Narra
Marisol
Me
lo creo que hoy vaya ser un día especial... yo y mi compañera de
aventuras, la hermana que nunca tuve y mi confidente, nos vamos a
hacer unas compritas para nuestros bebés. Es cierto que nos vamos a
pasarlo genial y, además, junto a su peque, todo será mejor.
No
lo sabéis lo cuanto me deja feliz ver a las dos. De hecho, yo
envidio aquella relación de madre y hija, es tan sincera, sencilla y
al mismo tiempo es tan perfecta. Se nota que las dos se quieren a
rabiar y que ninguna ya sabe vivir sin la otra.
Al
entrar en el edíficio, soy saludada por el simpático portero Mario.
Siempre es muy majo y tiene la amabilidad de llamar el ascensor para
mí ya que yo, embaraza de siete meses, estoy hecha una vieja y
intento no cansarme tras este peso que llevo con tanto cariño y
amor.
-
Tita Mari!! - la pequeñita corre hacía mi para abrazarme en una
bonita recepción. Me encanta esta niña, es demasiado amor y cariño
en una niña tan bonita! - Mamá se viene ahora mismo...
En
ese momento aparece Ainhoa y no estaba con muy buena cara.
-
Qué te pasa, mujer? Es algo con tu padre o con tu abuelo?
-
No... es conmigo... me siento tan fatigada...
-
Seguro que quieres irte estando así?
-
Sí... yo me voy... ayer también estaba así pero ha sido solo por
un rato... esto pasará...
-
Tienes que cuidarte, eh? En poco tiempo ya estarás como yo y ahí
estarás hecha una vieja!
-
En serio? - ella recoge su bolso y nos dirigimos hacía la puerta. Su
cara no era muy normal, la notaba muy pálida. Al cerrar la puerta,
para por un rato:
-
Ainhoa, estás bien?
Nada
me responde. Comienza a poner su mano en su barriga y sin embargo
comienza a hacer mala cara.
-
Ainhoa, no estás nada bien... es mejor que vuelvas...
Recojo
la llave de su bolso y luego trato de abrir la puerta y de sentarla
en el sofá. Empezaba a asustarme y la peque también empezaba a ver
que aquella reacción no era buena.
-
Mamá, estás bien?
-
Sí, cariño... - acaricia su pelo - … yo estoy bien, esto es
pasajero...
En
el momento que me fui a recoger un vaso de agua, escucho a la peque:
-
Mamá? Mamá?
-
Ayyyyyy... ay dios mio que... - se pone cabizbaja sin quitar sus
manos de su barriga.
-
Ainhoa! - grito.
Se
notaba el dolor que estaba pasando. Ni el vaso de agua había quitado
una parte del dolor que en aquel momento Ainhoa sentía. Estaba
intentando pensar en lo que debería hacer y luego la niña trata de
llamarme a la atención para algo:
-
Tita Mari...
-
Qué pasa, cariño?
-
El sofá... esto es sangre?
Miro
el asiento y, de hecho, se trataba de sangre. Lo primero que me
ocurrió fue llamar una ambulancia, ella necesitaba de irse lo más
rápido posible al hospital antes que fuise tarde. Algo no estaba
bien y en cuestión de un cuarto de hora los paramédicos ya estaban
entrando por la puerta.
-
Tenemos que llevarla de urgencia... - me dice el paramédico mientras
ponía a Ainhoa en la camilla para llevarla hacía la ambulancia. A
la pequeña Ainhoa casi se le soltaban las lagrimas viendo toda
aquella situación. Trato de ponerla en mis brazos aunque me costase
mucho y la pongo más tranquila.
-
Pequeñita... no necesitas de estar triste... nada de malo vaya
pasarse con ella, vale?
-
Seguro?
-
Sí... ahora nos vamos que no podemos dejar a tu madre sola...
Quizás
yo estaba más asustada que la peque. En mi interior oraba a todo lo
posible para que nada de malo se suceda y que todo esto no pase de un
pequeño susto.
En
el hospital, yo esperaba junto a la peque en el pasillo mientras la
puerta hacía nosotros estaba cerrada. Dentro de aquella sala estaba
Ainhoa y los médicos y las noticias no llegaban. Sin embargo,
escucho un móvil sonando:
-
Tita, es el móvil de mamá...
-
Ay Dios mío... - suspiro al ver la pantalla.
-
Quién es? - pregunta ella muy curiosa.
-
Es tu papá...
No hay comentarios:
Publicar un comentario