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jueves, 10 de julio de 2014

29. Vivir recuerdos

Narra Ainhoa
Después de algunos años, vuelvo a pasar unas vacaciones en Barcelona. Hace un calor tremendo y todo pide playa y nada más. Esta es una casa de vacaciones típica de las películas: habitaciones con vista a la playa, salón grande, jardín con barbacoa y piscina (no sé porque tiene piscina si tenemos la playa a menos de dos minutos de aquí). Me encanta esta casa, me encanta poder entrar en mi habitación, abrir la ventana que da el acceso al balcón y ver la playa, escuchar las olas y sentir el aroma que solamente la playa tiene.
- Ainhoa! - grita mi madre desde el piso de abajo.
- Qué pasa? - grito también desde la habitación.
- Está aquí una señora para entregarte una cosa, venga!
- Voy! - camino sobre el pasillo, bajo las escaleras y en el salón me espera una señora rubia, de pelo corto, una cara que no es muy extraña.
- Hola! - digo.
- Hola! Yo soy Mariola...
- La manager de Pablo? - le interrumpo.
- Sí, la manager... él me ha dicho para entregarte esto... - y me entrega una carta – Ahí está la tarjeta de acceso a la área de invitados... entras por la parte trastera y no por la entrada normal, vale?
- Vale, muchas gracias... yo soy Ainhoa...
- Yo lo sé... eres la chica que Pablo me ha pedido para ver en qué hospital de León estabas...
- En serio?
- Sí... lo mismo hizo hoy que me ha dado mitad de la dirección y yo tuve que buscar qué casa era la tuya...
- Yo voy a castrar aquel chico... - murmuro.
- Has dicho algo?
- Olvida... muchas gracias Mariola... quieres tomar algo?
- No, muchas gracias... tengo que irme porque en veinte minutos él saldrá de la entrevista y después no tiene la furgoneta para recogerle...
- Una vez más muchas gracias...
- No tienes que darlas a mí, pero sí a Pablo...
- Vale... - la acompaño hacia la puerta y en la calle estaba la Mercedes Sprinter azul, la furgoneta que lleva a Pablo a dónde sea.
- Adiós, Ainhoa... nos vemos por la noche en el concierto...
- Adiós...
Cierro la puerta, abro la carta y ya es de esperar que aquel chico no iba a poner solamente la tarjeta para entrar. He puesto una hoja escrita por él:
Una tarjeta es poca cosa para una invitada tan especial como tu. Sabes, será un placer enorme conocer a la señorita que ha puesto en esto mundo una chica tan maravillosa, tan increíble como tu.
No veo la hora de poder verte llegar y abrazarte porque a pesar de todo, eres tu quién ocupa mis pensamientos y te lo digo que todo el concierto de hoy es dedicado especialmente a tí.
Un beso gigante de tu Pablete, el chico que vive enamorado por ti y que te quiere más que todo, más que la propria música y que su propria vida. Te quiero, mi princesita”
Automáticamente comienzo a sonreír como una niña pequeña. No son la elección de las palabras, pero sí lo que ellas significan para nosotros, que nos hacen sentir algo bueno o no. Y de estas puedo decir que me hicieron algo de maravilloso.
- Qué es eso, Ainhoa? - pregunta mi madre muy curiosa.
- Es la entrada VIP para el conci de Pablo esta noche...
- Entrada VIP? Cómo la sacaste?
- Qué importa? Lo importante aquí es que vas a un conci de él y lo vas a conocer...
- No me lo creo, hija! En serio que voy a conocerlo?
- Sí, mamá...
- Tenemos entrada VIP? - llega Sara.
- Sí, Sara... entrada VIP! - dice mi madre muy contenta.
- Me muero ya! Esto es verdad o es una broma?
- Es en serio, chica... - le doy la tarjeta – Mirala... qué dice?
- Ai, por Dios... qué esta noche promete cosas buenas, sí, sí!
Todas están muy contentas por esta entrada VIP, pero mi madre, a pesar de estar feliz, está desconfiada de mí. Lo sé que quiere descubrir cómo yo saqué una entrada VIP si las entradas para los conciertos están agotadas. Lo que ella no lo sabe es que yo conozco al chico qué vaya subirse al escenario esta noche.
Aún quedan algunas horas para que llegue la hora de irnos al concierto. Después de un grande almuerzo en familia, yo y mis dos hermanos, juntamente con los dos peques de la casa, nos fuimos a la playa. Éramos cinco niñotes en la arena, haciendo castillos y construcciones impresionantes.
Por unas horas fuimos auténticos ingenieros de obras, haciendo de la arena y del agua las materias primas para estas obras de arte.
Esto es solamente el primero de unos días en que vamos a vivir de nuevo nuestros recuerdos más maravillosos, los recuerdos de nuestra niñez.
- La última vez en que hicimos un castillo así fue hace mucho tiempo... - dice Pedro cuando ya estaba terminado el grande castillo de arena.
- Ainhoa debería tener unos ocho, nueve años...
- Entonces ya fue hace unos diecisiete, dieciséis años... - digo.
- … y parece que fue ayer... - completa Mario.

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