Narra
Pablo
Si
en Argentina ya había pasado ratos fabulosos junto a Ainhoa, en
México las “cosas se desarollan” y no pude faltar con una cena
digna de peliculas románticas o tal vez mejor que esas.
Solo
quedaban dos días para volver a casa, la gira había terminado en el
día anterior y el tiempo junto a ella aumentó tanto que llegaba el
privilegio de tener una noche entera a solas con ella. Elegí el
restaurante que tenía la mejor vista para la Ciudad México, un
vistazo hermosísimo, una noche bonita, la ciudad totalmente
iluminada por bonitas luces que parecía un laberinto luminoso, no se
podían contar cuantas luces estaban iluminando la ciudad porque eran
muchos puntitos luminosos en el horizonte, tan juntos, de una manera
casi sincronizada y harmoniosa. Era el paisaje perfecto para una cena
juntos.
Algo
de este calibre pide un traje a combinar con la ocasión y no dejé
eso pasar en blanco. Me vestí con un traje digno de caballero y
ella, siempre eligiendo las mejores prendas en todas las ocasiones,
sin dejar escapar ningún pormenor, se viste con un vestido gris que
parecía de alta costura, nada de muy complejo, como siempre se
sucede, pero adecuado a la ocasión. Ella tiene buen gusto, aquel
puro gusto feminino que no se demuestra, “se lo hace” eligiendo
prendas y todo el tipo de elementos que son de mostrarse al mundo.
Ya
sería de prever que aquella noche sería pasada de una forma genial
y, de hecho se sucedió. Ya estábamos con atención a todos los
rincones por dónde pasábamos, hemos visto algunos papparazzi
siguiendo mi rasto y en esas ocasiones adoptamos “nuestro plan”:
discretamente nos alejabamos, pero no nos perdíamos la vista uno al
otro. Es cierto que funcionó, todavía no existen noticias de mi
vida en los periódicos y en las televisiones.
Fue
una “buena apuesta” Ainhoa haber hecho “vacaciones” en su
trabajo para acompañarme en todos estes días de gira en el
continente americano. No sentí ni tan solo una mitad de la fatiga
que antes sentía, estaba siempre listo a hacer más y más, ya me
llamaban de obsesionado y algo parecido. Ella, con tan solo media
docena de palabras, me levantaba el ánimo como nadie, solo el acto
de despertarme y verla a mi lado ya era motivo suficiente para estar
más enérgico que nunca.
Por
un lado estaba con pena de volver a España después de la gira, de
hecho, lo estábamos pasando tan genial que ni a nuestro país
queríamos volver. Pero el mes de deciembre ya estaba golpeando la
puerta, muy pronto llegarían las festividades navideñas y por
supuesto que esta época es para pasarse junto a nuestra família.
Ainhoa
es sorprendida por sus padres:
-
Nos vamos los dos a pasar la Navidad en Barcelona... solo los dos...
vosotros ya sóis todos crecidos y ya tenéis vuestras vidas...
Parece
que es el primer año que esto se sucede. Ella por un lado se quedó
contenta pues sus padres ya se conformaran con la independencia total
de sus tres hijos, pero, por otro lado, se preguntaba ella:
-
Y mi torta de Navidad? Navidad sin mi torta no es Navidad, joder!
-
Que no sea por eso... - le digo – Yo estoy curioso para probar esa
especialidad...
-
Yo hago la torta... y sin nadie en la cocina, nadie!
-
Porqué?
-
Yo no puedo revelar el secreto!
-
Vaya torta tan misteriosa...
-
Es misteriosa, pero es buenísima...
-
Ni yo puedo estar asistiendo?
-
Ni de coña, Pablo... solo yo, las cucharitas y esas cositas...
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