Narra
Pablo
No
es día para ser un adulto, es un día para ser un niño de los pies
a la cabeza y de no querer parar ni tan solo un segundo. Nos juntamos
los cuatro bien temprano y luego nos fuimos al destino que nos
recibirá hasta la noche. El parque Disneyland vaya ser cualquier
cosa de extraordinaria y estoy cierto de que aquí pasaremos ratos
inolvidables.
Se
abren las puertas del parque y comienza la locura de Ainhoa y
Marisol, que fueron recibidas por el ratón Mickey. Es el personaje
favorito de Ainhoa y luego empezarán los momentos graciosos.
-
You are so cute, Mickey! Can I give you a huge hug? (Tu eres tan
mono, Mickey! Puedo darte un abrazo gigante?)
El
ratón abre los brazos y ella casi que desaparece en el medio de
ellos, estaba hecha una pequeña y no es para menos.
Lo
mejor nos esperaba en la “Roller Coaster Ride”, una de las
montañas rusas más grandes del mundo. Paramos los cuatro frente a
ella y creo que todos han sentido lo mismo: un auténtico aire frío
en el estomago, aquello era gigante y tenía una velocidad
estruendosa. Aquello daba mucho miedo y al mismo tiempo unas ganas
inmensas de entrar y experimentar algo nuevo.
Nadie
se atrevía a dar un paso adelante, parecíamos unos muñecos parados
en el medio de la gente, mirábamos fijamente en la montaña rusa y
en todas aquellas grandes barras que hacían una construcción que
asustaba.
-
Quién es el primero? - pregunta Hugo.
Nadie
respondió. Yo le miro y hago señal para dar un paso adelante y lo
hicimos.
-
Yo no voy a salir viva... - comenta Ainhoa.
-
Y yo voy a vomitar el desayuno en los primeros cinco segundos... -
dice Marisol.
-
Venga, hemos venido para disfrutar de todo o no? - bromea Hugo con
Marisol.
-
Se me van las tripas pero yo me voy! - Ainhoa da un paso adelante y
Hugo, que ya estaba viendo que Marisol se estaba muriendo de miedo,
le da la mano y nos fuimos todos a entrar.
Los
cinco primeros segundos fueron tranquilos, la velocidad era muy poca
y simplemente subimos un poco. El peor fue cuando empezamos a bajar a
una velocidad estruendosa, solo tenías tiempo de agarrarte con toda
la fuerza a la barra de seguridad y el corazón te saltaba fuera, el
estomago parecía que estaba girando en 360 grados, veías todo
pasando muy rápido pero llegamos a un punto que aquello era la mejor
sensación del mundo.
Aquello
reduce un poco y luego comienzan los desahogos de cada uno:
-
Yo no me lo creo que entré en esta cosa! - grita Marisol.
-
Yo no saldrá de aquí viva... por eso mismo, Pablo, quiero decirte
por la última vez que te quiero, vale?
-
Ya que Ainhoa habló de eso... Marisol, quiero un niño pronto! -
grita Hugo.
-
Cállate que yo me estoy muriendo de miedo! - grita Mari.
-
Joder, hemos venido aquí para disfrutar o para pedir hijos? - bromea
Ainhoa.
-
Todo vale... - no tuve tiempo para completar mi frase, la velocidad
aumentó sin embargo, agarro de nuevo en la barra y se hace sentir un
subidón tremendo, alta velocidad, pelo volando al sabor del viento,
gritos de gente desesperada, otros de gente que disfrutaba un montón.
En
pocos minutos el viaje terminaba. Unos salían temblando como
auténticos terremotos, como era el caso de Marisol, otros salían
contentos, como yo y Hugo y después salía Ainhoa, la diferente de
todos:
-
Esto es el colmo... - grita levantando los brazos – Nos vamos de
nuevo?
-
Estás loca? - contesta Marisol.
(Flashback
de 3 años – Narra Ainhoa)
Tercero
día en París, el día numero 3 de cinco días que estaban siendo
fabulosos. Llovía, pero nada nos hizo cambiar de planes. Habíamos
planeando de irnos a la Disneyland y lo hicimos. Yo, Marisol, Luis y
Hugo, así como mi primo Pablo y su novia Laura, entramos en el
parque corriendo hechos unos locos, estábamos muy eufóricos,
enérgicos y nosotras, las chicas, sabíamos que los chicos estaban
planeando algo en secreto, lo que no sabíamos era lo que iban hacer.
Todo
estaba muy bueno, las horas pasaban y nosotros seguíamos en grupo
disfrutando un montón de todo alrededor de nosotros, estaba valiendo
la pena haber reservado un día entero para ver solamente un lugar
tan famoso.
Sin
embargo, los chicos paran y luego mi primo nos dice:
-
Ahora es tiempo de separarnos... nos encontramos aquí en dos horas?
-
Por qué tenemos que separarnos? - pregunta Laura muy curiosa.
-
Después verán... nos separamos por parejas...
Así
lo hicimos: Marisol y Hugo se van por un camino, Pablo y Laura se van
por otro y yo y Luis por otro distinto. Empecé a morirme de tanta
curiosidad, no resistí y luego comienzo un juego de preguntas sin
fin:
-
Qué vamos a hacer, Luis? - le pregunto muy curiosa.
-
Ya verás, guapa...
-
Venga, dímelo!
-
Te gustará muchísimo, te lo digo...
-
Por favor! No me dejes con todas estas ganas!
Me
contesta con un beso y me guía hacía una casita bien pequeñita
dónde nadie podía entrar. Por increíble que esto parezca, la
seguridad nos dejó solamente a los dos y yo recibí una de las
mejores sorpresas que él algunas vez hizo para mí.
Entro
en la casa y justo a la pared frente a mí estaba un cartel collado,
casi llenaba por completo toda la pared y decía: “Te quiero
muchísimo, srta. Ainhoa Martínez! Eres la mujer de mis sueños, la
mujer de mi vida!”
Sonrío
al ver todo aquello, la verdad es que no esperaba recibir algo así y
yo le agradezco con un abrazo y un beso. Me sentía muy feliz, con
Luis a mi lado, veía el mundo de una manera diferente.
-
Te ha gustado? - me agarra por la cintura y me pone muy cerca a él.
-
Por supuesto que sí... es imposible no gustar de una sorpresa así...
pone feliz a cualquier persona...
-
En lo que depender de mí, serás feliz toda la vida... - acaricia mi
pelo y beso mi mejilla en un acto de puro cariño.
Me
derretí con sus palabras, fui la única chica del grupo que tuve una
sorpresa así y las demás en tono de broma me decían que tenían
envidia de mi por tener un novio que hacía sorpresas así.
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