Narra
Ainhoa
En
poco tiempo recuperé completamente la vida que tenía. En pocos días
mis piernas volvieran a su normal estado, así como las capacidades
respiratorias. Los médicos me han dicho que un milagro se sucedió,
por el estado en que estaba cuando llegué al hospital, lo previsible
sería quedarme con la movilidad de las piernas un poco reducida y
seguramente con algún problema respiratorio. Nada de eso pasó
conmigo, estoy saludable, muy saludable.
Con
todo esto perdí casi dos semanas de trabajo, lo que significó que
cuando volví a la rutina, tuviese que recuperar las horas y el
trabajo por hacer trabajando a los fines de semana.
Me
mantuve muy ocupada, pero nada me hizo olvidar aquel beso. El beso
que Pablo me ha dado, una de las mejores sensaciones que jamás sentí
en mi vida. Desde de eso día que no nos vemos, pero él ya me llamó
unas tres veces, siempre preocupado con mi estado, preguntado si
necesitaba de algo.
Ahora solo necesito concentración, quedan dos
semanas para el proyecto terminar y yo he tomado el control de casi
todo. Salvador ya me llama “La Comandante”, está muy contento
con el esfuerzo que tengo hecho para que esto sea un suceso, mismo
pensando que no debería hacer tanto por un proyecto que no es mío.
Me entregué de cuerpo y alma a esto y es así que lo voy a terminar.
No tiene mi nombre, es verdad, pero eso no es motivo para que no haga
esfuerzo.
Después
de Málaga no volveré a Madrid. Recibí una propuesta irrecusable
para mí, trabajar un mes en Ginebra, en algo grande, en algo que me
gusta, es decir, las relaciones entre países, voy a trabajar como
embajadora del patrimonio español en Ginebra.
La
ciudad dónde estudié por cuatro años, dónde fui feliz, me invita
de nuevo a vivir y a recordar mis tiempos de universidad. Será muy
bueno, volveré a ver mis compañeros de clase, probablemente mis
amores también porque tuve una pasión enorme por un chico, confeso.
Sigo
dando atención a las noticias sobre Pablo. La gira ya empezó hace
dos semanas y los periódicos no hablan de otra cosa. En las
televisiones lo mismo pasa, reportajes tras reportajes sobre el chico
que tanto odiaba, que tanto asco provocaba y que ahora sigo sus pasos
a través de la prensa.
Tres
meses después, vuelvo a poner todas mis cosas para las cajas, a
dejar los muebles como los he encontrado cuando llegué, vacíos. Mis
ganas de volver a Ginebra son grandes. Toda mi familia vino a
despedirse de mi en el aeropuerto de Madrid, dónde hizo un traslado
de vuelo.
Muchas
lagrimas, muchos “te voy a echar de menos”, mi padre me
aconsejando para tener cuidado, para cuidarme y mi madre, con los
ojos empapados de lagrimas, a creerse de que está viviendo un
“dejà-vu”.
Esto es un “dejà-vu”, lo mismo se sucedió hace
unos años, cuando me fui para la universidad y todo se sucedió casi
igual, la diferencia es que ahora solo me voy un mes y en aquella vez
me fui para estar cuatro años lejos de mi familia, volviendo a León
solamente tres veces al año.
Volver
a esta ciudad suiza es volver a un pasado feliz, a recuerdos que
jamás olvidaré y volver a sentir aquella pasión que me ha puesto
loca. Fue mi primera grande pasión por un chico, me enamoré de
Hugo, un chico también español y que era uno de mis compañeros de
clase. Fuimos novios por unos meses, pero decidimos mutuamente romper
con nuestra relación porque yo empecé a quedarme muy cerca de aquel
cabrón de nombre Luis.
Narra
Pablo
Empezó
la tan deseada gira y toda la adrenalina que siento en los
escenarios, escuchando el publico cantando mis canciones, viviendo un
momento mágico.
Ainhoa
no me sale de cabeza, no olvido el beso que le he dado en el
hospital. Desde eso día que no me encuentro con ella, solo la llamé
unas veces para saber cómo estaba y nada más.
A
cada día que pasa, mis ganas de verla y de sentir sus labios se
quedan más intensas, aunque ahora esté de gira, sin tiempo para
nada. Ella ya no vive en Málaga, desde que terminó el proyecto de
mi padre que se trasladó para Madrid, creo. Quiero saber dónde está
y cómo está porque para mi es fundamental.
Después
del concierto en Almería, el primero de la gira, me equivoqué y sin
darme cuenta llamo Ainhoa a Mariola, algo que ha puesto todo el mundo
al rededor de nosotros mirándome muy sorprendidos por equivocarme.
Son
señales de que la echo de menos, de que por lo menos tengo que
escuchar su voz, saber cómo está la chica que ha ocupado mi
corazón, mis pensamientos, que ha tomado todo de mí de una manera
muy especial.
Recojo
el móvil, son casi tres de la mañana, hace pocas horas que terminé
el concierto en Elche, otro conci maravilloso. Seguramente debe estar
durmiendo, pero intentaré llamarle. Aquellos “tut, tut” que se
escuchan mientras no nos contestan la llamada son molestadores, me
hacen sufrir. Espero, espero y desespero y nada. Ainhoa no me
contestó, la llamada terminó en el buzón de voz. No me conformo,
quiero intentar de nuevo, pero parecen que mis dedos no tienen la
fuerza suficiente para poner el móvil llamando de nuevo.
Peor
que esto es no saber dónde está. No sé si está en Madrid o si se
ha trasladado a otra ciudad, no lo sé y me duele porque si lo supiese
quizás le enviaría una carta o haría una locura y me escaparía
hacía su casa para verla.
Mis
sentimientos por ella son muy claros, la quiero, la necesito, quiero
sentir su aroma, besar sus labios, contemplar su mirada, cuidarla,
ser su refugio todas las veces que necesite. La quiero en mi vida y
una sola amistad no es suficiente para mí, quiero conquistarla todos
los días para que sepa lo cuánto la quiero y lo cuánto es
fundamental en mi vida.
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