahora
todos del equipo son, oficialmente, con derecho a un dibujo hecho por
ella, sus titos adoptados.
Estar
allí viéndonos grabando canciones tras canciones hacía el deleite
de la niña, que por ella se quedaría todo el santo día aquí,
intentando tocar algo de bueno en el piano. Estábamos los dos
contagiados por buenas energías. Cuando se terminaron las
grabaciones del día, en la calle, la niña se había enamorado de los
pies a la cabeza por un vestido que había visto en una tienda.
-
Papá, papá, para un poquito!!!
-
Qué pasa?
-
Mira... - me señala con el dedo para un vestido con un color muy
especial para mí: malva. Aquel vestido del mismo color que fue el
motivo para la escrita de la primera canción en toda mi vida, tenía
algo que le hacía ser una atracción sin igual – Mira que vestido
tan guay!!
-
Oye... - susurro – Estás pensando en los mismo que yo?
-
Pues... nos vamos a...?
-
Eso es... - le interrumpo sabiendo perfectamente que estaba teniendo
la misma idea - … me lo creo que le vaya gustar mucho...
-
Entramos? - me pregunta timidamente.
-
Por supuesto que sí...
Al
entrar en aquella tienda tan discreta, Ainhoa no esperó y luego se
fue hacía una de las señoras y le pide:
-
Señora, quiero aquel vestido...
-
Cual es el vestido que quieres, guapísima?
-
Aquel de allí... - le señala con el brazo. Yo solo las veía
intentando ser lo más discreto posible y haciendo un sacrifício
tremendo para no perderme en risas al ver aquella escena tan
graciosa. Esta rubita es más lista de lo que parece.
-
Tienes buen gusto, pero el vestido es muy grande para tí...
-
No es para mí...
- ... es para tu madre?
-
Sí... pero no lo cuentes a nadie que es una sorpresa!
En
menos de cinco minutos, aquel tan deseado y bonito vestido se
encontraba ya en una bolsa de papel negro y yo solo tuve que terminar
toda aquella tarea con la tarjeta. Hizo mil y uno movimientos para
que la señora no se fuese a leer el nombre que estaba escrito en
ella, porque lo sé que al ver “Pablo Moreno”, luego me miraba
directamente y por cierto se daba cuenta de quién era yo.
-
Apresurate, papá! - ya en el garaje del edificio, Ainhoa salía del
coche con toda la prisa y solo no se puso en el ascensor sola porque
no podía alcanzar el botón para abrirse la puerta.
-
Tranquila, hija...
-
No... yo quiero ver si a mamá le vaya gustar el vestido...
-
Por supuesto que le vaya gustar un montón...
Se
abren las puertas del ascensor y ella corre para abrirse la puerta.
Al entrar, se sucede lo más imprevisible:
-
Mamá?!? - llamaba Ainhoa, buscándo a Ainhoa por todos los rincones
de la casa. - Mamá!! - yo seguía igual, extrañando todo aquello,
ya que el previsible y lo cierto sería de encontrarla en casa a
estas horas.
Al
intentar llamarla terminaba sin respuesta que estaba siempre ocupado.
La pregunta se hacía para el aire, esperando la respuesta: dónde se
ha metido ella?
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