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sábado, 12 de julio de 2014

32. Escapémonos

Narra Ainhoa
Mi noche fue tan buena que me despierto cuando todo el mundo ya estaba terminando el almuerzo, eran tres y media de la tarde de Domingo y nadie se me ha despertado para irme a almorzar. Me gusta.
Visto algo sencillo, bajo las escaleras y mi madre ya estaba terminando de quitar todo de la mesa del salón con la ayuda de Juana.
- No sé si debo saludarte con Buenos días o con Buenas tardes! - me dice mi madre.
- Lo que quieras, mamá... - le digo aunque estuviese sobre el efecto del sueno.
- Quieres comer algo, cariño?
- No te molestes, mamá... unas galletas y un vaso de leche son suficientes...
- Tita, tita... - viene María corriendo hacía mí.
- Hola princesita! - le doy un abrazo.
- Solo te has despertado ahora? Qué estuviste haciendo anoche?
- Pues... yo estuve en la playa...
- En la playa? Por la noche?
- Sí, pequeñita...
- Puedo pedirte una cosa?
- Por supuesto...
- Me ayudas a montar la casa de muñecas que está en el garaje?
- Una casa de muñecas? Sabes que esa casa de muñecas fue mía cuando era pequeñita?
- En serio? Tu también tuviste una casa de muñecas?
- Sí, yo también tuve una casa, María... qué te parece montar la casa en mi habitación que allá están todas las muñecas de la casa?
- Sííí... - grita ella muy contenta.

Narra Pablo
Me estaba preparando para la prueba de sonido del segundo concierto en el Palau Jordi, cuando Mariola viene hacía mi sonriéndome:
- Buenas noticias, Pablo... - me dice – El concierto de hoy ya tiene sus entradas agotadísimas...
- Uau! - suspiro – Una vez más con entradas agotadas?
- Sí... eres una auténtica máquina de venta de entradas! Tengo más otra noticia buena para ti...
- Pues dímela...
- Mañana y Martes no tienes nada marcado en tu agenda... por eso... podrás descansar tranquilamente!
Y la primera cosa que vino a mi mente cuando escuché esto fue: tengo que encontrarme con Ainhoa.
- Qué bien Mariola... oye, tengo más una misión para ti...
- Estoy escuchándote...
- No reserves vuelo para Madrid mañana...
- Muy bien... te quedarás por aquí?
- Casi eso... quiero que el coche esté disponible, necesito de la dirección dónde has entregado la tarjeta VIP y también... no, solo eso... lo demás trato yo...
- Muy bien... no necesitas de nada más?
- No... lo demás trato yo, a mi manera...
Ainhoa no tendrá ni idea de lo que voy hacer. Ella tampoco lo sabe que mañana voy a aparecer en la casa de vacaciones de sus padres y no me pasa nada si allá estarán su familia, yo quiero verla y estar con ella y no importa si nos van a ver o no.

Narra Ainhoa
Pasé todo el día jugando con María con la casa de muñecas que estaba casi toda cubierta por el polvo. Estas vacaciones están siendo maravillosas, en estos días ya volvemos a hacer muchas cosas que hacía cuando era pequeña. Una de esas cosas es justamente jugar con la casa de muñecas que tantas horas ha ocupado mis vacaciones por aquí.
He pasado un rato maravilloso junto a María, la pequeñita es la cosa más mona que podéis imaginar, siempre muy cariñosa, llena de preguntas para hacer y cuando menos esperamos, sale con respuestas que jamás nos pasan por la cabeza que una niña de
tres años pueda responder.
Esta chica tanto insistió que terminó por dormirse en mi cama, le he leído un cuento que mi madre siempre me leía cuando no podía dormirme y os juro, para mí los peques son el alma de cualquier casa. Ellos tienen el poder de propagar felicidad por dónde pasan, un poder que los adultos no tienen.
El lunes amanece con el típico calor de Agosto que se hace sentir solamente en esto mes. El sol brilla por los cuatro costados, no hay viento y el día está maravilloso para una escapada a la playa, dónde el agua del Mediterráneo, siempre tranquila y nunca fría, nos invita a perdernos allá.
Visto una camiseta blanca, una falda y sandalias azules que tanto me encantan, dejo mi pelo al natural y bajo las escaleras, dónde mi madre ya está en la cocina, haciendo el café para el desayuno. Solamente nosotras estamos despiertas, los demás aún están envueltos en un sueno profundo, seguramente.
- Buenos días, mamá...
- Buenos días... te has despertado temprano, no?
- No es así tan temprano... son casi nueve...
- No es muy normal que te despiertes a estas horas...
- No tenía más sueno... el café ya está listo?
- Queda poco para terminar... puedes irte a la panadería? Es que aquí el pan casi no existe!
- Vale... yo me voy... - salgo de casa rumbo a la panadería.
En el momento que salgo por el portón blanco y piso el suelo de la calle, aparece hacía mí un coche negro, con cristales casi negros también. Yo paro sin saber quién es, pero también con un poco de miedo porque pueden ser ladrones o algo así. Es que en los días de hoy, no estamos nada seguros cuando salimos a la calle.
El cristal de la puerta de tras del coche empieza a bajarse y para mi sorpresa veo la cara de Pablo.
- Tu? - pregunto – Qué haces por aquí?
- Quiero que vengas conmigo...
- Dónde?
- Eso ya no puedo decirte... anda... - él abre la puerta del coche y sale. Vino hacía mí y me besa como solamente él lo sabe hacer.
- Yo tengo que irme a la panadería, vale?
- No, no tienes... escapémonos de aquí, viene conmigo...
Me derrito con su pedido, con su cara, con todo. Esto Pablo sabe perfectamente cómo convencerme.
- Vale, yo me voy... pero primero déjame avisar a mi madre sino tengo el riesgo de ser buscada por la policía por estar desaparecida.
- Yo lo sabía que me dirías que sí... - y me besa de nuevo. Le sonrío y corro hacía casa. Entro corriendo, llego a la cocina.
- Y el pan? - pregunta mi madre.
- Tienes que irte tu, yo me voy, mamá... no te preocupes que no es nada de malo, vale?
- Dónde te vas?
- Después te lo digo... chiao... - y salgo de casa a penas con el móvil en el bolsillo de mi falda y nada más.
Pablo abre la puerta del coche para mí, un auténtico caballero, pero no es un cabello vestido con traje, pero sí de pantalones cortos, camiseta azul y gorra.

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