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miércoles, 17 de diciembre de 2014

23. Alarma

Narra Marisol
Me lo creo que hoy vaya ser un día especial... yo y mi compañera de aventuras, la hermana que nunca tuve y mi confidente, nos vamos a hacer unas compritas para nuestros bebés. Es cierto que nos vamos a pasarlo genial y, además, junto a su peque, todo será mejor.
No lo sabéis lo cuanto me deja feliz ver a las dos. De hecho, yo envidio aquella relación de madre y hija, es tan sincera, sencilla y al mismo tiempo es tan perfecta. Se nota que las dos se quieren a rabiar y que ninguna ya sabe vivir sin la otra.
Al entrar en el edíficio, soy saludada por el simpático portero Mario. Siempre es muy majo y tiene la amabilidad de llamar el ascensor para mí ya que yo, embaraza de siete meses, estoy hecha una vieja y intento no cansarme tras este peso que llevo con tanto cariño y amor.
- Tita Mari!! - la pequeñita corre hacía mi para abrazarme en una bonita recepción. Me encanta esta niña, es demasiado amor y cariño en una niña tan bonita! - Mamá se viene ahora mismo...
En ese momento aparece Ainhoa y no estaba con muy buena cara.
- Qué te pasa, mujer? Es algo con tu padre o con tu abuelo?
- No... es conmigo... me siento tan fatigada...
- Seguro que quieres irte estando así?
- Sí... yo me voy... ayer también estaba así pero ha sido solo por un rato... esto pasará...
- Tienes que cuidarte, eh? En poco tiempo ya estarás como yo y ahí estarás hecha una vieja!
- En serio? - ella recoge su bolso y nos dirigimos hacía la puerta. Su cara no era muy normal, la notaba muy pálida. Al cerrar la puerta, para por un rato:
- Ainhoa, estás bien?
Nada me responde. Comienza a poner su mano en su barriga y sin embargo comienza a hacer mala cara.
- Ainhoa, no estás nada bien... es mejor que vuelvas...
Recojo la llave de su bolso y luego trato de abrir la puerta y de sentarla en el sofá. Empezaba a asustarme y la peque también empezaba a ver que aquella reacción no era buena.
- Mamá, estás bien?
- Sí, cariño... - acaricia su pelo - … yo estoy bien, esto es pasajero...
En el momento que me fui a recoger un vaso de agua, escucho a la peque:
- Mamá? Mamá?
- Ayyyyyy... ay dios mio que... - se pone cabizbaja sin quitar sus manos de su barriga.
- Ainhoa! - grito.
Se notaba el dolor que estaba pasando. Ni el vaso de agua había quitado una parte del dolor que en aquel momento Ainhoa sentía. Estaba intentando pensar en lo que debería hacer y luego la niña trata de llamarme a la atención para algo:
- Tita Mari...
- Qué pasa, cariño?
- El sofá... esto es sangre?
Miro el asiento y, de hecho, se trataba de sangre. Lo primero que me ocurrió fue llamar una ambulancia, ella necesitaba de irse lo más rápido posible al hospital antes que fuise tarde. Algo no estaba bien y en cuestión de un cuarto de hora los paramédicos ya estaban entrando por la puerta.
- Tenemos que llevarla de urgencia... - me dice el paramédico mientras ponía a Ainhoa en la camilla para llevarla hacía la ambulancia. A la pequeña Ainhoa casi se le soltaban las lagrimas viendo toda aquella situación. Trato de ponerla en mis brazos aunque me costase mucho y la pongo más tranquila.
- Pequeñita... no necesitas de estar triste... nada de malo vaya pasarse con ella, vale?
- Seguro?
- Sí... ahora nos vamos que no podemos dejar a tu madre sola...
Quizás yo estaba más asustada que la peque. En mi interior oraba a todo lo posible para que nada de malo se suceda y que todo esto no pase de un pequeño susto.
En el hospital, yo esperaba junto a la peque en el pasillo mientras la puerta hacía nosotros estaba cerrada. Dentro de aquella sala estaba Ainhoa y los médicos y las noticias no llegaban. Sin embargo, escucho un móvil sonando:
- Tita, es el móvil de mamá...
- Ay Dios mío... - suspiro al ver la pantalla.
- Quién es? - pregunta ella muy curiosa.
- Es tu papá...

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