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miércoles, 10 de septiembre de 2014

97. Dentifrico de amor

Narra Ainhoa
Abrí los ojos y sentía un aire muy frío en mis piernas. Y no es que miro mis piernas y las veo casi todas cubiertas con dentifrico? Sí, sí, dentífrico, aquel mismo que usamos para los dientes. Tenía en las dos piernas un mensaje escrito con dentifrico y lo cuanto tuve que girar mi cuello para leer: “Me haces un favor? No salgas de mi vida”.
Con tantas maneras de escribir esto, Pablo tuve qué elegir “decorar” mis piernas con dentífrico? Ya estaba quedándose tan seco que sería cierto que iba a pasar un montón de tiempo quitando todo esto. Bueno, la verdad es que no me molestaría andar así, pero pensarían que soy una loca, quién es la persona que anda con sus piernas escritas con dentífrico?
Escuchaba el agua cayendo en la ducha, vestí la primera prenda que apareció en mi frente y me fui hacía Pablo:
- Yo voy a hablar contigo, señorito...
- Qué pasa? - me preguntaba desde el otro lado de la puerta de la ducha.
- Yo quiero ver cómo voy a quitar esta cosita de mis piernas...
Me contesta con una carcajada sin fin. Una risa muy mona, de verdad.
- Y es así que me respondes? - bromeo – Anda que ahora me vas a quitar todo esto, vale?
- Cuando quieras...
- Que sea rápido, que esto está secando y será aún más dificil para quitarse!
- Haga el favor, señorita... - la puerta de la ducha se abrió, era la puerta abierta para el paraiso? Bueno, se puede afirmar que sí ya que Pablo es el paraiso más bonito y amoroso que tengo en mi vida – No quieres que te quite eso?
- Tu me has salido mejor que en la encomenda, señorito Alborán...
Acechó metiendo la cabeza fuera de la puerta, a ver si yo entraba, pero estaba en aquella del “me voy o no?”, de hecho terminaría por entrar.
- Vienes para que te quite eso o quieres andar todo el día con las piernas así? - me pregunta con aquel aire provocante.
- Yo no debería entrar... nadie merece despertarse con las piernas así...
- Anda... fue un acto de cariño... yo sé que vienes...
- No, no me voy...
- Sí, vienes...
- No... - insisto.
- Sí... tu te vas a entrar...
- Te lo estoy diciendo que no...
- Muy bien... - cierra la puerta – Ahora aguantate con el dentifrico en las piernas, Ainhoa!
- En serio? - golpeo a la puerta de la ducha.
- Sí, en serio... la verdad es que no te queda nada mal...
- Te mato...
- … si es para matarme que sea a besos...
- Eso querías tú... anda, abre la puerta...
- Pero es para entrar o para hacer figuritas de chica dificil?
- Abre y verás...
Abre la puerta otra vez y no se quedó en la ducha. Sale todo enjabonado en su cuerpo. Aquella escultura bonita que era su cuerpo, solo cubierta con jabón me he quitó las palabras de la boca.
- Qué... - sollozo - … qué estás...
No me dió tiempo de terminar la pregunta. Me toma en sus brazos y me lleva a la ducha, con la camiseta que tenía vestida por quitar, se mojó completamente ya que estaba cayendo más agua que nunca.
Cumplió lo que propuse. Con el máximo cariño fue quitando toda aquel asqueroso dentifrico que ya estaba en un estado lastimable, se puso de rodillas y quitó cada pedacito de dentifrico que escribió el mensaje más bonito que jamás recibí al despertarme.
El moreno de mi piel empezaba a dar lugar al blanco de aquella cosita fría que me hizo despertar. A cada segundo fue desapareciendo y cuando aquel color de mis pierna relucía con el agua cayendo en cascata, se hace escuchar:
- Tu piel me detiene en el tiempo... - después se levanta, cruza sus brazos en mi espalda aprisionándome en ellos y empezó a besarme, empezando con su toque tan suave del rozar de sus labios en los míos que los latidos de mi corazón enamorado pierden el control.
El agua seguía cayendo desde la cabeza hasta los pies, nos mojaban la piel, el pelo y principalmente, el corazón y los labíos. Primera vez que se sucedía algo así, dicen que la fase “compartir la ducha” ya es un nível tan avanzado que ya nadie puede estropear el amor. Si es verdad o no, no lo sé, pero quiero creerme en esto.
Sentía que el mundo estaba de rodillas junto a mis pies, me sentía afortunada, llena de amor y sobre todo, me sentía tan especial que cada segundo parecía el infinito.




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