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miércoles, 20 de agosto de 2014

74. Una casa de sorpresas

Narra Marisol
Ocho de la mañana y las dos españolitas ya estaban saliendo del hotel para entrar en el taxi. No estábamos para juegos, nos despertamos con el objetivo de convencer el señor que íbamos a presentar la lista que tanto trabajo nos ha dado a comprar algo. Así estábamos las dos, poniendo en mente de que esto esfuerzo valdrá la pena, al final después de esto podemos disfrutar de esta preciosa ciudad y eso es el mejor incentivo ya que nos convencemos de que en Los Ángeles no vamos a tener nuestros chicos.
Pasábamos por calles llenas de casas maravillosas, auténticas mansiones de lujo, valiendo millones, cada una más perfecta que otra hasta que paramos en un portón blanco con una altura impresionante. Él se abrió y al final aquella barrera blanca ocultaba una mansión de las grandes, un jardín que seguramente tenía una área mucho más grande da la del Parque Del Retiro en Madrid.
El taxi entra y al fin de unos dos minutos por entre aquel camino que relucía estatuas de mármol blanco bellísimas, salimos del coche y las dos nos quedamos mirando todo aquel palacio. No hay otra palabra para describir aquella mansión blanca, llena de ventanas grandes, de puertas imponentes, con balcones llenos de ornamentos que no nos pasaba por la cabeza tener algo así.
Llega el mayordomo de la casa, un señor que casi podía apostar que tenía más de cincuenta años, vestía un traje muy bien cuidado y negro y nos sonrió:
- Buenos días, señoritas...
- Buenos días... - saludamos las dos.
- El señor Martín ya os espera en el salón... que me acompañen, por favor... - y de una manera muy cuidada abre la puerta y aquella maldita mansión era todavía más perfecta!
Una estrada con paredes llenas de espejos y estatuas, un suelo con una alfombra gris brillante hermosísima, yo y Ainhoa estábamos boquiabiertas, nunca hemos visto tanto lujo en una sola casa.
No os describo el salón, madre mía, no hay palabras para describir todo aquello y allí nos esperaba eso tal de señor Martín. Debería tener la edad de mi padre o del padre de Ainhoa, o sea, debería estar cerco de los 60 años, tenía un ar muy joven y luego nos saluda de una manera muy cariñosa:
- Encantado por conoceros... Antonio me ha hablado un montón de cosas buenas sobre vosotras...
Ainhoa luego me guiña su ojo, me mira disfrazada, o sea, señal de que esto señor parece muy simpático y que al final nos vaya salir un cabrón de los buenos en las negociaciones. Esta chica luego haz la “radiografía” completa a alguien cuando conoce gente nueva y creo que solamente se ha equivocado una vez y en esa vez fue con Pablo.
Y como listas que somos, luego empezamos a presentar toda aquella lista, hablando de una manera muy lenta porque el señor sabía hablar el español pero tenía tenía una capacidad de comprender lo que decimos un poco mala. Una tortura total.
Nunca he visto a Ainhoa hablando tanto como en aquel momento, qué coño ha pasado con ella que tanto hablaba y no se cansaba?
Después de unas horas, por fin la lista ya estaba toda presentada a él y la respuesta que recibimos fue:
- Ahora voy a analizar todo esto y mañana ya tendré la respuesta...
Ainhoa casi que la partía la cara en eso momento, pero nada dice. Su cara estaba como quién estaba diciendo “Tanto trabajo para esto?” y yo también me quedé así, tantas horas hablando, intentando convencerlo y después nos haz esto?
Bueno, en el fin él fue un simpático:
- Esta noche voy a dar una fiesta aquí en mi casa... vosotras estáis invitadas...
- Muchas gracias...
- A las nueve comienza, por eso... puedo contar con vosotras?
- Pues... - balbuceó Ainhoa – Qué te parece, Mari?
- Me suena bien... - respondo.
Casi que puedo apostar que será una de aquellas fiestas que aparecen en las pelis, quizás una fiesta junto a la piscina o algo así porque por lo que me parece, a esto señor no le gusta mucho esas fiestas llenas de “toillette”, seguro que será algo más casual y divertido.
- Venga, qué ropa llevaré yo? - pregunto a Ainhoa cuando ya estábamos en el hotel.
- No lo sé... creo que un vestido siempre queda bien...
- Buena idea... y tu, llevarás un vestido también?
- Sí... no es nada de muy excéntrico, nada de escotes grandes...
- Por supuesto que no... los escotes grandes os guardas para Pablo...
- Qué graciosa fuiste ahora, hermanita! - se reí irónicamente.
- Graciosa? Me vas a decir que lo que he dicho no es verdad?
- Más o menos...
- No me vengas con esos “más o menos”, nena... Pablo es un hombre y lo sabes perfectamente que a cualquier hombre le gusta los escotes....
- Eso es verdad...
- Dime ahora... tu también utilizas la vieja técnica de usar un escote para una fiesta de habitación?
- Dime tu, Marisol...
- Claro que sí! Sabes que por veces cuando la cosa no está bien, yo pongo uno y bueno, tu ya lo sabes lo que se sucede!
- Qué pervertida eres!
- Lo sé... hay que provocar algo, ni que sea mitad de una fiesta grande!
- Mitad de una fiesta? Marisol, conmigo o es todo o no es nada... no me gustan las mitades!
- Al final eres más pervertida de lo que estaba pensando....

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