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domingo, 1 de marzo de 2015

38. Voces que no deberían aparecer

Narra Ainhoa
(Algunas semanas después)
El cielo azul de mi ciudad relucía y por las calles de León yo iba rumbo a unas auténticas horas de aventuras para elegir el tan soñado vestido para mi matrimonio. Cada calle me daba un buen recuerdo de mi pasado, cuando yo en mi bici pasaba por las calles a toda la velocidad para irme al cole, a comer unos pastelitos de almendras en la pastelería del señor Perez, comprar revistas o simplemente dejarme llevar por las ruedas de mi bici verde, que tantas dolores de cabeza había dado a mi padre cuando se estropeaba algo.
Sonreía al pensar en semejantes recuerdos que te prueban de que la vida tiene sus cosas sencillas y bonitas. Todo era muy bonito con aquel cielo espectacular, hasta que una voz muy familiar por detrás de mi espalda hizo parar mi camino:
- Ainhoa?
Me giro y para la peor suerte de todas las malas suertes existentes en el mundo, me aparece Luis hacía mi. La rabia comienza a subirme por la cabeza y el primer estimulo que tuve fue de responder con muy mala cara:
- Perdona, pero no te conozco...
Me giro de nuevo y sigo mi camino, una vez más interrumpido, ahora con su mano agarrando en mi brazo de una forma muy violenta:
- Que me sueltes ya, gillipollas!
- Llamame gillipollas, lo que tu quieras, pero tendrás que escucharme! He estado muchos años tomando el coraje suficiente para contarte...
- Qué tienes para contarme, eh?? La triste novedad de que estás arrepentido? Eso ya no es nuevo, lo siento...
- No, no es eso... y lo sé perfectamente que podía decirte mil y uno motivos para justificar lo que te hizo que no te crees en mi... pero hay algo que te oculté...
- A mi no me importa lo que me has ocultado... olvida todo lo que ha pasado, que yo hizo lo mismo... sigue con tu vida que yo ya seguí con la mía hace mucho tiempo...
- Por favor, escuchame por un rato... luego desaparezco de tu vida para siempre!
- No! - le contesto más cabreada que nunca - … yo no quiero escuchar ni una sola palabra más venida de tu boca!
- Sí, quieres... lo que tengo para decirte es muy importante...
- En serio? Cómo puedo creerme si estoy hacía una persona imbecil, sin sentimientos ningunos... que solo piensa en él mismo y nadie más! Que siempre piensa que es superior a los demás solo por que es un cirujano de prestigio...
- Yo he fallado... - me dice.
Sin nada responder vuelvo a caminar y él, persiguiéndome, seguía soltando frases sin sentido, que me estaban llevando a un estado de locura inigualable:
- La operación... lo sabes... la niña no estaba... la cirurgia falló...
- Cállate, por favor! - grito en la calle, sin molestar a la gente que en aquel momento pasaba y me miraba con una cara muy rara - … déjame en paz! Yo no quiero saber de nada... de nada! Es mejor que desaparezcas ahora mismo, sino...
- … sino? Qué me haces?
- Qué te hago? Lo suficiente para que te pases tu vida en una cárcel, es eso que quieres? Si yo fuera como tu, ahora mismo estaría en una cárcel, con tu vida jodida... yo no hizo nada, nada! Solamente por que no soy como tu!
Por milagro aparece Manuel, compañero de mi padre en el ejército y con su manera mala, vino hacía nosotros de forma muy autoritária:
- Qué está pasando aquí? - pregunta él en tono de intimidación.
- Nada... no pasa nada... - responde Luís. Se gira y sin nada más decir, siguió con su camino, distinto del mío.
- Estás bien, Ainhoa? - me lo pregunta de forma muy delicada.
- Sí... estoy bien, Manuel... muchas gracias...
- No tienes que darlas... lo sé que ha pasado entre vosotros... anda, yo te acompaño para guarantizarme de que él no aparece otra vez...

Con toda su amabilidad, Manuel me acompañó hacía la tienda y por supuesto que no podía dejar de hablar de las ganas de mi padre para que llegue el día de mi matrimonio. Por lo que me ha dicho Manuel, a mi padre ya le ha quitado algunas horas de sueño de tanto pensar en esto.

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