Veo
que entró una carta bajo la puerta. La recojo, la abro y leo en el
papel “ES INCREÍBLE PERO CON TU CORAZÓN FRÍO ME CAUTIVASTE. POR
CIERTO QUE ME HAS OLVIDADO, PERO YO NO TE OLVIDO. P.” Pablo debe
estar pensando que con una carta, cantando una canción o algo así
que me conquista? Ni de coña! Ayer le dejé muy claro que no quería
nada, pero él insiste. No sé pero si lo encuentro por ahí,
seguramente que tendrá que escuchar “pocas y buenas” palabras, o
sea, le voy dejar más claro que el agua que no quiero nada, ni
siquiera su amistad.
No
suporto a la gente como Pablo, que se cree que con media docena de
palabras y una sonrisa pueden conquistar todo. Creo que él es muy
distinto de su padre: no es caballero como él y no me parece que sea
sencillo, como dicen los periódicos. La fama le subió a la cabeza y
ahora se cree que puede tener todas las chicas que quiere a sus pies.
Eso puede resultar con muchas chicas pero conmigo no, lo siento.
Tiro
la carta a la basura, desayuno y me voy a trabajar, que es por eso
que estoy en Málaga, no estoy de vacaciones.
El
estudio de Salvador es un lugar tranquilo, todo el mundo está tan
concentrado en su trabajo que no se han dado cuenta de mi llegada.
Llega
una mujer hacía mí con una sonrisa:
-
Hola Ainhoa! Yo soy Casilda y estaré aquí para todo lo que
necesites.
-
Muchas gracias...
-
Marisol llegó hace unos diez minutos y ya está en el escritorio que
será vuestro mientras estáis por aquí... ven, sígueme...
Maquetas,
proyectos a blanco y negro, otros muy coloridos, entre rectas y
curvas hechas en papel, llego hacía el escritorio, dónde ya estaba
Marisol.
-
A ver, tendrán tiempo para organizar el escritorio como quieran...
si quieren café o algo así tenéis una máquina que se encuentra en
el fin del pasillo...
-
Gracias... - dice Marisol.
Nos
quedamos solas en el escritorio y mientras estábamos organizando las
cosas, estuvimos hablando un poco:
-
Qué tal el apartamento, Ainhoa?
-
Es un apartamento bueno... tiene el espacio suficiente para mí... y
tu? Dejaste a Hugo solo en Madrid...
-
No me hables de eso... por lo menos voy a verlo en los fines de
semana... - Marisol habló algo más pero mi cabeza recordó el
mensaje de la carta que recibí esta mañana.
-
Ainhoa, Ainhoa! - grita ella – Qué te pasa, chica?
-
Nada, Marisol... perdona, yo no escuché todo lo que me has dicho...
-
No me ocultes, se nota que te pasa algo!
-
No pasa nada, Marisol! Fueron todos estos cambios en tan poco
tiempo...
-
Sí, sí, como si yo me creyese en eso!
-
Acredita en lo que quieras, Marisol... a mi me da igual... - salgo
del escritorio y busco la máquina del café. Solamente la cafeína
me puede tranquilizarme en esto momento. No es normal que responda de
la manera que hizo con Marisol. Me siento nerviosa, insegura, con
ganas de escaparme para un lugar dónde nadie me vea.
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