Si
Ainhoa había escrito una carta agradeciendo a su vida por las cosas
buenas que ya había vivido, Pablo se despertaba a altas horas de la
madrugada y se inspiraba en “su ángel, con quién tengo el mayor
amor y el mayor placer de compartir las mismas sábanas, la misma
cama, el mismo techo”, según él.
El
año empezaba de la mejor manera para los dos, si la relación ya
había desarrollado tanto, se desarrolló aún más, de una forma
estruendosa, tan estruendosa, que las decisiones que toman hacen con que la gente os llame de “locos”, literalmente.
Enero
fue un mes de trabajo, tanto para Pablo como para Ainhoa, una rutina
muy convencional, seguramente de las más comunes en las familias
españolas: ocho de la mañana salir de casa, irse al trabajo, seis
de la tarde salir después de tantas horas envuelto en estrés (en el
caso de Ainhoa) y de relajamiento (para Pablo). Pablo seguía para el
gym, Ainhoa igual, los dos con ejercícios diferentes. Ocho de la
tarde abren la puerta de casa, a cenar, estar un rato charlando,
haciendo un montón de cosas y irse para la cama, a dormirse.
La
misma rutina no se puede contar con el comienzo del mes de Febrero.
Mucha cosa ya cambiaba: Ainhoa andaba entre Málaga y Madrid, el
proyecto que tanto le costó ganar en Los Ángeles había sido
concretizado y ahora se veía como una de las “directoras” de
todo aquel universo de complejos turísticos. Un trabajo más
tranquilo, muchas menos horas pasadas al rededor del estrés y de la
presión, muchas de ellas las podía pasar en casa, solo con un
ordenador en frente. Ella lo sabía que este “descansado trabajo”
no iba a quedarse por mucho tiempo y que las muchas horas que podía
pasar junto a Pablo, se cambiarían para muchas menos.
Pero
tanto ella como él, preferían no recordarse de esto, disfrutaban de
la mejor manera todas las veces que estaban juntos, ni que fuese
solamente estar frente a frente, mirándose, sin nada decir.
“Él
la contemplaba, ella se sentía sin gracia al verlo así.
-
No me mires así...
-
Porqué, mi amor? Te molesto?
-
No...
-
No? Entonces por...
-
Cállate... tu mirada me enamora aún más, mi tonto...
-
Sigues igual...
-
Lo mismo no puedo decir de tí...
-
Cómo no?
-
Estás más viejo... pero cada vez mejor... pareces el vino... más
edad, más calidad...
Se
besaron, la luna iluminaba la noche fría, sus manos se juntaban,
haciendose en una sola mano, era dos personas en una sola. Eran la
tierra por completo, tierra y mar, originando un planeta, un solo
mundo... mundo ese que era la cosa más bonita que se podía
imaginar...”
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