(Conversación
entre Enrique y Pilar)
-
Enrique, es mejor que te sientes... estás con la cara muy blanca y
eso no es bueno... - murmuraba Pilar a Enrique.
-
Tranquila... yo estoy bien...
-
Deja de ser cabezota... no queremos que te ocurra algo de malo justo
hoy!
-
Yo estoy bien... y qué tal escuchar la misa, eh? Hoy nada me pasará,
te lo aseguro...
De
hecho, la cara de Enrique no era la mejor. Estaba muy pálido y con
síntomas de que algo de malo se estaba pasando. El cáncer le estaba
matando a poco y poco, pero él, con todas las fuerzas que tenía, se
mantenía allí, de pie, como todo el mundo, haciendo parecer que no
tenía semejante enfermedad quitándole la vida.
Es
verdad que todo el mundo ya tiene el corazón un poco preparado para
la mala hora. Esa misma hora, en la que el cáncer vaya lograr y
tomar todo su cuerpo. Más que eso, él ni la familia ha contado que
en el día anterior estuve en el hospital para no preocupar a la niña
pequeña de la familia.
Por
recomendación de los médicos, debería estar en casa, descansando,
pero lo que ha decidido ha sido de fingir que no había pasado nada y
vivir el sueño de ver a su única niña subiendo al altar. Ya podía
morir feliz, pero no hoy. Quizás mañana, quizás en otro día.
Narra
Ainhoa
Lado
a lado en un día tan especial. Tenía un color especial este día
tan bonito. Era más un capítulo escrito en nuestra historia llena
de emociones hasta ahora y que seguramente que vendrán muchas más.
De palabras se escribe, pero de sentimientos se siente. Se siente, y
mucho. El motor de mi cuerpo, es decir, mi corazón, latía como
nunca hizo antes y cuando la frase mágica aparece... el mundo
paraba:
-
Os declaro marido y mujer...
Vino
un silencio maravilloso en aquel momento. Yo y Pablo nos miramos,
agarramos las manos uno del otro y sonreímos, sobretodo, con
nuestros ojos que espejaban alegría, complicidad y amor.
La
distancia entre nuestros labios se fue reduciendo hasta que se
fundieron en un solo. En un beso muy intenso, con sabor a canela,
caramelo y azúcar, hemos podido parar el tiempo, parar un mundo
entero y enterarnos de todo. Yo y él, nosotros, una sola persona.
Ahora de forma oficial, parecía irreal.
Nada
ni nadie nos paraba el beso. Además, a los invitados les parecía
gustar (si esto es raro o normal, no lo sé):
-
Pablo, demuestra tu lado besucón, hombre! - la voz de Carlos, uno de
sus grandes amigos de infancia y de los primeros a saber de nuestra
relación incentivaba a Pablo de una forma muy graciosa.
Pablo
se rió entre besos y luego me agarra de una forma incomparable. Me
puso en su regazo y allí me dejé derretir en él, como hielo cuando
es puesto en altas temperaturas, que se derrite en una cuestión de
segundos.
La
alegría reinaba todo el aire y yo me sentía un personaje de un
cuento de hadas, los mismos que en pequeñita me hacían soñar por
largas horas. Explotaba de alegría y me lo creo que eso era
perceptible en mí. Sonreía sin parar.
Narra
Pablo
-
Ahora sí te puedo llamar de cuñadito, eh!! - me lo decía Pedro
cuando toda la gente se divertía en la fiesta.
-
Por supuesto, cuñado... - le contesto de forma muy graciosa.
-
Yo no sé si debería decirte esto, pero... no, es mejor que no lo
diga, olvida...
-
Que no! Ahora me lo dices!
-
Seré muy tonto diciendo esto...
-
Hombre, si no lo dices jamás vas a saber! Anda, te crees que me
enfado? Justo hoy? Que va, hoy es solo alegría...
-
Vale, vale... entonces nos tomamos una copa de champán que está
llegando justo ahora... - llega uno de los camameros y luego tomamos
la dicha copa de champán.
-
Venga... qué tienes para decirme?
-
Bueno, no es decir... es un pedido...
-
Te estoy escuchando...
-
No te quedas con celos si bailo con Ainhoa como en los viejos
tiempos?
-
Hombre, era esto? Yo no soy celoso... venga, bailas tú que yo muy
poco voy a bailar que mis pies tienen mucho plomo, te lo digo!
-
No tardará mucho en buscarte, eh!! Es mejor que te prepares!
No hay comentarios:
Publicar un comentario