Narra
Pablo
-
Por fin me contestas a la llamada! Qué está pasando, Ainhoa? -
pregunto muy afligido.
-
Yo estoy bien... nada ha pasado conmigo, pero si con la pequeña
Ainhoa... me han llamado de la institución y yo me fui corriendo
para allá...
-
Pero ha pasado algo?
-
Ella se quedó con dificultades para respirar y tuve que irse para el
hospital... - su voz comienza a fallar, notaba que no estaba a 100% y
es cierto que no estaba nada bien.
-
Y ahora está todo bien?
-
No... no está... esto está un auténtico infierno... solo una
operación la podrá salvarla y la institución no tenía dinero...
pero yo no voy a permitir que algo le ocurra y seré yo quién vaya
pagar la operación...
Escucho
su respiración sufocada, como quién está libertando lagrimas de
sufrimiento y luego me confiesa:
-
Yo estoy temblando de miedo... esto tiene que resultar, ella no
puede... no puede... - solloza.
-
Ella está es riesgo de vida?
Me
responde con el silencio de su boca y el sonido de su sufrimiento. Lo
ha dicho todo, o la operación termina bien o entonces aquella rubita
que tanto me impresionó en el día de su cumpleaños sería
definitivamente un angelito más en el cielo. Me destrozó esta
noticia, la pequeñita tenía una energía y una personalidad
impresionantes, parecía la versión “mini” de Ainhoa, con la
diferencia de tener su pelo rubio y los ojos de un color incierto,
pero muy bonitos. Nadie decía que la peque tenía una enfermedad
así, demostraba ser la niña más sana de este mundo, súper normal,
llenaba la gente a su al rededor con miles de caricias, besos y
palabras bonitas, una niña impresionante que infortunadamente está
en este estado.
-
Necesitas de algo, preciosa? - pregunto.
-
Solo necesito que ella se quede bien y nada más...
Narra
Ainhoa
“No
hay razón para buscar el sufrimiento, pero si este llega y trata de
meterse en tu vida, no temas, miralo a la cara y con la frente bien
levantada. Tu eres fuerte, lo enfrentarás y lograrás. Recuerda que
por detrás de un día gris lleno de nubes, siempre está el sol y él
tarde o temprano aparece en el cielo.”
Sentada
en una silla en el pasillo ya vacío, totalmente en silencio, las
palabras de un libro que ya he leído hace mucho tiempo llegan a mi
mente y me hacían oler a una pequeña cantidad de esperanza y de
cosas positivas. Ya habían pasado cinco horas y media desde que
hablé con Pablo y desde que vi la pequeñita por la última vez. Él
está en casa seguramente despierto por que no lo sabe cómo estoy
reaccionando con todo esto y la pequeña está sobre efectos de
anestesias fuertes para que no sienta ningún dolor, está durmiendo
profundamente y quiero que se despierte en pocas horas, nada de
dormirse más profundo de lo que está sino no sé qué será de mí,
en serio.
No
tenía hambre, no estaba con sed, ni con ganas de dormir, de relajar,
mis ganas eran de escuchar buenas noticias de la operación. Me
sentaba, me levantaba, caminaba hacía la pequeña ventana y miraba
los miles de luces que iluminaban Madrid, el hospital estaba en un
silencio casi completo, volvía a la silla y me sentaba y así pasaba
las horas que parecían que el reloj no quería contarlas.
En
aquel vacío del pasillo poco iluminado, una sombra surge aumentando
a cada segundo que pasaba, sin embargo una mancha blanca empezaba a
pintarse, un médico estaba saliendo de la sala de operaciones.
Llegaba cabizbajo, con las manos dentro de los bolsillos de su bata
blanca y caminaba a paso lento.
No
sé cómo debería reaccionar viendo aquello, podría recibir las
mejores noticias de todas pero también las peores que se podrían
escuchar. No sabía lo que esperar. Paró justo en mi frente, levanta
la cabeza y suelta un suspiro. Yo temblaba, no me salía nada, ni tan
solo un suspiro.
-
La pequeña es una guerrera muy valiente... la operación fue un
auténtico suceso!
-
Gracias a Dios! - grito de felicidad. En aquel momento una tonelada
de sufrimiento salía de mi cuerpo, me sentía muy ligera, las
lagrimas saladas dan lugar a las lagrimas dulces, que salían
explotando de felicidad. Mis pies casi saltaban del suelo, suspiraba
de alivio y el médico me mira sonriendo y no era para menos.
-
Puede acompañarme? - me pregunta el médico.
-
Si es para verla, por supuesto que si, hombre!
Caminamos
hacía el fin del pasillo y el médico abre la puerta del lado
izquierdo. Me haz señal para entrar y yo entro. Allí estaba la
rubita tan preciosa, envuelta en un sueño profundo, con muchos menos
tubos que la primera vez que la vi, luciendo una paz fenomenal. Qué
preciosidad de niña, por Dios! Me moría de amores, me acerqué a
ella, agarro delicadamente en su mano y por magia se siente en el
aire una conexión entre nosotras que jamás sentí en toda mi vida
con alguien. Ni siquiera con Pablo, que sentía y siento una conexión
sin igual. Era una conexión con un color especial y la pude
disfrutar al máximo por que el amable médico permitió que me
quedase allí a solas con la niña.
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