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jueves, 11 de septiembre de 2014

98. Ainhoa y su torta

Narra Pablo
Si en Argentina ya había pasado ratos fabulosos junto a Ainhoa, en México las “cosas se desarollan” y no pude faltar con una cena digna de peliculas románticas o tal vez mejor que esas.
Solo quedaban dos días para volver a casa, la gira había terminado en el día anterior y el tiempo junto a ella aumentó tanto que llegaba el privilegio de tener una noche entera a solas con ella. Elegí el restaurante que tenía la mejor vista para la Ciudad México, un vistazo hermosísimo, una noche bonita, la ciudad totalmente iluminada por bonitas luces que parecía un laberinto luminoso, no se podían contar cuantas luces estaban iluminando la ciudad porque eran muchos puntitos luminosos en el horizonte, tan juntos, de una manera casi sincronizada y harmoniosa. Era el paisaje perfecto para una cena juntos.
Algo de este calibre pide un traje a combinar con la ocasión y no dejé eso pasar en blanco. Me vestí con un traje digno de caballero y ella, siempre eligiendo las mejores prendas en todas las ocasiones, sin dejar escapar ningún pormenor, se viste con un vestido gris que parecía de alta costura, nada de muy complejo, como siempre se sucede, pero adecuado a la ocasión. Ella tiene buen gusto, aquel puro gusto feminino que no se demuestra, “se lo hace” eligiendo prendas y todo el tipo de elementos que son de mostrarse al mundo.
Ya sería de prever que aquella noche sería pasada de una forma genial y, de hecho se sucedió. Ya estábamos con atención a todos los rincones por dónde pasábamos, hemos visto algunos papparazzi siguiendo mi rasto y en esas ocasiones adoptamos “nuestro plan”: discretamente nos alejabamos, pero no nos perdíamos la vista uno al otro. Es cierto que funcionó, todavía no existen noticias de mi vida en los periódicos y en las televisiones.
Fue una “buena apuesta” Ainhoa haber hecho “vacaciones” en su trabajo para acompañarme en todos estes días de gira en el continente americano. No sentí ni tan solo una mitad de la fatiga que antes sentía, estaba siempre listo a hacer más y más, ya me llamaban de obsesionado y algo parecido. Ella, con tan solo media docena de palabras, me levantaba el ánimo como nadie, solo el acto de despertarme y verla a mi lado ya era motivo suficiente para estar más enérgico que nunca.
Por un lado estaba con pena de volver a España después de la gira, de hecho, lo estábamos pasando tan genial que ni a nuestro país queríamos volver. Pero el mes de deciembre ya estaba golpeando la puerta, muy pronto llegarían las festividades navideñas y por supuesto que esta época es para pasarse junto a nuestra família.
Ainhoa es sorprendida por sus padres:
- Nos vamos los dos a pasar la Navidad en Barcelona... solo los dos... vosotros ya sóis todos crecidos y ya tenéis vuestras vidas...
Parece que es el primer año que esto se sucede. Ella por un lado se quedó contenta pues sus padres ya se conformaran con la independencia total de sus tres hijos, pero, por otro lado, se preguntaba ella:
- Y mi torta de Navidad? Navidad sin mi torta no es Navidad, joder!
- Que no sea por eso... - le digo – Yo estoy curioso para probar esa especialidad...
- Yo hago la torta... y sin nadie en la cocina, nadie!
- Porqué?
- Yo no puedo revelar el secreto!
- Vaya torta tan misteriosa...
- Es misteriosa, pero es buenísima...
- Ni yo puedo estar asistiendo?
- Ni de coña, Pablo... solo yo, las cucharitas y esas cositas...

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