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lunes, 21 de julio de 2014

40. Lágrimas de amor

Narra Pablo
Mis planos fallaran completamente. No pensaba que tendría que hacer uno reportaje en que el periodista me acompañaría todo el día. No tuve ni un segundo solo, siempre tenía el periodista junto a mí y no tuve la oportunidad de llamarla.
Le doy toda la razón por no aceptar el regalo y la carta, yo no cumplí con lo que prometí y soy un auténtico fracasado por eso, un hombre que no fue capaz de cumplir con lo que prometa y lo juró con convicción.
Intento llamarla pero siempre acabo en el buzón de voz. Ya estuve a la puerta de su casa, me han dicho que ella está en Zaragoza en trabajo y solo llegará hoy por la noche. Después de mañana tengo vuelo para Argentina para empezar la gira por Latinoamérica , el tiempo es poco y tengo que hablar con ella.
Me quedo parado a la puerta de su casa, contando las horas para que llegue. Todo el mundo me llama, pero no contesto a nadie mientras no hable con ella.
Me siento en el suelo, me levanto, camino de un lado para otro, miro constantemente el ascensor que sube y baja, pero nunca para en esto piso.
Apoyo mi espalda a la pared, miro el techo y desespero por esta espera tan grande. El ascensor suena el “tin” tan característico de cuando para en el piso elegido. Por fin él paró en esto piso. Las puertas se abren y ella sale, con su maleta de viaje en una mano y un bolso en la otro. Sale del ascensor, las puertas se cierran y ella camina cuando se da cuenta de mi presencia.
Se acerca de mí, para en mi frente y casi con los ojos empapados de lagrimas, me pregunta:
- Qué haces aquí?
- Necesito de hablar contigo...
- Quieres decirme que ahora tienes tiempo para llamarme, eh?
- Por favor, Ainhoa... déjame contarte lo que se sucedió!
Quita las llaves de su bolso y abre la puerta. Me haz señal con la cabeza para entrar y entro directamente en el salón. El el rincón junto a la ventana estaba el piano que le regalé, el piano con que me ha tocado la canción que decía que quería saber qué es el amor.
Ella entra, pone su maleta y su bolso junto al sofá, me mira y respira profundamente.
- Ya puedes hablar...
- Yo no te he llamado porque fui sorprendido... - le digo - ... yo te lo juré que te llamaba porque pensaba que tendría ratos libres entre las entrevistas, pero eso no se sucedió. No me han dicho que iba a hacer una entrevista en que un periodista me acompañaría todo el día... él me acompañó en todo, hasta en la furgoneta, no estuve ningún minuto solo y por eso no te llamé... yo sé que la carta que te escribí ni el collar iban a justificar lo que hizo pero he mandado a Mariola entregarte eso para que supieses que no te olvidé, que no te llamé por que no quiso.. yo quería llamarte sí, lo quería de verdad, pero no pude...
Su silencio haz mi corazón apretarse tanto que la respiración se corta, yo la lastimé y eso es visible en su cara, dónde sus ojos hacen un esfuerzo tremendo para no dejar salir las lagrimas.
- No tienes idea de lo que sentí, Pablo... yo me descontrolé tanto que perdí el rumbo de lo que estaba haciendo y el resultado fue llegar esta mañana a Madrid, irme directamente a lo escritorio y por la primera vez en mi vida tuve que decir a mi jefe que no terminé el trabajo, que perdí el control, que me desconecté de todo... - cierra los ojos, aprieta sus labios y sus lagrimas caen sin parar - … mi lastima es tan grande que yo no sé si debo creerme en tus palabras, si debo no creerme, no sé...
- Yo te estoy diciendo la verdad... créeme... ni que yo tenga que cancelar la gira para probar que te estoy diciendo la verdad... yo lo hago...
- No digas tonterías...
- Yo hago lo que quieras para te probar que estoy diciendo la verdad... dime lo que tengo que hacer, yo lo hago...
Se gira, se pone de espalda y escucho su lloro intensificarse. Me despedazó el corazón, mis lagrimas se caen por verla así, me acerco a ella y Ainhoa se giró de nuevo.
- Perdóname... - le digo.
Me abrazó, apoyó su cabeza en mi hombro. El mundo paró completamente en eso momento, aprisiono su cuerpo entre mis brazos y le aprieto lo más que puedo.
- No llores, princesa...
- Pero tu estás llorando también...
- Yo estoy lloro para que tu no llores tanto... si compartimos las lagrimas es mejor, así no sufres tanto...
- Así me haces llorar aún más!
Ella me mira con sus ojos llenos de lagrimas. Sus ojos, dos ojos, dos estrellas, porque en cada ojo hay un brillo especial. Son mis ojos, mis estrella porque ella es mi estrella porque su brillo ha iluminado mi vida.
- Un hombre no llora... - me dice.
Con sus manos suaves que las puso en mi cara, limpia mis lagrimas y acaricia mis mejillas.
- Solo no lloran los hombres que no sienten el amor... - le digo.
- Hombre, ya es suficiente verte emocionar en los escenarios... - me regala una sonrisa tímida.

- Si lloro es de felicidad y esa felicidad está ante mi limpiando las lagrimas de mis ojos...

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