Narra
Ainhoa
(Algunas
semanas después)
El
cielo azul de mi ciudad relucía y por las calles de León yo iba
rumbo a unas auténticas horas de aventuras para elegir el tan soñado
vestido para mi matrimonio. Cada calle me daba un buen recuerdo de mi
pasado, cuando yo en mi bici pasaba por las calles a toda la
velocidad para irme al cole, a comer unos pastelitos de almendras en
la pastelería del señor Perez, comprar revistas o simplemente
dejarme llevar por las ruedas de mi bici verde, que tantas dolores de
cabeza había dado a mi padre cuando se estropeaba algo.
Sonreía
al pensar en semejantes recuerdos que te prueban de que la vida tiene
sus cosas sencillas y bonitas. Todo era muy bonito con aquel cielo
espectacular, hasta que una voz muy familiar por detrás de mi
espalda hizo parar mi camino:
-
Ainhoa?
Me
giro y para la peor suerte de todas las malas suertes existentes en
el mundo, me aparece Luis hacía mi. La rabia comienza a subirme por
la cabeza y el primer estimulo que tuve fue de responder con muy mala
cara:
-
Perdona, pero no te conozco...
Me
giro de nuevo y sigo mi camino, una vez más interrumpido, ahora con
su mano agarrando en mi brazo de una forma muy violenta:
-
Que me sueltes ya, gillipollas!
-
Llamame gillipollas, lo que tu quieras, pero tendrás que escucharme!
He estado muchos años tomando el coraje suficiente para contarte...
-
Qué tienes para contarme, eh?? La triste novedad de que estás
arrepentido? Eso ya no es nuevo, lo siento...
-
No, no es eso... y lo sé perfectamente que podía decirte mil y uno
motivos para justificar lo que te hizo que no te crees en mi... pero
hay algo que te oculté...
-
A mi no me importa lo que me has ocultado... olvida todo lo que ha
pasado, que yo hizo lo mismo... sigue con tu vida que yo ya seguí
con la mía hace mucho tiempo...
-
Por favor, escuchame por un rato... luego desaparezco de tu vida para
siempre!
-
No! - le contesto más cabreada que nunca - … yo no quiero escuchar
ni una sola palabra más venida de tu boca!
-
Sí, quieres... lo que tengo para decirte es muy importante...
-
En serio? Cómo puedo creerme si estoy hacía una persona imbecil,
sin sentimientos ningunos... que solo piensa en él mismo y nadie
más! Que siempre piensa que es superior a los demás solo por que es
un cirujano de prestigio...
-
Yo he fallado... - me dice.
Sin
nada responder vuelvo a caminar y él, persiguiéndome, seguía
soltando frases sin sentido, que me estaban llevando a un estado de
locura inigualable:
-
La operación... lo sabes... la niña no estaba... la cirurgia
falló...
-
Cállate, por favor! - grito en la calle, sin molestar a la gente que
en aquel momento pasaba y me miraba con una cara muy rara - …
déjame en paz! Yo no quiero saber de nada... de nada! Es mejor que
desaparezcas ahora mismo, sino...
-
… sino? Qué me haces?
-
Qué te hago? Lo suficiente para que te pases tu vida en una cárcel,
es eso que quieres? Si yo fuera como tu, ahora mismo estaría en una
cárcel, con tu vida jodida... yo no hizo nada, nada! Solamente por
que no soy como tu!
Por
milagro aparece Manuel, compañero de mi padre en el ejército y con
su manera mala, vino hacía nosotros de forma muy autoritária:
-
Qué está pasando aquí? - pregunta él en tono de intimidación.
-
Nada... no pasa nada... - responde Luís. Se gira y sin nada más
decir, siguió con su camino, distinto del mío.
-
Estás bien, Ainhoa? - me lo pregunta de forma muy delicada.
-
Sí... estoy bien, Manuel... muchas gracias...
-
No tienes que darlas... lo sé que ha pasado entre vosotros... anda,
yo te acompaño para guarantizarme de que él no aparece otra vez...
Con
toda su amabilidad, Manuel me acompañó hacía la tienda y por
supuesto que no podía dejar de hablar de las ganas de mi padre para
que llegue el día de mi matrimonio. Por lo que me ha dicho Manuel, a
mi padre ya le ha quitado algunas horas de sueño de tanto pensar en
esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario