Narra
Pablo
La
amargura de todo lo que estaba pasando era más que mucha y nada
podía tranquilizarme. En el pasillo del hospital encontré a mi niña
y a Marisol sentadas, esperando por más notícias. Al llegar hacía
ellas, mis brazos se llenaban de un abrazo tan tierno de mi hija, en
el que tuve contener las lagrimas al decirme en mi oído el tan
sencillo “Te he echado de menos, papá”.
De
hecho, yo también la echaba de menos desde la primera hora en que he
partido para Los Ángeles. Lo que me movía allí eran las notícias
por Ainhoa, esas mismas que eran muy pocas.
-
Cómo está Ainhoa? - pregunto a Marisol.
-
Se sabe muy poco... parece que ya todo muy tranquilo, pero no la
quitan de aquella sala ni dicen nada de nuevo... seguro que fue solo
un susto...
-
Eso lo espero... joder, los médicos deberían decirnos algo más!
-
Es verdad... pero qué vamos a hacer?
En
ese momento sale un médico de la sala dónde estaba Ainhoa y luego
tratramos de llamarlo. De su cara no podía llegarse a ninguna
conclusión.
-
Cómo está ella? - pregunto.
-
Está bien... hemos dado algunos medicamientos para quitar el dolor y
todo parece estar bien, pero bueno... todavía nos queda saber lo que
pasará después de quitarse los efectos de lo que hemos dado...
-
Qué puede pasar?
-
Solo pueden pasar dos situaciones... - me responde - … o todo
continua tranquilo y claro, podrá volver a casa sin problema o
entonces vuelve a tener dolores y bueno... en esa situación todo
vaya depender de la gravidad de lo que pasará...
Narra
Ainhoa
La
suerte es que tenía una enfermera junto a mí que era muy maja.
Estuvimos hablando sobre muchas cosas mientras ellas analisaba con la
mayor atención mi situación. Estaba contenta por aquellas “drogas”
haber quitado el dolor y me lo avisaba que pronto los efectos de todo
eso iban a quitarse.
Yo
sentí todo eso. Sin embargo, comienzo a sentir una sensación muy
extraña y pronto comienza un pequeño dolor, pero algo muy ligero.
Empezaba a asustarme verdaderamente porque ya tendría que poner en
mi mente las peores escenas para todo esto.
-
Está sintiendo dolores, de nuevo? - me pregunta la enfermera.
-
Sí... y cada vez son más intensas...
Ella
nada me contesta. Se fue hacía la puerta y sin embargo vuelve para
junto de mí, pero ya con el médico. Me había quedado sin reacción.
Mi cuerpo no lo sabía si debería temblar o estar parado, si mi
corazón debería aumentar la velocidad o seguir con sus latidos a un
ritmo normal. Solo miraba los dos y esperaba algo.
-
Ya sabe lo que tiene que hacer... - dice el médico a la enfermera.
Yo allí seguía sin saber lo que estaba pasando conmigo, hasta que
mi paciencia se acaba.
-
Qué está pasando conmigo, doctor?
-
Tranquila, todo está bien...
-
Cómo puedo estar tranquila? - pregunto ya llena de nervios - Me dan
cosas para tomar, unos se dan ordenes a otros y yo sigo aquí... pero
qué coño está pasando? Yo exigo una explicación ahora mismo!
-
Es mejor que esté calma, en serio... yo voy a decirle todo...
-
Estoy esperando...
-
Bueno... ha tenido una hemorragia y fue contenida por los
medicamientos... usted lo sabe perfectamente del problema que tiene y
lo sabe que el embarazo es un riesgo...
-
Lo sé perfectamente...
-
… pero usted no puede arriesgarse más... - me interrumpe - ...lo
siento, pero tendremos que quitarle el...
-
Cómo?!? - no me lo estaba creyendo en lo que estaba escuchando. Es
como si un cuchillo bien grande estuviese entrando en mi corazón de
la forma más violenta que se pueda imaginar.
-
… tendrá que abortar y es lo mejor... es mejor para usted que no
estará en riesgo y para el bebé porque él no iba a nacer
saludable... quizás podía morirse en el parto...
Para
mí, se me había parado el tiempo en aquel momento. El “porqué”
gritaba en mi mente y en mis ojos las lagrimas empezaban a caerse sin
parar. Sentía que había fracassado y me sentía horrible. El mundo
se me había caído de una forma muy terrible y las lagrimas eran el
refúgio encontrado hacía una situación que me costaba aceptar.
Era
un vacío muy grande, eran lágrimas de sufrimiento. Pensaba en toda
la felicidad que Ainhoa y Pablo sentían al saber que estaba llegando
un miembro a la familia. Pensaba en como iban a reaccionar y en como
esto podía prejudicar nuestra vida.
Dudaba
del destino y dudaba de mi misma aunque en aquel momento yo no lo
sabía muy bien en qué deberia pensar en primer lugar. Me sentía
pequeña y frágil, una víctima inocente, un ser humano qué no
comprendía el mundo. Por la primera vez en mi vida me lo había
creído en milagros, pero todo se acabó. Todo esto se pasó sin un
comienzo, desarrollo y fin. Dudaba de aquel “Tu eres muy fuerte”
que tantas veces mi abu María me lo decía en peque. Cómo puedo ser
tan fuerte si he fracasado? Al final, qué verdaderas capacidades
tengo siendo mujer?
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