Narra
Pablo
En
eso mismo día nos fuimos a Málaga para pasar unos días. Llegamos a
la hora de la cena y toda mi familia nos esperaba en casa de mis
padres. Podía ver en la cara de Ainhoa que no estaba muy bien,
estaba nerviosa, callada, parecía que quería escaparse de aquel
momento en que toda la familia le vaya conocer.
-
Tranquila, princesa... - le digo cuando ya estábamos en el taxi
rumbo a casa – No necesitas estar así nerviosa que nadie te vaya
comer!
-
Yo no estoy nerviosa...
-
Sí, sí.. y yo te conozco hace unas horas, no? Relájate, eh? -
acaricio su pelo.
Málaga
sigue con su encanto tan especial, mi ciudad querida que siempre me
emociona a verla porque Málaga es mucha Málaga, como ya lo dice
unas veces y no me cansaré de repetir. En pocos minutos, el taxi
para en frente al portón de la casa y en eso momento Ainhoa parece
que está viendo un fantasma.
-
Dame la mano... anda... - le digo.
-
Vayámonos...
Abro
la puerta de casa y como siempre se sucede, los dos perritos más
guapos que conozco y que son míos, Sansón y Trampi, corren y saltan
para mis piernas, llenos de energía. Cuanto echaba de menos estas
dos preciosidades, que fueron muchísimas veces mis compañeros en el
estudio mientras componía y escribía canciones.
-
Qué perritos tan monos! - y Trampi me deja para irse a Ainhoa.
Parece que a ella le gusta más que yo, deberé yo quedarme con
celos? No, esto perrito es un amor con todo el mundo y no hay nadie
que diga que no le gusta.
-
Parece que a Trampi le gustas...
-
Pablo! - y conozco aquella voz, por supuesto que es mi hermano, que
con su voz tan única no me equivoca – Cómo estás hombre? -
Salvador no me dio ni un segundo para responder – No debes estar
muy mal porque estás con una chica guapísima...
-
Ainhoa, este es Salvador, mi hermano...
-
Hola Salvador...
-
Pues nos vamos a quedar aquí en la entrada? - nos pregunta – Venid
que todo el mundo es espera en el salón!
Fui
el primero a entrar en el salón y en el momento en que Ainhoa entró,
mi madre hizo una cara tan extraña que todo el mundo la miraba,
seguramente cuestionando en su mente el porqué de mi madre hacer esa
cara cuando ella entró.
El
momento más gracioso de todos cuando nos fuimos a saludar cada uno,
fue cuando Ainhoa saludó a Sofía, mi sobrina mayor:
-
Eres su novia? - le pregunta.
-
Pues dicen que sí...
-
Vale... tienes un pelo muy bonito...
-
No es tan bonito como el tuyo, rubita...
-
Después podemos jugar juntas con las muñecas?
-
Por supuesto que sí, pequeña...
Es
cierto que a partir de ahora Sofía ya no vaya largar a Ainhoa. Se
nota que le gustó muchísimo porque solamente a las personas que le
gustan ella invita a jugar con su extensa colección de muñecas.
El
clima no estaba nada mal, pero todo empeoró cuando todos nos fuimos
a cenar. Mi madre no hablaba nada de nada y cuando entró en una
conversación, cuestionó tanto a Ainhoa que parecía que estábamos
en un Tribunal y no en una cena familiar.
-
Dónde eres, Ainhoa? - pregunta ella.
-
Yo soy de León, pero tengo raíces en Barcelona...
-Y
tu hija única o no?
-
No... tengo más dos hermanos mayores...
Ya
no debe quedar mucho para que mi madre pregunte dónde estudió y lo
que estudió Ainhoa. Esta es la típica pregunta que siempre hace,
para ella lo que estudió define el estatuto de una persona.
-
Estudiaste en la universidad?
-
Sí... yo tengo máster en Historia, Política y Filosofía por la
Universidad de...
-
Elena, no intimides la chica que es la primera que vez que está por
aquí! - interrumpe mi padre. Que no es por casualidad que mi padre
se llama Salvador, en esto momento él “salvó” a Ainhoa de
recibir aún más intimidaciones de mi madre. No sé porque ella hace
eso, creo que esto debería un encuentro y no un confronto, en que te
llenan de preguntas tras preguntas que tienes la sensación que estás
siendo interrogada por un juez del un tribunal.
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