Narra
Ainhoa
Lo
está siendo dificil definir el ambientazo que se vive en casa. Me lo
creo que fuimos contagiados por una gigante ola de buenas energías,
de aquellas que contagían a cualquiera. Tengo el doble del trabajo,
pero tengo el doble de la felicidad. Para mucha gente esto lo parece
ser imposible, pero, de hecho, es así la realidad.
Envuelta
en de los mayores suenos que se puede disfrutar en una noche tras un
día llenazo de trabajo, una voz me despierta, venida de un lugar un
poco lejos:
-
Mamá...
Miro
el despertador: 3:24 de la madrugada. En mi lado derecho de la cama,
Pablo está hecho un dormilón de los grandes. Lo digo en serio, es
algo tan grande que por veces sale aquellos “rrrr”, sonido
parecido con lo de los leones. Lo sabéis, el roncar... y sí, Pablo
ronca, pero solo cuando es un sueno tan profundo que podía caerse
una pared que él que no despertaría. Bueno, el amor tiene de estas
cosas, pero lo aguanto con tanto amor que me da gracia verlo tan
“concentrado” en el sueno.
Me
levanto, me voy hacía la habitación de Ainhoa y estaba ella,
sentadita en la cama, agarrando el conejito, mirándolo con unos
ojitos dignos de comersela a besos y cosquillas.
-
Qué pasa, mi amor? - me acerco a ella.
Se
levanta un poco la cabeza y aquellos ojitos tan bonitos tenían
algunas lagrimas caídas, ojitos tristes, me destrozaban el corazón
por completo. La agarré y la puso en mi regazo.
-
Porqué estás llorando? - pregunto.
-
He tenido una pesadilla...
La
abrazo, siento su cabecita junto a mi hombro y toda aquella bonita
conexión me hacía sentirme tan bien, como si tuviese un superpoder
especial. En una cuestión de segundos, lo sentía que estaba super
tranquila y que así estaba muy bien.
-
He soñado que vendría una tormenta muy grande y que me llevaba
lejos...
-
Tranquila, princesita... - beso su mejilla – No hay tormenta
ninguna que te llevará lejos de nosotros, eh?
-
No puede?
-
Por supuesto que no... te crees que te dejamos irte así con una sola
tormenta?
Llena
de nuevo mi cuello con la fuerza de sus brazos, el rozar de su pelo
en mi hombro y su respiración eran maravillas naturales que daban
gusto sentirlas. Yo sonreía, por que al final yo me sentía bien por
ella estar bien y aquel su abrazo, que ahora es de mis mayores
debilidades, había puesto una luz especial a aquella noche. Noche
fría en la calle, noche bien caliente aquí, que el calor humano,
toda esta conexión de los tres, es algo que nos da aliento, que nos
llena el alma de amor y de cariño, de complicidad y de comprensión.
Por
la enésima vez preparaba ya las tantas tradicionales tazas de leche
caliente, con el toque del colacao para endulzar aún más la vida.
Yo y ella, iluminadas por tan solo la bonita luz de la luna, en un
silencio tan sonriente que nos hizo pasar un par de horas como si
fuera unos minutitos.
Aquel
brillocito tan puro mezclado con aquella gracia de su boca pintada en
un marrón bien clarito de la leche, su sonrisa tan contagiosa,
elementos de un ser pequeño en altura, pero de corazón gigante.
Se
nota el orgullo que tengo por ella, lo sé. Que soy una madre
embobada, eso lo podéis afirmar cuando queráis, que lo soy y lo
seré siempre. Es la niña de mis ojos, una de las razones de mi
felicidad. De hecho, me parece que los rubios son los que pueden
conquistar mi corazón. En primer lugar, mi corazón se queda en las
manos de un rubio, ahora es conquistado por ese mismo rubio y por una
rubita. Una morena que es conquistada por rubios; este mundo está
atestado de antítesis graciosas.
Cuando
volví a la habitación, después de cerciorarme de que Ainhoa ya
estaba envuelta en otro sueno profundo, lo veo que Pablo sigue como
estaba, durmiendo, durmiendo y durmiendo. Será que era la única
persona despierta a estas horas en la ciudad? Quizás no, pero me
sentía el único alma que todavía tenía los ojos abiertos, que ni
siquiera bostezaba, senãles esas que se entiende de que el sueno
llegará pronto.
Me
entretenía viendo a una de las obras más dignas y bellas del
universo. No es una estatua de mármol ni siquiera cubierta de oro,
tiene oro pero en su corazón, es hecha de carne y hueso, es un ser
humano, que para mí está en un punto muy cerco de la “perfección”.
Pablo no es perfecto, como ningún ser humano lo es, pero sus
defectos me encantan tanto que lo sé que si no los tuviese, no me
enamoraba tanto por él cómo me enamoré y sigo enamorándome. Sus
defectos son calidades y punto.
El
mundo giraba y yo me giraba buscando un sueno que tardaba en venir.
Yo seguía contemplando, hecha una niña pequeña que se emboba por
algo especial que le han regalado. Se hace sentir un aire frio en mi
pie derecho y sin embargo, sus ojos que se habían cerrado para
descanso, se abren, con toda aquella luz que le es tan especial.
-
Es así tan gracioso verme durmiendo? - me pregunta susurrando.
-
Por qué preguntas?
-
… por esa tu carita... esa sonrisa no me equivoca...
-
Tiene su gracia... además con eses roncasrsitos que por veces
sueltas...
-
Yo no ronco...
-
Por supuesto que no... solo sueltas unos “rrrr” y nada más...
-
No me lo digas...
-
Te lo estoy diciendo... pero por un lado tienes suerte...
-
Porqué?
-
La suerte es que son ligeros y no se suceden siempre... sino te
aseguro que ya estarías durmiendo en el sofá del salón...
-
Eres la persona más mala que conozco...
-
Soy mala? Pero te gusta, eh?
-
Pues... - en mi piel se hacía sentir el contacto con algo, algo que
ya no es extraño, es muy bien conocido. Mi cintura se transformaba
en la prisionera de sus brazos y mis labios esclavos de la sensación
que más poder tiene en mí - … a mi me enamora tanto que no te lo
imaginas...~
Se
explotaba la tempestad de aquel sentimiento inexpicable que se siente
solo en el corazón. Era una espécie de presión, pero de las
buenas, las ganas de hacer saltar el corazón, lanzar flechas tras
flechas llenas de amor hacía un pedacito de carne que late en el
lado opuesto del mío. Aquel corazoncito que ha cambiado una vida
entera, la mía, definitivamente.
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