Siempre
me pasa lo mismo: a las dos de la mañana me despierto y me quedo con
una hambre de león sin saber muy bien el porqué. En esta vez, la
maldita hambre era muy grande, tan grande, que la única solución
fue salir del caliente aire de las sábanas y bajarme hacía la
cocina.
Caminaba
con la puntita de mis pies para no hacer ningún ruido, que lo sé
que pequeño ruido hace a mi madre despertarse y es obvio que
escucharía “hijo, esto son horas de irse a comer?”.
Una
rebanada de pastel de chocolate y la leche bien calentita con colacao
me mataba esa hambre tan tradicional, ya la llamo como “la hambre
de las dos de la madrugada”.
Cuando
volví a la habitación, cuando vi a Ainhoa durmiendo como un ángel,
me senti tan feliz que no podeís imaginar. Me sentí afortunado, por
tener en mi vida a una chica tan especial como es ella, que me acepta
tal y cual como soy, que me da las cosas sin nada a cambio pedir. Me
ha hecho una mejor persona, ya me ha inspirado muchísimo y en este
mismo momento me estaba dando una idea genial para una letra muy
linda. Cogí una hoja, un boli y me senté en la cama, sin hacer
ningún ruído para que no se despertara.
La
miraba y me llegaban las palabras ciertas, escribía sin parar, el
boligrafo para de hacer versos llenos de puro sentimiento. Vuelto la
mirada para el primer verso y empecé a leer el resultado. Cambié
algunas palabras, hizo unos pequeñitos cambios y volví al primer
verso. Se podía leer:
“Qué
intenso es esto del amor,
Qué garra tiene el corazón, sí...
Jamás pensé que sucediera así.
Qué garra tiene el corazón, sí...
Jamás pensé que sucediera así.
Bendita toda conexión
Entre tu alma y mi voz, sí...
Jamás creí que me iba a suceder a mí.
Por fin lo puedo sentir,
Te conozco y te reconozco que por fin
Sé lo que es vivir
Con un suspiro en el pecho,
Con cosquillas por dentro...
Y por fin sé por qué estoy así.
Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era...
Y entregaría mi voz a cambio de una vida entera.
Tú me has hecho entender que aquí nada es eterno,
Pero tu piel y mi piel pueden detener el tiempo... oh...
No he parado de pensar
Hasta dónde soy capaz de llegar,
Ya que mi vida está en tus manos y en tu boca.
Me he convertido en lo que nunca imaginé,
Has dividido en dos mi alma y mi ser,
Porque una parte va contigo aunque a veces no lo sepas ver.
Por fin lo puedo sentir,
Te conozco y te reconozco que por fin
Sé lo que es vivir
Con un suspiro en el pecho,
Con cosquillas por dentro...
Y por fin sé por qué estoy así.
Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era...
Y entregaría mi voz a cambio de una vida entera.
Tú me has hecho entender que aquí nada es eterno,
Pero tu piel y mi piel pueden detener el tiempo... oh...
Mejor de lo que era...
Aquí nada es eterno...”
La
canción más bonita que alguna vez escribí. La hizo por ella, para
ella, al final fue ella que me inspiró para que me saliesen estas
palabras, que, de hecho, describen lo que siento por ella, lo que
quiero decir pero que con la boca no me sale de la mejor forma.
No
soy el mismo hombre desde que la conocí, me siento mejor que nunca,
empecé a ver el mundo en una perspectiva distinta, perspectiva esa
que ella me la enseñó. El mundo no es perfecto, pero nosotros
podemos hacerlo perfecto solo para nosotros. Un mundo a nuestra
manera, nuestras normas, con lo que más nos gusta, pero sin salir
del mundo real.
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