Narra
Ainhoa
No
hay más ningún lugar para una persona más, el Palau Saint Jordi
está llenísimo. Todo el mundo grita el nombre de Pablo, pero él
aún no se ha subido al escenario.
Sin
embargo todo se agita, las luces se encienden y en eso momento el
deliro del público fue completo. Empieza a sonar “Toda la noche”,
Pablo se sube al escenario y un montón de gritos se hacen escuchar.
De
las cuatro, mi madre es la que grita más. Nunca la he visto así,
tan enérgica, saltando con el ritmo de la música, cantando con toda
su voz. Esta señorita Pilar no deja de sorprenderme!
Me
dejo llevar por toda aquella energía del público y empiezo a
saltar, a cantar todas la canciones, levanto los brazos, vivo el
concierto como si fuera el último de mi vida.
En
la radio, las canciones de Pablo son maravillosas, pero en vivo,
cantadas en un escenario, son algo mucho más que maravilloso. No hay
palabras para describir lo que se siente cuando lo escuchas en vivo.
Fue
imposible contener mis lagrimas en el momento de la canción
“Solamente tu”, dónde Pablo dejó todo el público cantarla por
unos segundos y en eso momento, una nostalgia fabulosa estaba en
aquel aire dónde ya tenía sido testigo de una infinidad de
emociones. Él se emociona con tantos miles de personas cantando de
una manera angelical la canción y tiene razones para eso, esto es
algo que hace emocionar a cualquier corazón humano.
De
la nostalgia se pasa a un “éxtasis” total con la canción que
tiene eso mismo nombre. En eso momento todos los corazones latían a
alta velocidad y unos gritos casi ensordecedores se hacen oír cuando
el señorito Moreno levantó un poco la camiseta en un movimiento muy
sensual.
Confieso
que me ha gustado eso momento, pero mucho más me gustó cuando vi su
cuerpo totalmente desnudado por mí en la cama de mi habitación de
hotel en Málaga. Oh sí, sí, eso fue muchísimo mejor, no hay duda!
El
concierto fue el comienzo de una auténtica fiesta toda la noche.
Salimos del concierto casi sin energía por tanto saltar y cantar y
nos fuimos a cargar las pilas en un bar que es muy cerco de la casa
de vacaciones de mis padres.
-
Ya no me recuerdo de saltar tanto en un concierto! - dice Juana muy
cansada.
-
Si me caigo en la cama, me voy a dormir como un bebé! - comenta
Sara.
-
Esto está siendo muy agradable, pero yo tengo que dormir, ya no
aguanto más... podéis quedaros ahí... hasta mañana chicas... - se
despide mi madre.
-
Yo me voy con usted... - dice Juana – Yo casi que me quedo dormida!
- las dos salen juntas y me quedé acompañada por Sara, que también
no tardó mucho en irse para casa.
Ya
solamente acompañada por la luna y por las estrellas, salgo del bar
y no me dan las ganas de irme para casa. Camino hacía la arena de la
playa, quito mis zapatos y me camino junto al mar, sintiendo el agua
mojando mis pies y escuchando el sonido tranquilo del romper de las
olas.
Estuve
casi toda la noche así, sola en la playa, pensando y pensando cada
vez más, quizás tomando algunas decisiones importantes o tal vez
no. Simplemente embarqué junto con mis pensamientos.
Y
toda la noche estuve pensando en él, deseando volver a abrazarlo,
sentir su aroma y el rozar de su barba en mi cara. Cierro los ojos y
su imagen me pasa constantemente por mí cabeza, en que él me llamó
por mi nombre frente a mi madre y a mis cuñadas. Sonrío por eso y
de mi boca sale un grito con la confesión más verdadera que hizo en
toda mi vida:
-
Yo te quiero, Pablo!
Abro
mis brazos como si fuera el Cristo Redentor del Río de Janeiro en
Brasil, miro el cielo y siento un ligero viento que hacía mi pelo
volar por aquella obscuridad de la noche iluminada por la luz de la
luna. Quizás aquel viento no llevó mi mensaje a él. Quizás...
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