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viernes, 29 de agosto de 2014

84. Al compás de la seducción

Narra Pablo
Solo ella me hace entrar en este tipo de aventuras. Cómo voy yo bailar si tardé casi un día entero para aprender tan solo un paso del pequeñito baile que hago en lo escenario?
El restaurante elegido por ella era buenísimo y tenía un nuevo concepto: restaurante y espacio de danza, con derecho a DJ que ponía canciones relacionadas con el tema de cada noche.
Una buena comida típicamente americana y estábamos a punto de terminar de comer cuando descubrimos que el tema de esta noche eran los años 80... qué gracioso, nosotros hemos nacido en el fin de esa época, pero bueno, los 80 tienen canciones que me encantan un montón!
El espacio de danza se abrió, el DJ aparece y la frase que vino a mi cabeza fue: Pablo... vaya figurón que harás esta noche! Me da miedo, voy a bailar con una chica que sabe bailar merengue y todo el tipo de danzas de salón... en serio? O hoy aprendo mucho o entonces Ainhoa saldrá de aquí con los pies llenos de heridas por que le pisotearé un montón de veces... repito: qué aventura esto será, qué aventura!
Ainhoa se levanta de la mesa, extendió su brazo para mí, me guiña su ojo y es obvio que sin hablar me estaba invitando a irnos a bailar. Las luces se apagan, se encienden algunas de colores que daban al espacio un aire más discotequero y suena la música, obviamente de los años 80.



La canción empezó a sonar, las luces coloridas dan color al ambiente, la gente empieza a juntarse en pares y cuando sentí el cuerpo de Ainhoa junto al mío, me fui al infinito. Su bello cuerpo vestido con aquella prenda roja bailaba y me invitaba a juntarme al baile.
- Esto es muy fácil... - me dice - … un pasito adelante... un paso para tras...
Entro en el ritmo de sus pies y de todo su cuerpo, a poco y poco comenzaba a hacer todo correcto y sin embargo nuestros cuerpos estaban más sincronizados que nunca. No me lo creía que estaba bailando tan bien, que todavía no había pisoteado sus pies, me sentía el mejor bailarín del mundo junto a ella.
Mi niña acercaba su cara, podía oler a su perfume tan especial, respirar el mismo aire que ella, su pello volaba hasta mis mejillas y me perdía de amores como si fuera la primera vez que la vía en toda mi vida. Sus ojos marrones color de café y su brillo entraban por mis ojos y me los secaban, quitaban algo de mí, me dejaba en un estado que no lo sé cómo explicar, pero me sentía bien.
Con el poder de mis dos manos giro su cuerpo moreno, su espalda choca con mi pecho, agarro en su cintura y cada nota de la canción parecía el explotar de una magia muy bonita y muy fuerte. Era un momento sin tiempo concreto, un día sin fecha, sin horas ni segundos.
Yo sonría y ella sonreía, sonreíamos con la boca y principalmente con los ojos y nuestros pies bailaban a la felicidad y al amor, a la complicidad, bailaban a nuestro amor que ni yo ni ella podemos describirlo.
Dame la mano, vuelva conmigo, perdámonos en este sueño de niños...”, fue justo eso que he pensado. Diez dedos se entrelazan con otros diez, dos cuerpos giran y cuatro pies marcan el compás de un ritmo que ya no le importaba la canción ni sus notas musicales.
Ella era la musa de la noche, mu musa, que me seducía a cada simple movimiento, a cada mirada, a cada sonrisa. Seducción de la más pura y cuando su pie roza en mi pierna, subiendo a poco y poco, éxtasis total.
No había fatiga que nos parase y cuando el ritmo se ha acelerado... la exaltación de los movimientos ganó una velocidad estruendosa.


Gira una y otra su cuerpo con mis manos, nuestras miradas estaban más conectadas que nunca, yo solo veía sus ojos y su sonrisa, mis manos su cintura y mis pies solo estaban viendo el ritmo de los suyos, que parecían auténtica música con tantos movimiento.
No hay nada mejor que ser seducido por la mujer que quieres más que todo...

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