Narra
Pablo
Gorra
en la cabeza, chaqueta de cuero apretada hasta arriba, el peluche
bajo el brazo y yo en aquel hospital parecía un ladrón que quiere
llegar al lugar del dinero sin nadie darse cuenta.
Abro
la puerta y en menos de cuatro pasos ya veía las dos: la pequeña
durmiendo en la camilla del hospital y Ainhoa durmiendo en el sofá
que estaba bajo la ventana con vista para la ciudad.
-
Pablo? - y la pequeña se despierta y se interroga susurrando si era
mismo yo quién estaba entrando en la habitación.
Me
acerqué a ella y se dibujó una sonrisa llena de luz en su cara tan
bonita y es obvio que me contagió por completo.
-
Cómo estás princesita? - acaricio su pelo rubio.
-
Bien... cómo supiste que estaba aquí?
-
Pues... - mostro el peluche del ratón Mickey que tenía ocultado por
detrás de mi espalda - … fue él que me ha dicho...
-
Qué mono!
-
Tomalo... es para ti... - y le entrego en manos aquel ratoncito que
le ha pusto todavía con una sonrisa más profunda, de oreja a oreja.
-
Pero ahora cómo vas a tener noticias sobre mí si me estás dando el
Mickey?
-
Él tiene mi número de teléfono... me vaya llamar todas las veces
que tenga noticias...
-
Qué inteligente
Ainhoa
se despierta, se sienta en el sofá y solo pasados unos segundos se
ha dado cuenta que yo estaba junto a la pequeña. Nos miraba
sonriendo y luego la rubita demuestra una vez más su monada
preciosa:
-
Te has dormido más que yo! Qué dormillona!
-
Qué?! Yo soy dormillona?! - broma. Viene hacía la peque y comienza
a hacerle cosquillas sin parar – Quién es la dormillona, eh?
-
Eres tu... -responde entre carcajadas.
-
Tu si lo eres, pequeñita...
-
No... el dormillón es Pablo!
-
Yo?! - bromeo – Yo soy el dormillón?! - los dos llenamos la peque
de cosquillas y en el aire se escuchan sus carcajadas fuertes, tan
harmoniosas, era un placer enorme escucharla riendose sin parar,
moviéndose en la camilla de un lado para el otro pues ya no
aguantaba con tantas cosquillas recibidas al mismo tiempo.
Y
no es que la peque no se rendió? “Atacó” a Ainhoa con
cosquillas en el cuelo y las dos revelaban una conexión inigualable.
Parecían que siempre estuvieron juntas toda la vida, tan cómplices
que impresionaba a cualquiera y la manera como Ainhoa la trataba
justificaba el por qué de le gustaren tantos los más pequeños.
Todos se engachan a ella, no sé qué super poder tiene, pero, de
hecho, la niña estaba engachada de una manera diferente, parecían
complementarse de una forma increíble, sin palabras exactas para
explicar.
(2
días después)
El
maletero del coche se llena con mis maletas, la gira vaya empezar hoy
mismo en Almería y todavía no amaneció. Son cuatro y media de la
madrugada, madrugada fría, tan fría que nos hace recordar el
invierno cuando estamos en plena primevera ya con medio paso para el
comienzo del Verano. Qué Madrid más fría!
Y
es en Madrid que Ainhoa vaya quedarse mismo siendo hoy el primer
concierto de una larguísima gira. Por los motivos que vaya
sucederse, no me molesto ni por nada. Son buenos motivos, humanos y
no podría ser de manera diferente, os digo.
No
estáis imaginando la reacción de la rubita cuando supe que saldría
del hospital para irse para la institución. Llevó toda la gente a
la emoción, ni los corazones de hielo resistiran, ni yo que he visto
en la primera persona Ainhoa llegando a casa en un pranto de lagrimas
que destrozaba a cualquiera. Fue imposible dormir por la noche,
aquellas lagrimas y aquellas palabras sinceras dichas por la niña
marcaron por completo aquel día y nos ponía con los pelos en punta.
-
Buenas noticias, princesita... - decía Carmen – Hoy volverás a la
institución...
-
A la institución? Ainhoa, tu no vienes conmigo?
-
Cariño, la institución no es mi casa, pero te aseguro que te voy a
visitar tantas veces que ni te darás cuenta que...
-
Que no! - interrumpe – Yo no quiero que te vas, yo no quiero que te
vas! - se caían las lagrimas como la lluvia de enero en Madrid, se
agarró a las piernas de Ainhoa y no las largaba ni por nada. Los
médicos se asustaban, estaban previendo que la niña iba a sentirse
mal por haber reaccionado así. Ainhoa se baja y se pone a la altura
de la pequeñita, se miraban a los ojos demostrando tristeza pura.
-
Ainhoa, yo no quiero que te vas... por favor... yo quiero que me
cuentes historias para dormirme y que me hagas peinados bonitos como
hiciste aquí...
-
Yo puedo hacerte todo eso siempre que te visite...
-
No... tu haces mucho más cosas que las otras señoras hacen... - una
bomba caía sobre Carmen y la otra señora que allí estaban para
llevar la niña.
-
Ainhoa, nosotras podemos....
-
No! - interrumpe a Carmen. Lloraba sin parar sin quitar sus brazos al
rededor del cuello de Ainhoa, que no sabía qué habría de hacer –
Yo quiero a Ainhoa...
Las
señoras estaban a indignarse verdaderamente, pero tan verdaderamente
que una de ellas fue un poco cruel:
-
Todo esto fue un error....
-
Fue un error? - y Ainhoa se fue a los nervios en punta y con razón –
Fue un error pagarle la operación y quedarme aquí desde el
comienzo de todo? Sería mejor que ella estuviese aquí sola con
gente que no conocía de ningún lado?
-
Es que...
-
No hay que decir, María... vosotras y con razón tenéis más niños
y es cierto que no podrías dejarlos solos en la casa... pero también
ella no merecía quedarse aquí sola con personas que nunca ha visto
en su vida... yo me he dado al trabajo de perder tres días de
trabajo para estar aquí y es así que me agradecéis?
-
Ahora ella está así...
-
Esto se resuelve, vale?
-
Yo quiero que Ainhoa venga conmigo... - decía la niña cabizbaja.
-
Princesita, escuchame... - y ella le ha dicho algo en su oído que la
tranquilizó por un rato – Tenemos acuerdo?
-
Sí... pero vas a cumplir?
-
Y tú estás dudando? Por supuesto que cumplo!
Cara
a cara sonrieron y luego se abrazan como si fuera la última vez que
iban a verse en toda la vida. No sé lo que Ainhoa le ha dicho, pero
tendría que ser algo fuerte sino seguro que la peque con se
conformaba. Aquella despedida emocionó a todos que las estaban
viendo.
-
Yo te quiero... - murmura la niña.
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