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viernes, 5 de septiembre de 2014

92. El primer grito

Narra Pablo
Existen muy bonitas casualidades que nos sorprenden y que por momentos nos hacen creer verdaderamente que el destino existe. La gira en España termina, llegan dos semanas de descanso antes de la de Latinoamérica y es obvio que yo y Ainhoa nos refugiamos en mi Málaga querida.
Llegamos en un lunes por la mañana y eso mismo día, por la tarde, Casilda entra en trabajo de parto.
- Se me rompieron las aguas! - grita ella desde el salón.
Revolución total en toda la casa. Mi madre se pone nerviosa así como los demás que estaban en casa. Unos tratan de llamar la ambulancia mientras mi madre y Ainhoa se juntan a Casilda para ayudar con lo que sea.
- Ayyyyyyyyyyy! - gritaba ella – Yo estoy sintiendo algo extraño, madre mía, que me duele un montón!
- Tumbate en el sofa que seguro que te quita un poco el dolor! - dice mi madre.
- No hay tiempo de llegar la ambulancia! La pequeña está saliendo! - grita Ainhoa – Tenemos que hacer el parto ahora!
- Cómo? Nadie lo sabe hacerlo!
- Necesito de toallas, agua... vayámonos que la peque va a salir corriendo, hostia!
Mi madre y mi cuñada corren para coger las cosas, cerraran las puertas del salón y solo se quedaran dentro Casilda, Ainhoa y mi cuñada. Mi madre estaba tan nerviosa que Ainhoa aconsejó a no quedarse junto a Casi sino mi hermana podría quedarse nerviosa también y eso sería muy malo.
- Vamos a empezar despacito, vale? - se escucha desde el otro lado de la puerta. Estábamos casi todos en el pasillo collados a la puerta a ver si escuchábamos algo – Ahora, Casilda... anda!
- Aaaaaahhhhhhhh! - grita ella.
- Bien, muy bien... otra vez... uno, dos, tres...
- Aaaaaahhhhhh! - se escuchaba desde el otro lado la respiración de mi hermana que estaba haciendo más fuerza que nunca. A mi madre le saltaban las lagrimas sin parar al esucuchar todo aquello.
- Ay por Dios... qué nervios! - comentaba mi madre.
- Aaaaaahhhhhh! - gritó de nuevo – Yo ya no aguanto... no tengo fuerza...
- Que sí, que tienes! Un último esfuerzo... anda que ahora la niña sale... voy a contar hasta cuatro, vale?
- Vale....
- Uno... dos... tres y... cuatrooooo...
- Aaaaahhhhh! - el grito más fuerte que luego fue ahogado por el grito de lloro de la niña que acabara de llegar. Estábamos todos explotando de alegría, el corazón nos saltaba por la boca de tanta felicidad. Todos estaban con ganas de que la puerta del salón se abriese, pero eso solo se sucedió cuando la ambulancia llegó. Corría la enfermera que venía, es obvio que es de quedarse afligido llegar a un lugar y ver que el bebe ya nació.
Primero salió mi cuñada, solo después Ainhoa. Las dos estaban muy cansadas, principalmente Ainhoa, se notaba que ya había sudado más que en un hora de total esfuerza en un gimnasio. Salió sin decir nada a nadie, me mira, me sonreí y sale, quedándose sola en el jardín, sentada en la grama y mirando las nubes.
Después se tumbó sobre la grama, abre los brazos como si fuera Jesus Cristo y así estuve, largos y largos minutos hasta que yo interrumpí ese su momento, después de mi hermana ya irse para el hospital con la pequeñita.
- No lo sabía que tienes habilidades como partera... - le digo.
- Y todavía sigo no teniendo, Pablo... la niña iba a nacer allí en aquel momento, o se hacía el parto y Casilda corría muchos peligros...
- Pero tu alguna vez asististe a algún parto?
- Solo los primeros cinco segundos del parto que tuve mi prima y mi madre ayudó... yo casi desmayaba...
- Madre mía, y arriesgaste a hacer uno entero?
- En aquel momento ni pensé si ya había estado casi desmayando en un parto o no... lo hizo y ya está! Y me ha quitado las fuerzas, joder...
- Vaya que... coraje no te falta, te lo digo... - y le doy un beso un su frente.
- Cómo puede ser coraje si todavía sigo emocionada con todo aquello? El momento en que la peque soltó el grito me derretió por completo...
En aquella casa todo explotaba de alegría. La venida de una nueva vida es siempre motivo para celebrarlo como si no hubiera mañana y mucho más teníamos que celebrar ahora. El sofá del salón se ha quedado con una historia fascinante. Parecen que los sofás de esta casa se quedan todos con historia, primero fue el blanco de mi estudio, ahora el sofá del salón. Son demasiadas bonitas casualidades, será el destino o no?

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