Narra
Pablo
-
Anda... ahora vas a bailar conmigo y no puedes decirme que no!
-
… y si te digo que no? - le decía en broma.
-
Simplemente no lo dices... venga... yo, como una buena esposa que
tengo que ser, tengo que...
-
Eso es abusar del poder y lo sabes! - la interrumpo.
-
Yo soy así tan mala a punto de ser criminosa, mi amor?
-
Por supuesto que eres... yo no lo sé cómo el policia no te mandó a
la cárcel esta mañana...
-
Díos mío, eres tan... eres tan amable diciendo esas cositas eh! -
me lo decía de forma muy sarcástica - … pero vas a bailar, no te
olvides...
-
Vente a bailar, papá... - llegaba la peque de una forma muy cariñosa
- … después tendrás que bailar conmigo también...
-
Por supuesto que bailo contigo y bailo con mamá... y con quién sea!
- le respondo - … a ver si bailas mejor que yo!
-
No me desafíes, papá! Lo sabes que te lo vas a perder! Dile,
mamá... dile lo que me has enseñado!
-
Pues claro... nosotros tenemos aquí una pequeña ballerina y es
mejor que tengas mucho cuidado... - afirmaba Ainhoa.
Paso
a paso nos fuimos a bailar los dos. Ainhoa en mis brazos y yo
dejándome llevar por el compás de la canción en el que emergía en
su encanto, como siempre me lo hizo. Parece que hace poco tiempo
estábamos discutiendo en el apartamento por la guitarra que tenía y
ahora ya es mi mujer. Con ella, el tiempo vuela. Una hora se parece a
un minuto con ella en mis brazos. Una noche es solamente una pequeña
explotación de nuestro amor, y aquellas noches de amor son tan solo
un detalle de algo muy intenso.
Son
los detalles los que más marcan. Aquella su mirada y el buenos días
de todas las mañanas al despertarme es uno de ellos, así como el
“Quítate los pies del sofá” y el “Vístete esta camiseta, que
se quedará perfecta en esos pantalones”. Son marcas incomparables
y infinitas. Son muchas, pasando por el “Aquella mujer tiene unas
buenas piernas, eh!”, que lo dice pensando que miro las piernas de
las otras, cuando la verdad es que contemplo las suyas como si de una
obra de arte se tratara. Esos sus celos muy saludables son
espectaculares.
Todo
esto para no hablar de todas aquellas veces en que la pillo cantando
mis canciones en la cocina de forma muy discreta, para que yo no vea
la desintonización que tiene en la voz. Es la tontita más mona que
conozco y es esa misma tontita, la niña que es fan que Nutella y que
vive ignorando las dietas, que me cautiva, que me robó el corazón.
Narra
Ainhoa
La
noche ya relucía en cielo, así como la luz de la luna. No podía
dejar pasar la oportunidad de convencer a mi padre para bailar
conmigo ni que fuera por solo unos segundos. Notaba que no estaba muy
bien, su cara no era la mejor, pero todas las veces que me acercaba a
él, el color de su cara cambiaba, así como su humor. A mí lado
seguía siendo el mismo padre de siempre y lo sabía que solo estaba
haciendo esto por mí, para no preocuparme. Quizás ya me ha quitado
mil y una malas cosas para no molestarme, pero yo tengo la perfecta
idea de que el caso es muy serio y no merece bromas.
Era
el mismo hombre que siempre conocí: sonriendo, con su aire muy
fiestero y por supuesto que ha aceptado mi invitación:
-
Ya lo estaba extrañando que no me invitaras a bailar contigo... por
supuesto que me voy, hija, es todo un lujo bailar con semejante
diosa!
No
supe lo que debería contestarle. Un pequeño temblor empezaba a
sentir en mis ojos mientras íbamos a bailar. En el momento que
agarro mi mano,entro en un auténtico viaje en el tiempo. Hace muchos
años que mi padre no baila conmigo. Siempre me lo decía que no
tiene aptidones ningunas para hacerlo y siempre lo “perdoné”.
No
me contuve y luego lo abracé en vez de bailar. Sentía mi corazón
muy aprietado, unas ganas tremendas de soltar lo que tantas veces no
le he dicho.
-
Papá...
-
Dime...
-
Sabes que te quiero, verdad? - comienzan a saltarme las lagrimas en
mis ojos, que luego su mano trata de quitarlas.
-
Seguro que no me quieres más que yo a tí, mi niña...
-
Papá... perdóname si a veces no fui la mejor hija, pero...
-
Shhh... deja de decir tonterías... eres la mejor hija que cualquier
padre puede tener y jamás lo dudes...
No
lo podía controlar. Mi cara se llenaba de lagrimas hacía semejantes
palabras dichas por mi padre. Aquel momento de pura sinceridad jamás
había sucedido antes y todavía se quedó más intenso cuando me
señala para mi lado derecho.
Pablo
seguía bailando con la peque de una forma muy amorosa. Me perdí de
amores viendo a mis dos mayores y mejores amores de mi vida bailando
de aquella manera, con aquella complicidad que solo ellos tienen. El
brillo de los ojos de los dos lo decía todo, así como sus sonrisas,
brillando y espejando felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario